<<(...) No importa lo que te ocurra, tienes que ser feliz, es Navidad.
Con la mirada perdida entre churriguerescos escaparates y espumillones
inútiles colocados por todas partes; esquivando a hombres vestidos con
estúpidos trajes de un tipo americano que también se cubrió de gloria;
intentas aislar tu mente de lo que realmente te preocupa y buscar un
regalo con el que ganarte el cariño del que lo reciba, alguien que te
apreciará por momentos, mientras sea rentable para su felicidad. Con
las manos llenas y el bolsillo vacío, te diriges a casa de tus
abuelos, donde va a tener lugar la anual reunión familiar. No importa
si el del plato de enfrente es el pariente al que has criticado
durante el resto del año y empezarás a poner verde a partir del día 8,
tampoco importa si no tienes hambre o ganas de comer; simplemente hay
que sentarse en una mesa con la que podría alimentarse la población de
El Salvador durante un mes y medio, sonreír ante los nefastos chistes
del típico tío que trata de hacerse el gracioso sin aproximarse a
conseguirlo, y refugiarte en el último recurso de tratar de ver una
gala de televisión sin lograr escucharla debido a las voces del resto
de los invitados que no han parado de beber sidra desde las nueve de
la noche. Da igual lo que haya ocurrido antes o lo que ocurra después.
Es Navidad.
Sin embargo, de no ser por la pesadez de mi estómago, los cánticos de
los vecinos de arriba y el afeminado abeto que me está mirando por
encima del hombro, nadie diría que lo fuera.
(...) Ahora es Navidad. La felicidad es gratuita, se regala en
carteles publicitarios, en anuncios de la televisión, en deseos
mecánicos. Es tu deber ser feliz en Navidad, no es cuestionable: no
importa lo que te pase, hoy toca ser feliz. Es el espíritu de la
Navidad.
Hoy ese espíritu me ha abandonado. Pero no me preocupa, seguro que
mañana el olor a mazapán me devuelve la ilusión, sorprendiéndome al
tararear una melodía monocorde y repetitiva. Campana sobre campana,
todo será otra vez verde y rojo. Tomaremos las uvas guiados por un
ancestral reloj, rogando al editor de nuestras vidas que se porte bien
con nosotros. Llegarán los Reyes Magos con sus coloridos presentes, y
nos traerán el cariño materializado de las personas que nos quieren y
de todas aquellas a los que les somos útiles para completar su
felicidad. Entonces volverán a llevarse todas nuestras entrañables
costumbres y las esconderán hasta el año que viene. Hasta que vuelvan
tendremos una cierta libertad de pensamiento.
Pero ahora no. He cometido un error al escribir todo esto. Ha sido
reconfortante, pero no era el momento. Un hombre debajo del balcón
rasga sus cuerdas vocales repasando las fechas nacionales y pidiendo a
una tal María que saque la bota para emborracharse. Tendré que unirme
a sus desafinadas notas. Ahora no es tiempo de andar con cavilaciones,
que ande la Marimorena. Hoy hay que ser feliz. Hoy es Navidad.>>
(Extraído de "Espíritu Navideño" - Fabiola A.M., 2004-)