sábado, 17 de julio de 2021

COLECTIVIZACIÓN Y VOTO FEMENINO ("Conocer a... Manuel Azaña").

 


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La mejor edición de las dos obras más decisivas de Azaña, tanto para conocerlo a él, como para aproximarnos a los estertores de la Segunda República y de la Guerra Civil.
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BARCALA
¿Ya no tienes contrato?

PAQUITA
¡Si eso es un contrato!!... ¡Qué remedio! Todos iguales, a tres duros, el tramoyista y la primera tiple. Teatro lleno, pero tres duros. Es que estamos colectivizados. Recaudan en teatros y cines más de veinte mil duros diarios y a nosotros no nos dan nada. Nadie rechista. Una noche hubo escándalo porque me negué a repetir mi numerito. ¡Que lo repita el tramoyista! ¿No ganamos lo mismo? Pero todos se aguantan. ¿Has visto en un cine del Paseo de San Juan El vagabundo millonario? Es de actualidad[1].

(…)
PAQUITA
Soy muy republicana, pero estas cosas...

BARCALA
¡Qué has de ser republicana! Eres cosa mejor. Por ti me hago yo... fascista.

PAQUITA
¡Idiota! Por supuesto, fascista hay que ser para sacar tajada... En Barcelona están la Teresita San Juan y su marido. No trabajan. Andan buscando que la Generalidad los embarque para América y los subvencione. De lo más carca. Nunca han podido ver a la República. Cursis del Blanco y Negro...[2] Ahora hacen la rosca a los que mandan. Como la Soledad Martínez. La embarcaron aquí, después de darle dinero y cuanto quiso. ¿Qué ha dicho en la Habana? Horrores. Lo mismo sucederá con la Teresita. No escarmientan. Con ella está Antonia de Gracia... Tú la conoces, Miguel. ¡Hay que oírla! ¡Cómo os pone! Parece una marquesa a quien le han quitado el oratorio y los olivares. ¿Por qué no se lo dices al Gobierno?

RIVERA
Si no tienen dinero o les sobra miedo, ¿por qué no han de marcharse, como los ex ministros? Vayan en hora buena. ¡Con tal que la revolución no llegue a tanto como a obligarme a verlos hacer comedias!

(…)

