Desde mi barricada
Una tarde senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié. (A. Rimbaud)
sábado, 18 de mayo de 2024
EL JUEGO DE LA BOLSA. TOMA DE DECISIONES. LOS SESGOS COGNITIVOS PRODUCIDOS POR EL PÁNICO DEL INVERSOR (José de la Vega)
jueves, 2 de mayo de 2024
HUMOR ... ¿JUDÍO? DE JOB A LOS HERMANOS COEN (Servando Gotor)
Humor… ¿judío? De Job a
los hermanos Coen (*)
Yo aborrecía el instituto
hebreo tanto como la escuela pública y ahora os explicaré por qué. En primer
lugar, jamás acepté todo ese tema de la religión. Ni siquiera creía que hubiera
Dios; tampoco pensaba que, en el caso de
que sí existiera, estaría convenientemente a favor de los judíos. El cerdo me
encantaba. Detestaba las barbas. Además se escribía al revés.
(Woody
Allen: A propósito de nada, p. 43).
Se habla y se ha escrito mucho sobre el
humor judío. Y, de hecho, son numerosos los humoristas judíos, como son
numerosos los artistas, economistas, músicos, arquitectos, comerciantes y
albañiles hebreos. Pero lo primero que habría que preguntarse es si realmente
existe un humor, un dolor, un amor, un carácter y unos sentimientos
esencialmente, judíos. Y aquí volvemos forzosamente al Eclesiastés: Nada nuevo bajo el sol. Pero también hay
o puede haber importantes variaciones de matiz, adjetivas, derivadas. No
esenciales. Y son estas, o pueden ser, las que confieren unas determinadas y
características peculiaridades. Pero solo de matiz. Las calificaciones, las
definiciones son siempre y en todo caso peligrosas. Hablar de los españoles, como hablar de los
franceses, es algo a lo que estamos acostumbrados, pero realmente ni todos los
españoles son iguales ni lo son los franceses, ni los rusos, ni los chinos. Y
hasta los miembros de una misma familia suelen ser muy diferentes entre ellos.
Habrá, sí, algunos caracteres genéricos en cada pueblo, pero siempre serán meramente
adjetivos.
Un concreto sufrimiento
por la muerte de un ser querido, ese punzante dolor que nos produce, nos
equipara a todos los humanos sin distinción más que cualquier pertenencia a una
zona geográfica o a un momento histórico concreto.
Se puede decir que la
personalidad del pueblo judío, en cuanto pueblo perseguido, marginado y
eternamente extranjero, tiene ciertas connotaciones muy particulares que,
además, por herencia, por transmisión, suelen heredarlas ulteriores
generaciones aunque no hayan vivido la experiencia del extrañamiento. Es
entonces cuando concluimos que esas concretas situaciones imprimen carácter. Si
uno nace en la tierra de sus padres y vive y crece en ella, vive integrado, sin
problemas, sin especiales traumas. Pero aquellos que han tenido que emigrar,
han padecido el reto de la integración en una sociedad a la que no pertenecen.
Y según en qué sitios y en qué épocas, además, esa integración ha podido ser
más o menos dificultosa, cuando no imposible, si no sangrienta. Y estas
dificultades o imposibilidades activan determinados mecanismos de defensa,
especialmente y en lo que aquí nos importa, psíquicos: desconfianza, ímpetu,
fortaleza, empeño, astucia, tacto… Inteligencia, en suma. Y también humor. Y, por supuesto, un humor
avispado, perspicaz. Porque es un humor que sirve de conjura y defensa frente a
un exterior adverso que agrede y margina. Para sobrevivir socialmente. Pero
también para que esas circunstancias no nos derriben interiormente. Nada nuevo.
Oigamos la voz de una autoridad de
autoridades, Sigmund Freud (por
cierto, también judío):
El humor no
es resignado, es opositor; no sólo significa el triunfo del yo, sino también el
del principio de placer, capaz de afirmarse aquí a pesar de lo desfavorable de
las circunstancias reales. (1992:158-159).
