Arcadio, uno de los nuestros… ¡Se habla tanto de él! Se dice que es el hombre capicúa: MNM, todo
Manos, Nariz y Mirada. Que nunca sabes si está de frente o de perfil. Que Matt
Groening se basó en él para el personaje de Homer Simpson, y sobre todo para el
de su jefe: Charles Monty Burns. Que no
es dueño de sus Manos… ni de su Nariz ni de su Mirada.
Que contribuyó a la ruina de muchos cines por los costosísimos pases exclusivos que exigió ticket en mano. Que su afición a la gran pantalla le vino de identificar a su padre Cástulo con Lawrence de Arabia, cuando aquél en sus enfados, cogía la moto y se lanzaba a todo gas por los interminables caminos de Liestos. Y, en fin, también se dice que cuando su hija vino al mundo (ha nacido un ángel) sintió que había nacido una estrella: la fiera de su niña. Por eso le puso Marta, además de Viridiana, para no dejarle salida: una de dos, o como la Pinal o, peor aún, como la Stanwyck en El extraño amor de Martha Ivers.
Que contribuyó a la ruina de muchos cines por los costosísimos pases exclusivos que exigió ticket en mano. Que su afición a la gran pantalla le vino de identificar a su padre Cástulo con Lawrence de Arabia, cuando aquél en sus enfados, cogía la moto y se lanzaba a todo gas por los interminables caminos de Liestos. Y, en fin, también se dice que cuando su hija vino al mundo (ha nacido un ángel) sintió que había nacido una estrella: la fiera de su niña. Por eso le puso Marta, además de Viridiana, para no dejarle salida: una de dos, o como la Pinal o, peor aún, como la Stanwyck en El extraño amor de Martha Ivers.
Sangre y arena. Arcadio
es taurino, pero un taurino especial, con un sexto sentido, con cierta sed
de mal: de esos taurinos furtivos que
acuden al coso esperando con vértigo
que sea el toro, un toro salvaje,
quien mate al torero, ser o no ser, sangre y arena, tener o no tener… Sí, que lo otro ya está muy visto. Pero no es la sangre lo que le asusta: son los
muertos. Y no cualquier cadáver a los
postres ni de entremés, sino auténticos
muertos vivientes, de esos que vienen del más allá. Porque Arcadio, en
trance, a veces… ve muertos. Y cuando los ve, sale pitando con la muerte en los talones, como Cástulo en
su moto por los caminos de Liestos, y se sumerge en un viaje a ninguna parte. Hasta que anochece y de entre los muertos nace un extraño resplandor, una especial luz de
luna que le habla y le exhorta: … ¿Quo
Vadis, Arcadio? Y entonces, tras ese breve
encuentro, cuenta, uno, dos y tres,
se libera, y afloran en él grandes
esperanzas, y ve las cadenas rotas
y se repite a sí mismo: ¡Qué bello es
vivir! Mira luego al horizonte y grita: ¡Esta
tierra es mía! Y se cree el amo del
mundo, Espartaco, el Cid y hasta el Rick Blane de Casablanca, aquel hombre que sabía demasiado.
Arcadio es también funcionario, político y sindicalista (nadie es perfecto), aunque le hubiera
gustado ser el padre Brown y hasta
calzar las sandalias del pescador
(secreta vocación a voces), repartiendo cachetes y peladillas a los niños. Y
aun así se le quiere. ¡La quimera del
oro! Pero como hay amores que matan y Toñi, hasta con su más básico instinto, lo sabe, ha montado este
guateque lejos de las luces de la ciudad y de nosotros, los doce hombres sin piedad de cinezeta,
evitando así que un día como este pueda acabar como el de la bestia o se imponga el
silencio de los corderos.
Pero esto, queridos míos, corderitos, ¡oh, capitán, mi
capitán…!, esto no quedará así: ¡aquí
está Jack!
Servando Gotor
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