MARÓN
Fuerza temible. Si Paquita se empeña en que denuncie usted a la Vargas, la denunciará usted. ¡Ah! No se enoje conmigo, Paquita. Es un modo de decir... En lo que ha contado usted tiene razón, sin duda. Quería hablar en general. ¿Han calculado ustedes la parte de las mujeres en el origen de esta guerra, es decir, de la rebelión? Las mujeres sienten con más violencia todavía que los hombres las pasiones políticas. Se refrenan menos porque están peor enseñadas aún. Desconocen la responsabilidad. En 1931 una señora de la clase media decía: «Las mujeres debemos estarle agradecidas a la República, porque al concedernos el voto nos ha convertido de cosas en ciudadanas»[3]. Opinión rara entre las señoras. Utilizaron el voto, con pleno derecho. Hubiéramos querido para la marcha regular de la política española que el encono contra la República se desfogara votando. Pero a las señoras no les importa el voto, lo desprecian, no lo necesitan y en ciertos respectos no les conviene. Una señora percibe que numéricamente su voto siempre pesará menos que el de sus criadas. Sabe de sobra que su acción se ejerce con más fuerza en la familia, en el ambiente social. El influjo de la mujer en la vida pública española ha sido muy poderoso, sin parecerlo. Tanto, que de reducirse al sufragio, habría salido perdiendo. No hablo especialmente de las cacicas, algunas muy célebres, que en la monarquía y en la República han gobernado desde el hogar a sus importantes maridos. En general, dentro de la zona burguesa, que profesaba, por lo menos de labios afuera, un liberalismo mitigado, el dominio de la mujer era enorme, decisivo en ocasiones, porque en esas zonas de la sociedad española se reclutaba el personal de gobierno. Mi experiencia de abogado me ha hecho conocer muchas interioridades de familia y he visto casos que por su misma abundancia dejan de ser extraordinarios. Muchos varones españoles no han llegado a darse cuenta cabal de su posición como cabezas de familia. Abundan los mantenedores de una autoridad marital moruna. Se creen los amos. En un pie de igualdad se tendrían por deshonrados. "¡Cómo se entiende que la mujer...!" "¡Qué iba yo a tolerar...!" Con relegarla aparentemente a los cuidados del hogar y envanecerse de ella cuando es bonita, mantienen una tradición que llaman española. A las mujeres mismas no les desagrada, sobre todo a las de clase burguesa, pequeña o grande, donde la libertad de trato está más cohibida y el temor al escándalo es mayor que en la clase alta. De una situación tan desigual se desquitan las mujeres con paciencia perseverante en cuantas cosas les importan de verdad, que no son, salvo casos de estúpida frivolidad, los trapos, las diversiones. Cuando los sentimientos religiosos, o las preferencias políticas de marido y mujer difieren (caso frecuentísimo en la clase media), la paz del hogar se funda en la transigencia del marido, por muy alto que lleve el cogote calderoniano. Por eso afirmo paradójicamente que la igualdad de derechos para hombres y mujeres, o, como suele decirse, "la emancipación legal y política de la mujer", produciría a la larga el fruto inesperado de asegurar al marido una independencia, una libertad que con demasiada frecuencia no ejerce. Habiendo hijos, el dominio de la mujer se dilata en el porvenir. El amor maternal le presta mayor ardimiento para preservar a sus hijos de los peligros que la estremecen. Se imagina que la sociedad de su país debe ser la proyección agrandada del hogar doméstico. La conexión con la política es aquí inmediata, visible. El agnosticismo en que ordinariamente concluyen los católicos que pierden la fe, combinado con la necesidad de paz doméstica aumenta la influencia de la mujer. Los hijos de los volterianos son alumnos de los jesuitas. Es uno de los motivos por los que la burguesía española, nacida de la revolución liberal del siglo pasado, no ha llegado a formar un gran tronco social, ni a poseer a fondo el gobierno, ni a gobernar con doctrina y miras propias, ni a sobreponerse a los poderes contra los que originariamente se rebeló y cuyo quebranto y sumisión eran el primer artículo de su dominio: la corona, el ejército y la tutela política de Roma. Muchos no han dejado de ser monárquicos, aunque sea su afán menor; ceden fácilmente a la dictadura y entre ellos están los que han hecho del catolicismo un programa político... ¡Gigantesco dislate! [4]



De La velada en Benicarló.
Zaragoza, 2021
pp. 51-58



[1]   El vagabundo millonario (The Guv'nor; Milton Rosmer, 1935). Comedia británica de 1935 protagonizada por George Arliss como un vagabundo que por una serie de malentendidos acaba convirtiéndose en presidente de un banco. La película fue relanzada en Inglaterra en 1944 y 1949.  En Estados Unidos se estrenó como Mr. Hobo. Aquí, no tiene mayor relevancia que emplear su título en castellano para rematar las palabras de Paquita, criticando la igualdad imperante y cómo un vagabundo puede ejercer cargos de responsabilidad. En cuanto a la sala de exhibición, debe referirse al  Chile Cinema, en el Paseo de San Juan 118 de Barcelona, inaugurado en 1930. Acabada la Guerra paso a ser el Cine Chile, y el Paseo de San Juan también se cambió por Paseo General Mola.

[2]     Blanco y Negro. Revista ilustrada. Fue fundada en 1891 por Torcuato Luca de Tena. Más adelante se convirtió en base de la editorial Prensa Española, que también publicaría el diario ABC. En su primera etapa, que se extendió hasta el año 1939 (y por tanto es a la que aquí se refiere Paquita Vargas), compitió con otras revistas ilustradas como La Ilustración Española y Americana y Nuevo Mundo. Su periodicidad fue semanal en unas épocas y quincenal, otras.