Por eso Theodor Reik
cree descubrir
una triada
de características esenciales de los chistes judíos, sellos de distinción que
los diferencian del humorismo de otros pueblos. Reflejan una especie de
intimidad humana, sus procesos mentales siguen una línea de antítesis y uno se
ríe de ellos, pero no son alegres. Esta última característica es reconocida
incluso por un conocido proverbio de los judíos de Europa Oriental: "El
doctor también hace reír". (1994:225).
Solo en este sentido de
respuesta y defensa (no precisamente alegre, pero sí cómica), parece factible
hablar de un humor estrictamente judío; que será, por lo demás, igual al de
todo humano que experimente ese mismo tipo de agresiones, presiones o
adversidades. Y muchas de ellas, incluso, también quedarán marcadas en otras
generaciones que no las padezcan, porque ese carácter impreso se habrá ido
transmitiendo a otras gentes y a otras generaciones, de modo más o menos
consciente. El pueblo judío, además, se caracteriza, precisamente, por esa
transmisión, por esa tradición. Se
podrá argüir por ello que los hebreos tienen más marcadas esas características
porque es un pueblo más cerrado y reservado, y que ese exceso de tradición es
una muestra palpable de su personalidad. Pero eso es confundir el efecto por la
causa, puesto que, precisamente, esa arraigada tradición no es sino una
defensa, consecuencia de las presiones y adversidades padecidas: los marginados
se solidarizan (se hacen sólidos, son uno) formando una sola familia, y no solo
por lazos estrictamente consanguíneos, pues la adversidad une tanto o más que
la sangre. Y esa solidaridad, para que sea más fuerte, se convierte no solo en
una solidaridad puntual o coyuntural, sino que se proyecta generacionalmente
para no olvidar. Eso es la tradición (traditio).
Y todos estos caracteres
impresos son los que pueden apreciarse con mayor o menor grado en judíos más o
menos desarraigados. Los que los
conserven más intactos serán los judíos más militantes, practicantes u
ortodoxos. Los que no, se alejarán más pero siempre quedará un mínimo poso, ya
sin resquemor, sin resentimiento, que a menudo hasta reconocerán con una
sonrisa más o menos amarga.
Es por ello que el humor
judío vendría a ser más bien de tipo irónico, más o menos suave, pero siempre
perspicaz, siempre inteligente y, por ello, ya de entrada, comienza por reírse
incluso (o sobre todo) por aquello que le es más propio.
Porque el humor más
inteligente comienza haciendo broma de uno mismo. Es posible, por lo demás, que
el humor occidental en general esté marcado por ese estilo judío, porque
siempre ha bebido en sus fuentes. Desde el Job bíblico a los hermanos Coen.
Desde la tradición literaria hasta la industria cinematográfica. Y el ejemplo
cinematográfico no puede ser más representativo, no solo por su capital influencia
durante todo el siglo XX, sino porque ya los grandes estudios de Hollywood eran
propiedad de judíos, y muchos de los autores, actores, y directores más
emblemáticos han sido judíos. Hemos mentado a los hermanos Coen, ya en el siglo
XXI, pero en la pasada centuria tenemos los ejemplos que mejor demuestran esta
evidencia: Adolph Zukor (fundador de la Paramount); Carl Laemmle (de la
Universal); Louis B. Mayer (de la
Metro); Hermanos Warner (de la Warner Brothers); y los autores y actores Elia
Kazan, Charlie Chaplin, Hermanos Marx, y Woody Allen. Ejemplos que ponen de
manifiesto, además, la realidad de que, si realmente existió alguna vez un
humor específicamente judío, hoy día, por mor del séptimo arte, este se habría
extendido y confundido con el resto de pueblos y hasta civilizaciones.
