[1] El vagabundo millonario (The
Guv'nor; Milton Rosmer, 1935). Comedia británica de 1935 protagonizada por
George Arliss como un vagabundo que por una serie de malentendidos acaba
convirtiéndose en presidente de un banco. La película fue relanzada en
Inglaterra en 1944 y 1949. En Estados
Unidos se estrenó como Mr. Hobo. Aquí, no tiene mayor relevancia que
emplear su título en castellano para rematar las palabras de Paquita,
criticando la igualdad imperante y cómo un vagabundo puede ejercer cargos de
responsabilidad. En cuanto a la sala de exhibición, debe referirse al Chile Cinema, en el Paseo de San Juan 118 de
Barcelona, inaugurado en 1930. Acabada la Guerra paso a ser el Cine Chile, y el
Paseo de San Juan también se cambió por Paseo General Mola.
[2] Blanco y Negro.
Revista ilustrada. Fue fundada en 1891 por Torcuato Luca de Tena. Más
adelante se convirtió en base de la editorial Prensa Española, que también
publicaría el diario ABC. En su primera etapa, que se extendió hasta el año
1939 (y por tanto es a la que aquí se refiere Paquita Vargas), compitió con
otras revistas ilustradas como La Ilustración Española y Americana y Nuevo
Mundo. Su periodicidad fue semanal en unas épocas y quincenal, otras.
[3] Clara Campoamor (1888-1972), de origen
humilde, estudió Derecho, ya en la madurez, llegando a ser en 1925 la segunda
mujer en pertenecer al Colegio de Abogados de Madrid (la primera fue Victoria
Kent). El 1 de octubre de 1931, como diputada del Partido Radical, defendió el
sufragio universal en las Cortes Constituyentes, con un célebre discurso en el
que entre otras afirmaciones que han pasado a la Historia, sentenció que «sólo
aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos
los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer
que para el hombre (…) Yo, señores
diputados, me siento ciudadano antes que mujer». Victoria Kent, por su parte
(1891-1987), figura también capital en la historia del feminismo español y
primera Directora General de Prisiones, como diputada del Partido Radical
Socialista se ausentó de la cámara en el momento de la votación por el sufragio
femenino, al considerar que la mujer española todavía no estaba suficientemente
preparada para asuntos políticos, debido precisamente a su marginación social,
a su falta de formación; lo que la hacía vulnerable a influencias ajenas a
ella, que solo servirían para beneficiar a las fuerzas más conservadoras (en
este sentido, era notable la influencia del clero y el especial papel que como
madre tenía asignado en la familia). La mujer, pues, debería tomar conciencia plena de todo esto, e
identificarse con los problemas sociales existentes antes de poder ejercer como
ciudadana con derecho de voto. Téngase en cuenta, por último que, entonces, la
mujer tenía derecho a ser elegida (sufragio pasivo) pero no a elegir o votar
(sufragio activo). Algo de todo esto lo vamos a ver en las siguientes palabras
de Marón.
[4] El artículo 26 de la Constitución de 1931,
declaraba suprimidas aquellas órdenes religiosas que en sus estatutos incluyeran
el voto de obediencia a cualquier autoridad distinta de la legítima del Estado.
En este aspecto, afectaba directamente a los jesuitas por su voto de obediencia
al Vaticano. Para las fuerzas de izquierdas, la Compañía de Jesús era uno de
los puntales más activos del poder de la Iglesia, especialmente en materia
educativa. El 23 de enero de 1932, Azaña, anota en su diario: «voy a casa del Presidente de la República, a
ponerle a la firma el decreto de disolución de los jesuitas, aprobado en uno de
los últimos Consejos. Albornoz [Álvaro de Albornoz Liminiana, Ministro de
Justicia] quería que se publicase antes de concluir la semana
parlamentaria, esperando sin duda que las Cortes le hiciesen una ovación. Yo lo
he retrasado hasta conocer la marcha de las cuestiones de orden público, y le
dije que lo firmaría hoy, pero reservándome el enviarlo a la Gaceta según viese
las cosas. He leído el decreto a don Niceto
[Alcalá Zamora, Presidente de la República]; lo ha encontrado bien, dado lo
que es el artículo de la Constitución. El momento no le parece muy a propósito
para publicarlo. Y me hace notar que lo firma sin repararlo en una tilde (…)
Aunque el Presidente de la República cree que no es oportuno publicar ahora el
decreto, yo opino lo contrario. Doy una impresión de desembarazo y seguridad, y
precisamente estos días en que he de ser riguroso con la extrema izquierda, me
conviene serlo también con los del bando opuesto.» (Diarios Completos.
República. Madrid, 1932. Crítica. Barcelona, 2000, pág. 443-444).
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