Recurre a cada instante,
por detrás, por delante,
de manera constante
y no siendo bastante,
con su tesón da el cante,
creyéndose importante.
Su gesto es implorante
su ritmo trepidante,
no hay nada semejante
en el jardín errante
de lo beligerante.
Sobre su mal talante,
no existe interrogante.
Su apelar desbordante
es poco edificante
y con su ¡ay! incesante
se vuelve estomagante.
De pluma extravagante
y apasionado amante
del aire discrepante.
Consagrado currante
de la queja gigante,
del ánimo expectante
y del llanto ambulante.
Del más una variante,
diciendo un sí tajante
al pleito, Dios mediante.
Al perpetuo firmante,
por ir de petulante.
(De la web - Cortesía de F.S.V.)
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