Y para concluir con
cierta sonrisa, extraer tres ejemplos de este especial e inteligente humor de Confusión de confusiones, subrayando en
todo caso que no solo se detecta en determinadas y concretas anécdotas o chistes,
sino que fluye por toda la obra, jugando con las palabras, las expresiones y
los significados, y forzando el lenguaje de un modo verdaderamente magistral.
El primero de ellos es
una sátira sobre la inutilidad de determinados conocimientos:
El hijo de
un mísero genovés regresó de las escuelas de Pavía, y al pedirle el padre
algunos indicios de lo que allí había aprendido, le respondió el joven haber
conseguido tanta sutileza que hasta
podía demostrarle que los dos huevos que se estaba comiendo eran en
realidad cuatro. Porque siendo el dos un número binario y siendo que todo
número binario se compone de dos unidades, juntando estas dos unidades al
número binario harían cuatro, por ser cuatro dos veces dos. Quedó absorto el
viejo de oír las sofisticadas e inútiles agudezas en que había perdido el
tiempo, la meditación y el dinero; y queriéndole demostrar que valía más lo
rustico de su entendimiento que lo refinado de su silogismo, sorbió los dos
huevos, diciendo: «Bien, pues me como yo los dos que puso la gallina, y ahora
te comes tú los otros dos que fabricó la dialéctica». (3.3.6)
El segundo ejemplo hace
referencia a lo ininteligible de las
acciones, cuyas fluctuaciones son siempre impredecibles. Algo que compara
con este aparentemente absurdo:
Areteo narra
como algo extraordinario que un melancólico se cure de sus delirios al
contemplar con fruición a una doncella, pareciéndole maravilloso que a un loco
le sirviera para recobrar el juicio lo que a tantos cuerdos se lo hace perder.
(2.4).
Por último, una escena
casi cinematográfica que perfectamente podrían representarla cualquiera de los
hermanos Marx (Harpo, evidentemente, comunicándose por señas):
Alguien quiere enterarse de lo que pasa en una rueda [corro]. Introduce la cabeza
entre los brazos de los que la forman (sufriendo ciertos olores desagradables
bajo esos brazos), oye que se ofrece ocho por las acciones, sin que nadie
compre; da una vuelta, y entrando por otro lado, como si no hubiera oído nada y
tuviera orden de compra sin importar el precio, empieza a ofrecer ocho y medio;
se animan sus secuaces, ofrecen nueve, y a veces no deja de conseguir sus
satisfacciones la treta, y sus aplausos la jugada.(4.5).
Un humor crudo, real,
pero sobre todo humano, demasiado humano.
sábado, 13 de enero de 2024
URBANÍCOLAS (Ortega y Gasset)
martes, 19 de septiembre de 2023
AL ABRIGO DE MOEBIUS (Antonio Envid)
domingo, 28 de mayo de 2023
LA ESPAÑA REVOLUCIONARIA (Artículo de una célebre pluma publicado en 1854 en el New York Daily Tribune)
(...)
lunes, 24 de abril de 2023
RETROMUERTE (Antonio Envid)
El policía, con cara de aburrimiento por esa labor mecánica de preguntar siempre lo mismo y obtener vaguedades, en un asunto que, por otra parte, carece de cualquier interés.
- Veamos señora, con respecto a su vecino ¿conoce usted su identidad, en qué se ocupaba, que parientes tenía?
- ¿Ha sido un crimen? ¿lo están investigando?
- Mire señora, quien hace las preguntas soy yo, pero para satisfacer su curiosidad, no creemos que fuera un crimen, el forense dice que murió de un infarto, pero tenemos que hacer una encuesta para conocer las circunstancias y le agradezco su colaboración. La suya y la del resto de vecinos de la casa.
- ¡Ah, me alegro! Entiéndame, señor inspector, no me alegro de que haya muerto, ¡pobre señor!, sino de que no fuera un crimen. Hay tantos delitos según los telediarios, y tantas habladurías por la vecindad, que yo estaba con algo de miedo. Una señora mayor, cualquiera sabe lo que le podrían hacer esos desalmados….
