lunes, 28 de julio de 2014

VIEJOS Y VIAJES (Javi)



Tras despedir con un gruñido a su secretaria en el andén, el anónimo viajero se dirigió rápidamente al vagón. Viajaba con frecuencia y le horrorizaba volar, así que siempre que lo necesitaba hacía reserva de un compartimento completo en primera clase. Le costaba un ojo de la cara, pero podía permitirse ese lujo. El empleado del ferrocarril tuvo que aplastarse contra la pared del vagón para permitir que aquel enfurruñado señor siguiera su camino sin arrollarlo.
Su pesada anatomía alcanzó el compartimento. Con gesto brusco empujó hacia un lado el tirador. Quedó sorprendido e inmóvil por unos instantes. Un enjuto anciano de aspecto enfermizo le miraba con astuta sonrisa por encima de sus lentes. Airado, el viajero extrajo su billete del interior de su americana y comprobó su numeración: no se había equivocado, sin dura aquel anciano se había colad por error en su compartimento. No quiso iniciar una fatigosa discusión con el viejo, le limitó a proferir varias voces para llamar la atención del empleado que en ese momento abatía la puerta de acceso al vagón. Se trataba del mismo hombre uniformado que estuvo a pnto de derribar un minuto antes. Este dirigió al cliente la mejor de sus sonrisas:
-¿Algún problemas, señor?
El impetuoso viajero contestó con furia mal contenida:
-Haga el favor de decir a este caballero que abandone inmediatamente mi compartimento.
El empleado, servicial, sonrió de nuevo:
-Disculpe señor, pero su acompañante es un regalo de la compañía.
El rostro del cliente enrojeció visiblemente al tiempo que escupía sus palabras:
-Pero, ¿qué estupidez está diciendo?, ¿es que no hay una persona cuerda en este tren?
El hombre uniformado sonrió ámpliamente, sin ofenderse:
-Permítame que me explique, señor. La compañía desea ofrecerle un servicio especial en este viaje sin que tenga que abonar cantidad alguna de más. Usted es un cliente de excepción, y como tal se le obsequia con la presencia de su propia persona, veinticinco años mayor, pero en definitiva se trata de usted mismo, … una hora antes de fallecer. El servicio incluye la reserva de todos los apartamentos de este vagón, y en ellos, usted podrá encontrar sus recuerdos, temores, fantasías y perfidias, y ahora, le sugiero que se acomode y disfrute del viaje. Cualquier cosa que necesite no tiene más que llamarnos.
El empleado, tras despedirse con una ligera inclinación de cabeza, se encaminó de nuevo hacia el vagón contiguo. El atónito viajero cerro la boca. Cabizbajo entró en su departamento y miró a su acompañante.
-¿Qué locura es esta? –preguntó más para sí mismo que al anciano.
Su compañero, que no había abandonado un momento la maliciosa sonrisa, habló con voz pausada:
-Hace mucho tiempo que viajo en este tren con la esperanza de encontrarte, pero no me ha sido permitido hasta hoy, a sólo una hora del fin de mis días. Dispongo de ese tiempo para mostrarte algo que te vas a negar a reconocer: a ti mismo. Es algo que llevo muchos años deseando. Quiero que sepas todo el asco que me das y compartir contigo mi nauseabunda presencia. Quiero que te odies tanto como yo te he odiado.
-¡Basta! –su voz sonó autoritaria, pero la perplejidad de la que era objeto le obligó a permanecer en silencio durante unos instantes. –Usted no es más que un viejo estúpido, y no voy a permitir su desvarío senil por más tiempo.
Dio media vuelta y salió del compartimento, pero al intentar cruzar a otro vagón, la puerta no cedió. Golpeó con fuerza los cristales, pero fue en vano. Desconcertado volvió sobre sus pasos y abrió la puerta de otro compartimento para quedar paralizado ante la visión de una de sus pesadillas: ante sus ojos se abría un oscuro abismo frío y silencioso. Cerró la puerta, pálido, los labios temblando. Volvió a su compartimento. El anciano reía por lo bajo:
-¿Qué te ha parecido?, ¿crees que vas a librarte de mi tan fácilmente? Parece que no has comprendido una sola palabra de todo cuanto acabo de decirte. Yo, por repugnante que te parezca soy tu propia obra. El resultado de toda una vida de maldades, pero no te equivoques, no estoy aquí para reprochártelas, solo deseo que recuerdes las pasadas y adivines las futuras.
El viajero se dejó caer pesadamente en el asiento y miró la oscuridad del exterior deslizándose a 150 kilómetros por hora. La apremiante voz de su acompañante lo sacó de su ensimismamiento:
-¡Mírame! ¡Reconoce tus ojos en los míos, tu lujuriosa boca en este arrugado pliegue sin color, tus arrugas en los surcos de mi piel, mira en mis pupilas y verás centuplicado el malévolo brillo de las tuyas!- La cascada voz del anciano acabó en una carcajada sonora que le hizo estremecer. Tenía que ser otra pesadilla, pero el viejo continuaba su perorata: -No, no te estás volviendo loco: ¡te estás volviendo viejo!- añadió comenzando a reír de forma demente como hiciera antes.
El viajero abrió desmesuradamente los ojos y se abalanzó sobre él, sus manos rodearon la garganta del anciano al tiempo que los dedos se crispaban alrededor del frágil cuello, pero el anciano seguía riendo con el poco resuello que le permitía el estrangulamiento. –¡muere cabrón!, ¡muere!, ¿jódete y muérete!, las manos seguía apretando el estrecho cuello, pero sin saber como, comenzó a aflojar la presión, y el azulado rostro del anciano comenzó a tomar un color más humano.
-¿Por qué no has acabado? - preguntó entre toses el viejo. -¿Acaso sientes miedo de condenarte eternamente?, en cualquier caso mi muerte llegaría demasiado tarde, nada habríamos ahorrado a la humanidad, tu futuro y mi pasado se han preñado de iniquidades.
Aquél calculador hombre de negocios miraba al viejo mientras éste le refería meticulosamente una sarta de fraudes, sobornos, cohechos, estafas, abusos y otras lindezas perfectamente conocidas a las que añadió una no menos numerosa de otras desconocidas y que supuso realizaría en el futuro. Le abrumó la larga enumeración. No se sentía orgulloso de ninguno de aquellos actos, pero era consciente de que de haber actuado de otro modo a lo largo de su vida, jamás hubiera alcanzado el nivel social y económico del que disfrutaba, y a él le gustaba el dinero, sabía que éste movía el mundo del mismo modo que la locomotora del tren en que viajaba arrastraba tras de sí los vagones. Había tenido que elegir hace mucho tiempo si quería ser el lobo o su presa, y había decidido que sería el lobo. Volvió a prestar atención a la voz del viejo debido a un cambio en la inflexión en ella: ya no era tan potente ni irónica, más bien se había convertido en un susurro, lo miró y vio como se masajeaba el pecho y boqueaba para tomar aire al tiempo que sus ojos se abrían desmesuradamente. El viajero saltó de su asiento y salió al pasillo del vagón y corrió a la puerta que antes había golpeado. Volvió ha hacer lo mismo gritando:
-¡Se está muriendo, el viejo se está muriendo!
-No me estoy muriendo, aún no. -la voz llegó débil pero clara desde el compartimento. El viajero volvió junto al anciano que se desabrochaba el nudo de la corbata -¿Porqué has ido a buscar ayuda?
-Porque creía que le estaba dando un infarto o algo parecido.
El anciano sonrió:
-Puede que después de todo yo no sea tu, después de todo.
-¿Por qué?
-Porque no dejé morir a un hombre en circunstancias parecidas, simplemente esperé a que dejara de respirar, y entonces llamé al revisor.
El viajero se empezaba a sentir mal, una nausea subió desde su estómago hacia la misma boca acompañada de una presión en el pecho que le recorrió el hombro y el brazo izquierdo.
Descubrieron el cadáver a primera hora de la mañana. Nadie recordaría a aquel anciano que se bajó en la primera estación sonriendo.


JAVI

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...