Don Cleofás es un
jubilado algo solitario con el que coincido muchas veces en el bar de mi calle.
Cuando tengo tiempo siempre pego la hebra con él. Mejor dicho, él pega la hebra
conmigo, porque yo suelo escucharle, siempre tiene una visión particular de las
cosas. Dice que así como otros practican algún deporte, como correr o jugar al
tenis, él practica el deporte de pensar, y, puedo asegurarles que lo hace
bastante bien y logra algo poco corriente: opiniones propias.
Don Cleofás sabe que está
asistiendo al nacimiento de una nueva sociedad. Una sociedad que ya no será la
suya y en la que será un meteco durante el tiempo en que en ella more. Una
sociedad que le recuerda vagamente al mundo feliz que describiera Aldous Huxley
y que tanto le impactó cuando leyó esta novela en su juventud. La crisis que ha
azotado con tanta intensidad a Europa, y en menor medida EE. UU., mientras
grandes porciones de Asia, China e India sobre todo, vivían el periodo de mayor
crecimiento económico de su historia, junto al fenómeno de la revolución
tecnológica (uno de los principales factores) ha cambiado totalmente lo que se
creía el curso de la historia.
Una sociedad donde el individuo
creerá vivir un mundo de gran libertad: desaparición de muchos
convencionalismos sociales, gran permisividad en materia sexual y aceptación de
uniones entre personas del mismo sexo, desaparición del concepto de fidelidad
dentro de la relación, así como total desenfado en el vestir y en las
relaciones entre los individuos. En fin, migajas de libertad, pero que proporcionan,
en la superficie, la sensación de que se vive una libertad nunca vista hasta
ahora. Frente a esto, a poco que se piense notaremos, que en realidad, vivimos
encorsetados por una fuerte censura social ante los grandes temas, que se consideran
tabú, y ni siquiera cabe cuestionarlos. La opinión mayoritaria en cuestiones fundamentales se nos impondrá
inquisitorialmente, quien se atreva a no aceptarla, o, simplemente, a
discutirla se enfrenta al rechazo de toda la sociedad.
El individuo, que solo existe si
se le permite su libre albedrío, su independencia y libertad, está gravemente
amenazado, será sustituido por la masa. Zacarías sabe que esto se ha predicado
de otros momentos, pero, seguramente, ha llegado el tiempo en que se cumplan las
profecías.
Por una parte, la robotización y
el tratamiento masivo de datos, que descargan de labores al ciudadano y deberían
de abrir la puerta a un mundo idílico de gentes exentas del castigo del
trabajo, gozando de mucho tiempo libre para dedicarlo a sus aficiones o al mero
ocio, no están contribuyendo precisamente a esto, sino, como en la época del
manchesterismo, a la masiva destrucción de puestos de trabajo y a la aparición
de masas sin empleo o con trabajos precarios obligadas a proyectos de vida provisionales,
carentes del imprescindible sustento económico para gozar de una verdadera
libertad.
No hay que esperar que la Universidad
forme a personas con buena cultura y pensamiento independiente. La masificación
de la universidad no lo permitiría, y, además, no va a ser esa su función.
Aparte de ser un almacén de jóvenes donde retenerlos el mayor tiempo posible,
el mercado laboral se estrecha y la Universidad hace las veces de pantano de la
masa laboral, la sociedad no cree necesitar elites muy cultivadas, sino mano de
obra que se acople fácilmente a las herramientas tecnológicas (¿qué arquitecto
sigue calculando a mano la estructura necesaria para una construcción, por
poner un ejemplo?) y que sea versátil y buen comunicador. Recientemente, don
Cleofás ha leído un artículo en el que un catedrático se lamentaba de como en
la universidad no podían emitirse opiniones contrarias a lo políticamente
correcto, ni siquiera como materia de discusión: la esencia de la universidad,
manifestaba, ha sido el ser foro de debate de todos los conceptos en que se
basa, no solo la ciencia, sino, toda la cultura en general. Esa es una
concepción medieval de la Universidad, aquella que no solo era una isla de
libertada espiritual, si no que gozaba de fuero especial, de extra
jurisdicción.
El pensamiento único se impondrá
y ni siquiera será necesaria la coerción de un poder superior, sino por el
medio más sutil de la reprobación por el grueso de la sociedad de lo que se
considere una desviación. Las redes sociales se encargarán de difundir el
pensamiento ortodoxo en las cosas principales, mientras que en lo accesorio,
esas mismas redes, permitiendo todo tipo de ocurrencias, serán las encargadas
de mostrar la gran libertad y permisividad social de que se goza.
La intimidad del individuo está
gravemente amenazada. A ello ha contribuido el fenómeno del terrorismo. So
pretexto de velar por la seguridad de la sociedad se captan y analizan millones
de conversaciones, de comunicaciones de todo tipo. El Fisco y la Banca hacen el
resto, el manejo de efectivo, con la excusa de luchar contra el fraude fiscal y
los negocios ilícitos, se restringe y se obliga a realizar todas las
transacciones a través de las instituciones bancarias (que aprovechan la
ocasión para embolsarse sustanciosas comisiones) todos los movimientos quedan
registrados, archivados, estudiados. Toda la vida de un individuo, incluso su
personalidad, puede rastrearse a través de sus compras y gastos. Los teléfonos
móviles registran nuestros pasos, qué lugares visitamos y en qué momentos del
día; nuestras conversaciones quedan registradas. En fin, la intimidad queda
totalmente vulnerada. La persona queda reducida a una
célula del gran individuo que es la sociedad.
A. Envid
Aquí una está totalmente de acuerdo con la opinión (el criterio)
ResponderEliminarde Don Cleofás, punto por punto. Añadiría que se queda corto
en algunos aspectos, pero no es cierto: si el criterio de Don Cleofás
es el acertado -lo que no dudo- se nos viene encima la esencia de
la inquisición mezclada con ingredientes más perversos, si cabe.
Con todo, una confía en que la vida, el hombre, siempre sale adelante:
lo aprendí en Jurassic Park I, no por deducción, sino porque el científico
lo dice explícitamente en el helicóptero, en el viaje de ida, mientras pone
una gota de agua en la palma de su mano par explicar el azar o algo parecido.
Gracias por la abierta manifestación de Don Cleofás: una creía que se
estaba quedando sola, perdida en la sombra -que está llena de panaderos-.
Narcisa de Alfonso
Doña Narcisa, para que no se sienta sola le regalo esta joya. Es ese coro mudo de Madame Butterfly. https://www.youtube.com/watch?v=4rV0y4syKvQ
ResponderEliminarA don Cleofas le diré cuatro cosas mañana. Es que por la noche mis pilas van con la reserva.
Zitos.
La Conchaparis
Ay hija mía.. por cosas como esta, 50 personas [¿? un coro, vamos] musitando [¿se dice así lo que hacen?], sin usar la voz, vamos, se salvará la humanidad -o por lo menos, yo salvo a la humanidad. [por lo menos hasta que acaben de cantar en el coro]. Claro que también he visto [entre flor y flor, coliflor] a una bella violinista por la que la humanidad también se salva [por lo menos hasta que deje de tocar el violín]. Gracias, Concetta.
ResponderEliminarAquí va mi aportación:
https://youtu.be/zR_bs9aSlWg
Narcisa
Fe de erratas de Narcisa:
ResponderEliminardonde digo que también salvaría a la humanidad por la bella violinista,
se debe entender: por lo menos mientras no toque el violín.
Disimulen.
Gracias
Narcisa