El agente muestra cierta impaciencia. La señora es de esas que pueden pegarse toda la mañana de cháchara insulsa para no sacar nada en limpio, y él tiene que salir con un compañero a tomar el café. Un moscardón tontaina da vueltas por la habitación pegándose golpes contra las paredes.
- Bueno, bueno. Centrémonos en lo que interesa, que usted tendrá cosas que hacer, y yo, también. ¿Conoció a alguna de sus amistades, algún pariente, alguien que pudiera identificarlo?
- Pues, no, no señor, no vi nunca a nadie que viniera a visitarlo. Nunca me tropecé con nadie que fuera a su piso. Eso no quiere decir que nunca fuera nadie, que una no es una fisgona, que una no está espiando lo que hacen los vecinos. Como decía mi madre, cada uno en su casa y Dios en la de todos…
- Pero sabrá algo de él, algo que él mismo le dijera o comentara, entre vecinos siempre hay conversaciones.
- Pues mire señor inspector…
- Llámeme, agente, por favor…
- Bien, señor agente. Este señor era muy atento y muy educado, siempre te cedía el paso, te abría la puerta, y siempre saludaba. Que hoy, eso no se ve con tanta frecuencia, sobre todo en los jóvenes, que no sé que educación les hemos dado. Yo se lo digo a mi marido, Manolo…
- ¿Pero le contaba algo o no?
- Contar, lo que se dice contar, no, era muy reservado. Siempre, buenos días, buenas tardes, y eso, como mucho si hacía calor o frío o habían dicho que iba a llover. Nada, lo que se dice cunado no se quiere decir nada.
- Bien, ya está, hemos terminado. Muchas gracias, ha sido muy valiosa su colaboración. Buenas tardes.
El agente mete con fastidio la declaración en el expediente, mientras, llega el compañero que esperaba.
- ¿Qué hay, Matías? ¿Has sacado algo en limpio?
- En el Registro Civil insisten en que es imposible de que se trate de este sujeto, a pesar de la documentación que encontramos en su apartamento que acredita que es él. Les he enseñado el DNI, extractos de la cuenta bancaria, en fin, los documentos personales, pero nada, que no puede ser, que ese individuo murió hace siete años, que ahí está la inscripción de fallecimiento, y la causa, infarto, y la filiación coincide, pero de eso hace siete años.
- Pues, asunto concluido, lo mandaremos todo al fiscal y que haga lo que tenga que hacer, nosotros hemos terminado. Anda, que se nos hace tarde para tomar café.
- Hay quien se muere y no se entera, ni él ni los demás, y lo entierran siete años más tarde.
Antonio Envid
viernes, 21 de abril de 2023
FALLECIÓ CARLOS DE FRANCIA, ABOGADO Y LITERATO
Bien está, Carlos de Francia, lo bien hecho.Placer de dioses cuando, como Vos,El Bien se hace en Leyes y en Derecho,Con esa sencillez de cada díaDonde pone, la lírica de Dios,Cotidiana y perfecta poesía.
(De un poeta a otro)José Manuel Lozano Gracián, diciembre 1981
En memoria de los abogados y literatos Eduardo Valdivia y José Manuel Lozano (Carlos de Francia)
E |
n alguno de mis encuentros con nuestro ilustre compañero José Mª Valdivia, ya fallecido, cuando a primeras horas de la tarde coincidíamos camino de nuestros respectivos despachos, le prometí o quizás le comenté simplemente que un día trataría de publicar la reseña de la obra de su hermano Eduardo, abogado ejerciente durante una década, cuyo quehacer primordial, no obstante, fue la docencia como catedrático de Enseñanza Media y su pasión por la literatura.
Licenciado en Filosofía y Letras y Derecho, una vez ganó la correspondiente oposición, fue destinado al Instituto de Teruel como profesor de geografía e historia, impartiendo después y sucesivamente esa materia, entre otros en los Institutos de Santa Cruz de Tenerife y Soria, hasta su muerte ocurrida en el año 1972.