[3]     Clara Campoamor (1888-1972), de origen humilde, estudió Derecho, ya en la madurez, llegando a ser en 1925 la segunda mujer en pertenecer al Colegio de Abogados de Madrid (la primera fue Victoria Kent). El 1 de octubre de 1931, como diputada del Partido Radical, defendió el sufragio universal en las Cortes Constituyentes, con un célebre discurso en el que entre otras afirmaciones que han pasado a la Historia, sentenció que «sólo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre (…)  Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer». Victoria Kent, por su parte (1891-1987), figura también capital en la historia del feminismo español y primera Directora General de Prisiones, como diputada del Partido Radical Socialista se ausentó de la cámara en el momento de la votación por el sufragio femenino, al considerar que la mujer española todavía no estaba suficientemente preparada para asuntos políticos, debido precisamente a su marginación social, a su falta de formación; lo que la hacía vulnerable a influencias ajenas a ella, que solo servirían para beneficiar a las fuerzas más conservadoras (en este sentido, era notable la influencia del clero y el especial papel que como madre tenía asignado en la familia). La mujer, pues, debería  tomar conciencia plena de todo esto, e identificarse con los problemas sociales existentes antes de poder ejercer como ciudadana con derecho de voto. Téngase en cuenta, por último que, entonces, la mujer tenía derecho a ser elegida (sufragio pasivo) pero no a elegir o votar (sufragio activo). Algo de todo esto lo vamos a ver en las siguientes palabras de Marón.

[4]     El artículo 26 de la Constitución de 1931, declaraba suprimidas aquellas órdenes religiosas que en sus estatutos incluyeran el voto de obediencia a cualquier autoridad distinta de la legítima del Estado. En este aspecto, afectaba directamente a los jesuitas por su voto de obediencia al Vaticano. Para las fuerzas de izquierdas, la Compañía de Jesús era uno de los puntales más activos del poder de la Iglesia, especialmente en materia educativa. El 23 de enero de 1932, Azaña, anota en su diario:  «voy a casa del Presidente de la República, a ponerle a la firma el decreto de disolución de los jesuitas, aprobado en uno de los últimos Consejos. Albornoz [Álvaro de Albornoz Liminiana, Ministro de Justicia] quería que se publicase antes de concluir la semana parlamentaria, esperando sin duda que las Cortes le hiciesen una ovación. Yo lo he retrasado hasta conocer la marcha de las cuestiones de orden público, y le dije que lo firmaría hoy, pero reservándome el enviarlo a la Gaceta según viese las cosas.  He leído el decreto a don Niceto [Alcalá Zamora, Presidente de la República]; lo ha encontrado bien, dado lo que es el artículo de la Constitución. El momento no le parece muy a propósito para publicarlo. Y me hace notar que lo firma sin repararlo en una tilde (…) Aunque el Presidente de la República cree que no es oportuno publicar ahora el decreto, yo opino lo contrario. Doy una impresión de desembarazo y seguridad, y precisamente estos días en que he de ser riguroso con la extrema izquierda, me conviene serlo también con los del bando opuesto.» (Diarios Completos. República. Madrid, 1932. Crítica. Barcelona, 2000, pág. 443-444).



martes, 29 de junio de 2021

un poema de jorge boccanera

                                                                     




                                                                                                                   



                                                                                                 jorge boccanera

                                                                                                  tambor de jadeo

              cuchara



    Nace del verbo dar,

    como si el corazón tuviera mango. 

    Está hecha de lo que le falta, jamás

    se guarda nada para sí.

    Podría medir el mundo, acunarlo, transportar 

    su misterio, sus campanarios de agua de una 

    orilla

    a la otra.

    Más humana que un perro. 

    Más a mano que Dios.





                                                                        universidad externado de colombia 
                                                                        primera edición
                                                                        julio de 2009
                                                                        bogotá


                                                             

                                                    

                                                           

lunes, 28 de junio de 2021

el último elvis, un poema de vilas

                                                                        



Cuelgo este poema porque es de Vilas, de Manuel Vilas, del Gran Vilas, Barbastro 1962, 
el tipo escribe novelas, poesía, artículos, en fin, todo lo que se deje escribir.

He dudado en colgarlo por si resulta que es ya conocido, muy conocido, demasiado
conocido en este blog. Pero por fin me he dicho que un poema de Vilas nunca sobra,
y aquí está.


manuel vilas
el hundimiento
IV. madrid
el último elvis

poesía completa 1980-2018
3ª edición corregida y aumentada
noviembre 2019
visor libros
madrid


el último elvis

                                                No fear, no envy, no meanness

                                                                        Liam Clancy



Respeta siempre la destrucción de las mujeres
y de los hombres que amaron o intentaron, al menos, amar
la vida y esta les quemó o les rompió los huesos de la cara,
las entrañas y las venas y el hígado y el buen corazón,
respeta todos los sagrados y los más humildes hundimientos
de los seres humanos.

