martes, 3 de diciembre de 2019

CÓMO CONTRIBUYE EL PEDO AL CAMBIO CLIMÁTICO (don Cleofás)




La población del planeta actualmente estará sobre los siete mil millones de personas. Como consecuencia de los procesos digestivos, cada uno de nosotros emitimos de media unos 600 ml. de gas por persona. La composición química de estos gases es compleja, pero predominan en ellos el dióxido de carbono y el metano, ambos causantes del efecto invernadero. De modo que 600 ml x 7.000 millones es igual a 4.200.000 litros de gases contaminantes lanzados a la atmósfera diariamente. Eso sin contar con el dióxido de carbono que emitimos por la respiración. Aparece claro por qué el peo (tal como lo recoge el diccionario de la R.A.E.), flato, ventosidad, o más coloquialmente, pedo, es un término tabú en nuestra civilización occidental, por su peligrosidad para el género humano. Se trata por todos los medios de ignorar el peligro.
A pesar de ser púdicamente ocultado, existe un principio universal: cada uno se solaza de los suyos y abomina de los de los demás; por otra parte, este fenómeno neumático ha dado lugar a sustanciosas anécdotas. Aquí algunas:
Mozart escribía frecuentemente a su prima Maria Anna Thekla. Ambos eran jóvenes de parecida edad y se expresaban con la total libertad que les proporcionaba su parentesco. Mientras Mozart le escribe una de sus cartas, expele uno de estos vientos, que suelen huir de nuestro cuerpo con alguna alegría. Sin embargo, Mozart, genio y figura…, expresa a su prima su sensación así: “¡qué nota tan larga y tan triste!”
La reina Victoria de Inglaterra, ya anciana, en una audiencia, perdido ya, por razones de edad, el perfecto control de su cuerpo, deja escapar un pedo. El embajador francés haciendo gala de unos extraordinarios reflejos, envuelto entre los regios gases y poniendo cara de circunstancias, exclama ¡Pardon! Cuando por segunda vez se pronuncia la popa real, suenan otra vez los “mille pardons”. Cuando, por tercera vez se pronuncia el regio trasero, el embajador alemán adelantándose a todos los presentes, manifiesta, “¡Majestad! ¡En nombre del gran Imperio alemán asumo este pedo y los cinco siguientes!”.
Cuenta Péter Esterházy que el hijo, un niño, de un antepasado suyo, con ocasión de agradecer junto a su padre el nombramiento de teniente de la guarda imperial, al arrodillarse ante Catalina II dejó escapar una ventosidad. La emperatriz murmuró: ¡Por fin, señores, una palabra honesta!

Don Cleofás


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...