Durante su
etapa universitaria en Zaragoza, formó parte de la tertulia del CAFÉ NIKE, sede
de la Oficina Poética que había fundado e impulsaba Miguel Labordeta, sucesora
de la que fundara Santiago Lagunas años antes en los Nuevos Espumosos.
Cofundador
de la editorial Javalambre, Eduardo Valdivia colaboró en varias revistas literarias,
y en 1966 fue nombrado académico correspondiente de la Real Academia de San
Fernando, recibiendo en el año siguiente la Encomienda de la Orden de Alfonso X
El Sabio.
A la vez
dedicó sus esfuerzos, entre los años 1950 y 1960, aproximadamente, a la gestoría
administrativa y al asesoramiento y defensa jurídicos como Letrado inscrito en
nuestro Colegio.
En este punto quiero expresar mi agradecimiento a su sobrino y compañero Juan Pedro Valdivia Ramiro por la localización de referencias y artículos que me han servido de estimable orientación.
Conocí a
Eduardo Valdivia, el mayor de los hermanos de CASA PARDO, de Robres (Huesca), a
través de su esposa, la bilbilitana Inmaculada Pablo, aunque no establecí con
él relación profesional ni amistosa. Pero después de su fallecimiento, ocurrido
a la temprana edad de 43 años, tuve oportunidad de entrar en conocimiento de
sus obras literarias y quedé impresionado por sus excepcionales dotes de
narrador.
Con José
Manuel Lozano Gracián, oriundo de Sabiñan (Zaragoza), mantuve una larga amistad
de la que guardo grato recuerdo. Tengo dedicados todos los libros de poemas que
publicó y que me hizo llegar puntualmente.
Los lazos
de esa amistad se extendían a sus hermanos, José Luis y José Alfonso, abogado y
procurador de los Tribunales, con quienes colaboré durante muchos años. En la
actualidad, ejerce la abogacía como miembro del Colegio de Zaragoza su hijo
José Manuel Lozano Martín, a quien expreso mi reconocimiento por los datos
biográficos y de todo tipo que me ha proporcionado.
José Manuel
Lozano compartía sus dos grandes quehaceres, la abogacía y la poesía con
envidiable armonía, ejercitando ambas brillantemente hasta su fallecimiento en
el año 1992.
José Manuel
empieza a escribir poesía en el año 1979, cuando publica “Perdonadme por haberos olvidado”. En años sucesivos van
apareciendo “Varado en ti cigarra”
(1982), “El esfuerzo final de la palabra”
(1985), etc; con las que consigue el primer premio del V Concurso Nacional
Poético Montler, el premio Biblioteca Atlántica de Poesía, el II Premio de
Poesía Ciudad de Calatayud, un Accésit del Premio Isabel de Portugal de Poesía,
etc.
Tanto en la
obra de Eduardo como de José Manuel quedó plasmada la huella de su formación
jurídica, y particularmente la de aquellas instituciones en las que el Derecho
afecta más directamente al individuo.
Ambos se
sintieron atraídos por la voz de la Tierra, entendida esta como valor esencial
conseguido con el esfuerzo del hombre y que el hombre defiende en todos los
ámbitos con la emoción de haberla heredado de sus padres, o ganado con su
esfuerzo, y la ilusión de mantenerla para sus hijos.
Los
personajes de sus creaciones literarias se inspiran en ese mundo elemental de
sentimientos de justicia y propiedad, que albergaba el campesino, de ser dueño
sin límites no sólo del terreno de sus fincas, sino también de todo lo que
había por encima del suelo, hasta el cielo, y por debajo del suelo, hasta el
infierno.
No en vano
estaban influenciados por el paisaje, las costumbres y las tradiciones, el
primero de ellos de la estepa monegrina y el segundo de los feraces huertos por
los que serpentea el río Jalón.