Respeta a quienes se suicidaron.

Respeta a quienes se arrojaron a los océanos.

No hables mal de ellos, te lo ruego, te lo pido de rodillas.

Ama a toda esa gente, esa muchedumbre, ese río amarillo
de la Historia de todos cuantos perdieron tan injustamente,
o tan justamente,
da igual.

Gente que aceleró en una curva.

Gente que escondía botellas en los rincones de su casa.

Gente que lloraba en los parques de las afueras de las ciudades.

Gente que se envenenaba con pastillas, con alcohol,
con insomnios aterradores, con veinte horas de cama todos los días.

Lo intentaron, pero no lo consiguieron.

Gente a quien le sobraba tres cuartas partes de su pequeño frigorífico.

Gente que no tenía con quien hablar semanas enteras.

Gente que no comía por no comer sola.

Son hermosos igualmente, te lo juro.

Resplandecerán un día.


Nombremos todo aquello
que nos convirtió en seres humanos.


Para que no haya miedo, ni envidia, ni maldad.


Amo, celebro, y exalto todos los hundimientos
de todos los seres humanos que pisaron este mundo.

Porque el fracaso no existió jamás,
porque no es justo el fracaso y nadie merece fracasar,
absolutamente nadie.



                                                                                            narciso de alfonso


sábado, 26 de junio de 2021

Sobre la soledad: un divertimento

                                                                    



    Es cierto que tiene un matiz venenoso, de sangre enferma, pero, ¿acaso no nos ayuda a penetrar 

en la opacidad del mundo, de las personas que lo habitan? Como el dolor o el alcohol, la soledad 

es un poderoso modificador de la realidad: la soledad tiene las tetas de hierro.


    Se dice que la ciencia ficción es para los que no pueden encarar la realidad: la soledad, en 

cambio, es una ciencia ficción que se hace realidad si nos detenemos en ella, si la miramos 

mirándola. 


    Es misteriosa como el color de la carne; con su olor a azucena, como el alma. No, no, mejor: con 

su sima, con su dibujo bellísimo, pero de ningún modo, en ningún caso, nunca debe sospechar que 

la sentimos en tales términos. 


    Una conclusión casi definitiva acerca de la soledad es sencilla: hay que tratar con ella ignorándola, 

como si no existiera. Los problemas comienzan cuando somos tentados a confraternizar con ella: 

entonces se cumple aquello que dice: si miras mucho tiempo dentro de un abismo, el abismo 

empieza también a mirar dentro de ti.


Cuando se pone por encima de nosotros en vez de estarnos completamente supeditada, es decir, 

cuando nos tiraniza, es cuando queremos convertirla en compañía: cuando le hacemos caso y le 

concedemos una entidad, cuando permitimos que se convierta en algo que tiene cosas que decir 

y se las preguntamos y esperamos su respuesta. Cómo se crece entonces, cómo se crece. 


    Si el tiempo existe para que no pase todo a la vez, y el espacio para que no esté todo aglutinado, 

la soledad existe para que podamos ser individuos: es un límite casi virtual que nos mantiene 

separados en la medida justa, solamente para no ser invadidos y para no desparramarnos.


    Pero si en vez de ser una frontera casi virtual, más sospechada que manifiesta, a la que nunca 

atendemos como si tuviera alguna entidad, a la que solamente vemos, sin mirarla nunca, si le 

hacemos algún caso, enseguida quiere apoderarse de la situación, y nos hace preguntas como: 

¿a qué hora vendrán, pues, con mi retrato? 

    Si se la deja, enseguida nos convierte en sus meninas; la soledad es plana pero el relieve acecha.


    Con otras palabras: nuestra soledad está extraviada, y si alguna vez llegásemos a encontrarla, 

sólo es necesario cerrar los ojos un momento y volverla a perder.


