Un crucero por el Mediterráneo de la mano del Papa Luna En una cuidada edición con curiosas e interesantes notas y una soberbia "Antología de textos y documentos"
Prepárese el lector para leer esta apasionante novela (y, con toda seguridad, la que le sigue), porque ni es una "novela más" ni mucho menos "una novelahistórica más". Prepárese como quien se prepara para acometer un precioso crucero cultural por el Mediterráneo. Porque en el Mediterráneo resulta casi imposible hacer un turismo que no sea culto, aun sin proponérnoslo.
El Papa del Mar (1925), es una de las grandes novelas históricas, un libro de viajes por nuestro mar: Niza, Marsella, Aviñón, Vaucluse, Génova, Pisa, Barcelona, Valencia, Castellón, Peñíscola… Y hasta un escarceo por la pampa argentina. Un viaje por el espacio, pero también por el tiempo: de la Costa Azul y la floreciente Argentina de principios del siglo XX a las intrigas medievales de la Europa del Cisma de Occidente. De la profunda Illueca aragonesa, casi castellana, a la Peñíscola mediterránea. Y todo ello de la mano de un guía excepcional, un narrador de primera fila y hombre culto y conocedor de los entresijos de la historia de Europa: Vicente Blasco Ibáñez.
Por si todo esto fuera poco, por si la novela no estuviera lo suficientemente bien documentada, aún nos permitimos añadir medio centenar largo de interesantes y curiosas notas a pie de página y un Apéndice de textos y documentos para todo aquel curioso ávido de ampliar y bucear por los asuntos cardinales de la materia novelada.
Es El Papa del Mar una narración escrita ya en la última etapa del escritor (1925), en cuyas páginas destila su enorme admiración por el también polémico don Pedro Martínez de Luna, Benedicto XIII, destacando su tenacidad, fuerza e influencia decisiva no sólo en la creación de España como primer estado moderno occidental (pues decisiva fue su intervención en el Compromiso de Caspe), sino también en la concepción de las raíces mismas de Europa. Desfilan por esta interesante narración ―como destaca Blasco Contell― los más altos dignatarios eclesiásticos del momento, los teólogos Gerson y Pedro de Ailly; Petrarca, con una evocación soberbia de la vieja Vaucluse; Cola de Rienzo; Juana de Nápoles; Juan Huss; un "Maestro Vicente" que iba a ser, andando el tiempo, San Vicente Ferrer, etc.
Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928). Valenciano de origen aragonés. Su procedencia humilde y su recia personalidad hicieron de él un hombre de ambición y carácter. Fue escritor, periodista, político y editor. Radical en sus ideas, y siempre hombre de acción, se mantuvo alejado de todo lo que hoy consideraríamos políticamente correcto. Miembro por edad de la generación del 98, estuvo también, como Galdós, al margen de sus miembros, personal y estilísticamente. Si aquellos se sentían atraídos por Castilla, él alardeaba de mediterráneo, valenciano, aragonés y, por supuesto, español y europeo. Si aquellos eran elitistas, él hombre del pueblo. Si aquellos hombres de reflexión, él de acción. Si aquellos apostaban por una visión purista del arte alejada de toda cuestión económica, Blasco Ibáñez proclamará con Zola la emancipación del escritor por dinero; y, de hecho, consiguió una importante fortuna con sus libros, siendo el único español de los años veinte con presencia en Hollywood: Los cuatro jinetes del apocalipsis, y Sangre y arena. Los espíritus superiores, ―dice en un voluminoso y apasionado ensayo sobre Argentina, presente en nuestra edición―, deben apreciar el dinero, no por las comodidades que proporciona, sino porque sirve para mantenerse libre y digno. El que no necesita de otros económicamente, puede decir la verdad y darse el gusto de herir con su insolencia a los soberbios.
Qué duda cabe que en el protagonista de la novela, Claudio Borja, a través del cual se nos da a conocer la apasionante vida del Papa Luna, adivinamos también detalles biográficos del propio Blasco Ibáñez. Especialmente su pasión y amor por lo propio que, por supuesto, no se agota en nuestra narración: tú tienes la obligación de ayudarme en esta obra de justicia ―le dirá a Claudio su tío, el canónigo Figueras, en A los pies de Venus (1926)―. Los Borgias deben interesarte más que el Papa del Mar, al que quisiste describir en un libro. Don Pedro Luna está olvidado y nadie lo calumnia, mientras los Borgias continúan siendo considerados por el vulgo como unos modelos de monstruosidad.
Esperamos, como siempre, que el lector disfrute de la lectura, aderezada con las notas y la Antología de textos y documentos que acompañan esta singular edición.
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