El relato
corto fue la especialidad de Eduardo Valdivia. Entre sus títulos merecen
destacarse “El espantapájaros y otros
cuentos”, primera de sus publicaciones, “Cuentos
de Navidad”, “Noche de Velatorio”, “Los peces de Colores y el pisador de
sombras”, pero sobre todo “Las cuatro
estaciones”, que forman un conjunto de narraciones cuyo principal personaje
es el campo, transcendiendo a los demás personajes el alma de los secanos
aragoneses.
En estos
relatos se defiende la vida frente a la coacción para el aborto, el amor por
los animales que son compañía y parte esencial en la vida del agricultor, la
vida de quien muere con honor, frente a la muerte de quien vive sin soñar, y la
esperanza de la primavera a pesar de las desgracias presentes.
En su
faceta de narrador es más conocido, no obstante, por su novela “Arre Moisés”, una visión tierna y
humorística de nuestra Guerra Civil de 1936-1939, obra finalista del Premio
Alfaguara de Novela del año 1972 y en la que los críticos encuentran
desarrollado el estilo de realismo mágico o fantástico.
Efectivamente, el protagonista de la citada novela, Mosén Alberto, cura de aldea ―debilitado sin duda por el hambre y la miseria de la guerra― una veces ve prodigios, que son auténticas alucinaciones, como por ejemplo florecer un zarzal o volar un cuervo verde, y otras veces profiere cantos a la naturaleza o muestra el sentimiento del paisaje cuando exclama: “Despuntó el alba, el horizonte fue tiñéndose de rosa, cantó la primera alondra, despertaron miles de pájaros alborotados, chirriaron cigarras, y el disco de la mañana apareció en el horizonte pintando los campos de amarillo”.
En su obra “Las cuatro estaciones” escribe: “En el centro de Aragón hay una estepa, seca
y asolada en el verano, de invierno frío y triste, donde apenas ríe la
primavera y escasamente humedece el aire las nubes. Son estériles labrantíos
para hombres duros como la vida misma, que miran al cielo y esperan casi
siempre en vano; hombres resignados con la suerte porque ignoran la causa de su
desdicha y han perdido hasta el recuerdo de otras épocas de mayor ventura. Pero
son los hijos de los hijos de otros hombres, que tal vez, si pudiesen hablar,
contarían el origen de tanta miseria”.
En cuanto a
José Manuel Lozano, sus poemas muestran la influencia en él de la naturaleza y
sus fenómenos. Canta a la lluvia, a la semilla en tierra, al aire, a las
estaciones, etc.
Y además,
se atisba en sus palabras el presentimiento y significado de la muerte.
Al igual
que el epigramista Marcial, de suyo próximo y comarcano, bajo los mismos
destellos de Bilbilis, siente asombro de la infinita belleza del Moncayo y
escribe: “Surge Moncayo, intacto, de las
sombras, coronadas tus sienes por el día, el sol es, en el párpado del alba,
una pupila inmensa que te mira”.
En otra
ocasión sueña con el río y en uno de sus más logrados poemas exclama: “Yo sueño un río azul ―río entre ríos―
para hacerlo palabra de mis palabras; y me sueño en azul y me hago río, y sueño
con hacerme verso azul en los versos azules de sus aguas”.
Refiriéndose
a la presentida muerte escribe: “Ven
muerte a conseguirme, no me temas, yo te espero a pie firme, sujetando la pluma
que suspira, que rebosa sangre de poemas…”
Y dedica a
la playa de Zarauz, donde veraneaba, el siguiente poema: “Ha granado mi avena, al caminar, y es tuyo el tiempo virgen que perdí,
playa serena. Cuando me haya cansado de llorar los versos de mi pena, vendré de
nuevo a ti, balcón del mar, para escuchar tu recital de arena”.
Pero lo más
gratificante para mi respecto a José Manuel Lozano fue la dedicatoria de su
libro “Perdonadme por haberos olvidado”
que reproduzco mediante fotocopia del original.
Carlos de Francia