    Oh, claro que podemos ampliar sus dimensiones de estricto límite y utilizarla como sala de estar 

en la que encontrarnos —a solas— con nosotros mismos, pero tampoco entonces debemos 

concederle ninguna entidad, ni tratarla como si fuera algo.


    Los amantes se quieren, y se dicen: no te alcanzo, amor, no paso de tu cuerpo, de tu risa: oh, ¿a 

qué se debe esa distancia, esa separación, ese límite? Pero ¿acaso si no existiera esa distancia, esa 

separación, ese límite, seguirían amándose? 







Y POR OÍRTE ORINAR EN LA OSCURIDAD... (Narciso de Alfonso)

                                                                         




A los 20 poemas de amor y la canción desesperada, opongo estos versos, los últimos del poema que se titula Tango del viudo:     

Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,
cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo,
y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,
y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente
llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos,
substancias extrañamente inseparables y perdidas.

Sin embargo, los 20 poemas son de 1924 y Tango del viudo es de 1928, es decir, Neruda tenía unos 20 y unos 24 años cuando los escribió. Pero en esos cuatro años de diferencia, había conocido y había vivido con Josie Bliss, una mujer birmana bastante especial.

En el poema 20, Neruda habla, en términos paradójicos, de una mujer de la que estuvo enamorado; el modo de decir es muy eficaz porque nos sorprende:

yo la quise, y a veces ella también me quiso
ella me quiso, a veces yo también la quería
ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise
ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero
qué importa que mi amor no pudiera guardarla
nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos
de otro. Será de otro. Como antes de mis besos


y, sobre todo: 

       es tan corto el amor y es tan largo el olvido


Si me refiero a la oposición entre los 20 poemas y Tango del viudo, es porque la muchacha o la mujer del poema 20 es, más bien, parte del paisaje nocturno, como las estrellas o los árboles blanqueados; con sus grandes ojos fijos, sus ojos infinitos: como los astros que vemos y nos ven.

Parece que Neruda escribe de la noche, a la noche, en la que también estaba aquella muchacha, más bien anónima o intercambiable, aunque sin duda nos la vende como única: el talento verbal o poético de Neruda es enorme.

Se oponen, sobre todo, en la densidad real:

El poema 20 es bonito, verbal y con juegos de palabras, con versos ya famosos y con toda la nostalgia de Neruda, que viene a ser la alegría de su tristeza.

En los últimos versos del Tango del viudo, Neruda echa de menos a esa mujer de manera cruda, insoportable: no por sus besos, ni por su cuerpo claro, sino por el sonido que hacía al orinar, en la oscuridad, que tiene que concretar con cuatro términos para atraparlo realmente, para hacer suyo el orinar de Josie Bliss: como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada.

Habían pasado solamente cuatro años entre los dos poemas, pero Neruda, con Josie Bliss, aprendió algo importante, que no sé qué es, pero que enriquece tremendamente sus versos, ya que en vez de la realidad solamente verbal del poema 20, puede escribir la realidad real de Josie Bliss.


                                                                                               Narciso de Alfonso


viernes, 25 de junio de 2021

LA RAYA DEL PELO ES FELIZ (Narciso de Alfonso)



 
"Cuando anuncian por el altavoz que se ha perdido un niño, siempre pienso que ese niño soy yo".

Es una greguería de Ramón Gómez de la Serna, que tiene muchas más, algunas de ellas son escasas, pobres o penosas, pero otras son espléndidas, exactas y enormes.

Torrente Ballester, para acercarse a la greguería, eligió una de primera clase, posiblemente más difícil, aunque a él le parezca evidente: "el agua de sifón sabe a pie dormido".

Dice Torrente Ballester que "es conocida la sensación del pie cuando se duerme; cuando parece colmado de burbujas a causa de un insuficiente riego sanguíneo".

El agua y el pie, o, más exactamente, el agua de «sifón» y el pie «dormido» tienen en común el cosquilleo y las burbujas.

Añade ahora Torrente: "como todo el mundo sabe, el agua de sifón sabe a pie dormido DE VERDAD" [las mayúsculas son suyas].

Y en esta verdad está lo grave, lo transgresor, lo peligroso del asunto.

"Todo aquel a quien alguna vez se le ha dormido un pie y ha bebido del agua de un sifón, sabe que el agua de sifón sabe a pie dormido".

Pero ahora no nos interesan las posibles consecuencias de las greguerías, sino solamente mostrar algunas de ellas para sentir la extraña verdad que formulan con una evidencia que, por evidente, no admite explicación.

"La raya del pelo es feliz" o "los azulejos abren el apetito" nos obligan a sentir la evidencia sin poder dar razón de ella.

Lo difícil es explicar ese cruce de entrevisiones que es una greguería, que siempre enuncia un acierto inesperado y evidente: "la timidez es como un traje mal hecho".

Que "los cuervos se tiñen" es evidente, como que "los sordos ven doble" o que "después de comer alcachofas, el agua tiene un sabor azul".

Por decirlo con otras palabras, lo propio de las greguerías no es permitirnos conocer, sino más bien obligarnos a sentir un acierto cuya evidencia es inquietante.

Narciso de Alfonso


jueves, 24 de junio de 2021

Y CROABAN LAS ESTRELLAS TIERNAS (Narciso de Alfonso)

Foto: Freepik

Vuelve Narciso a estos restos de blog. Vuelve la poesía. Vuelve la realidad. La verdadera. El pensamiento. La vida...  El hombre.  Sencillamente, brutal. Un golpe de dados...  ¿demasiada realidad...?  Aquí va el primer poema de esta segunda época.  Casi nos habíamos olvidado de que la vida era otra cosa.
Eric Clapton tiene dicho que, de vez en cuando, necesita volver al blues para cargar pilas.  Muchos de nosotros, nuestras prosas, nuestras vidas, también necesitan volver a la poesía, para lo mismo: para renovarnos, para coger fuerzas. Y para poesía poesía, la de Narciso. Siempre. Poema sobre poemas, vida sobre vidas, pensamiento sobre pensamientos... Altura. Mucha altura.  Estamos, estoy, de enhorabuena. Sin duda. Así que vamos allá. Vamos a disfrutarlo, a saborearlo físicamente.(S.G.S).


La casada infiel, la casada infiel, todas las noches con magia
—y también muchas noches sin magia— uno recuerda a la casada infiel, no sólo por la casada, sino también por sentirse un gitano legítimo y regalarle un costurero enorme, aunque sea de raso pajizo,  un color que parece excesivamente discreto, demasiado elegante.

Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos, dice el poeta.

Un horizonte de perros ladra, lejos del río.

Con el aire se batían las espadas de los lirios.

Uno, que ha pasado muchos días —y muchas noches— a la orilla del río, sabe que el poeta menciona tres sucedidos que son los que montan la noche: la oscuridad; un viento suave y fresco y rasante que hace sonar los lirios, y la lejanía que ponen los perros ladrando y que va y viene con el viento.

Y es la noche, y no el día, la que tiene esquinas, que además son las últimas, exactamente: en las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos.

Bajo su mata de pelo hice un hoyo sobre el limo, sigue diciendo el poeta.

Como tantas veces son los detalles, lo que el poeta nos trae de la realidad real, lo que se queda en nosotros quizá para siempre. La realidad del poeta se nos clava en la piel y en la carne.

Sin en cambio, Lorca, que no podía quitarse a la luna de encima, aquí parece disculparla: hay que buscar —y encontrar— el motivo, porque además nombra la ausencia de la luna: sin luz de plata en sus copas, los árboles han crecido.

En otro poema dijo: cuando las estrellas clavan rejones al agua gris.

Y en otro dijo: y croaban las estrellas tiernas. Y también: en la luna negra de los bandoleros cantan las espuelas. Y: una luna incomprensible que iluminaba por los rincones los pedazos de limón seco.

Claro que omitimos los detalles del embate amoroso: ahora mismo no alcanzamos a decirlos como tienen que ser dichos. Sin embargo, nos queda una duda, que no es una duda absoluta, por supuesto: “no quiero decir, por hombre, las cosas que ella me dijo”. ¿Qué le dijo, en concreto? No queremos de ningún modo saber las palabras que le dijo, sino solamente escucharlas, oírlas, una y otra vez, una y otra vez.
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