Mediados de septiembre, todavía quedan unos días de verano y no ha
comenzado el curso, sin embargo las plazas y calles de Salamanca ya se ven
invadidas por una bulliciosa y alegre multitud de jóvenes estudiantes, que
celebran el buen tiempo y gozan del ocio previo a la apertura del curso. Toda
la ciudad comulga con esta joie de vivre,
una ciudad cuya vida gira en gran medida
en torno a su Universidad por la que es conocida en todo el mundo.
Ahora se cumplen ochocientos años desde la fundación en 1218 por el
Rey leonés Alfonso IX de un Estudio General en Salamanca, génesis de lo que
sería más tarde su prestigiosa Universidad, y motivo por el que se la considera
la primera de España y una de las más antiguas de Europa (1). La efeméride se
ha celebrado con numerosos actos, alguno de ellos con la presencia de los
reyes, pero echamos en falta la puesta de relieve del destacado papel que en el
salvamento y consolidación de la Universidad salmanticense jugó el aragonés
Papa Luna.
La irrupción de las universidades en la Edad Media, al decir de
Jacques Le Goff, supuso la apertura de la cultura a los ciudadanos, que hasta
entonces estaba encerrada en los monasterios, y la ruptura del monopolio
monacal. Reyes y municipios se afanan por prestigiar sus burgos atrayendo hacia
ellos a maestros y estudiantes, fundando estudios generales y universidades, aunque
debían contar con el patronazgo de la Iglesia, pues era quien concedía la venia docendi. Siguiendo estas pautas, el Estudio salmantino
quedó definitivamente erigido en Universidad con la carta de Alfonso X el Sabio
de 1254, que la coloca bajo la autoridad del Obispo, y la bula de confirmación
del papa Alejandro IV del siguiente año.
No obstante, los primeros tiempos de esta universidad debieron ser
poco activos a juzgar por lo que afirma su historiador Alberto Jiménez, quien
asegura que en 1305 estuvo «cerca de su ruina». El restaurador y de hecho
verdadero fundador de la Universidad de Salamanca, en opinión del profesor
Lewis J. Hutton, fue el aragonés Pedro de Luna, que luego sería elevado a la
sede pontificia con el nombre de Benedicto XIII: “Él mismo estudió en Salamanca
-dice-. Su ayuda empezó en 1381 cuando llegó como legado del Papa Clemente VII
y «Visitador» de la Universidad. El hecho principal de este año fue el
establecimiento de tres cátedras de teología, la ciencia de más importancia de
aquella época y que le había permitido a la Universidad de París el dominio
casi total del pensamiento católico y a través del pensamiento, de los poderes
civiles y eclesiásticos”. Como se sabe, Clemente VII inaugura el denominado
Cisma de Occidente y para asegurarse la obediencia de los países de la
península ibérica nombró al cardenal Pedro de Luna legado apostólico para los
reinos de Portugal, Castilla, Navarra y Aragón. El éxito del cardenal aragonés
en su empresa fue completo.
Cuando más tarde, elevado al solio pontificio de Avignon, es ya papa,
Benedicto XIII otorga en 1412 a la universidad salmanticense una prolija
constitución, donde se reglamentan minuciosamente los cargos de la institución,
las cátedras y su provisión, las rentas de que ha de gozar, los salarios, la
manera de colación de grados, etc. Como nos informa Hutton, “A partir de 1412
la universidad salamantina contaba con seis cátedras de cánones, cuatro de
jurisprudencia, tres de teología, una de astronomía, tres de lenguas (griega,
hebrea y árabe), dos de medicina, dos de filosofía natural y moral, dos de
lógica, una de retórica y dos de gramática”. Aparte del cariño personal que el
pontífice pudiera sentir por su antigua universidad, le movió a engrandecerla
las tirantes relaciones que mantenía con la Universidad de París, que le
presionaba para que dimitiera, como modo de resolver el
conflicto de la existencia de dos papas, así que trabajó para que la de
Salamanca fuera considerada como una alternativa a la universidad francesa. Es
de señalar como uno de los actos del primer pontífice indiscutido, Martin V, que
puso fin a la anómala situación de la Iglesia (llegaron a coexistir tres
papas), fue confirmar y actualizar las constituciones otorgadas a Salamanca por
Benedicto XIII.
Benedicto XIII no solo se preocupó de otorgar estatutos jurídicos a la
Universidad salmantina, sino que se empleó en dotarla de los edificios precisos
para albergarla, pues hasta su intervención ésta no contaba con instalaciones
propias y las clases se daban en dependencias alquiladas, bien en el convento
de los agustinos, bien en el claustro de la propia catedral. El Papa impulsó la
compra de los primeros solares, y en la constitución de 1412 obliga a la
construcción de las denominadas Escuelas Mayores, una de las joyas de las que
se enorgullece la ciudad, sobre todo su “puerta rica”. En una de las entradas a
este edificio, la Universidad de Salamanca tributa un homenaje a nuestro papa
exhibiendo las armas del pontífice.´
Antonio Envid.
_____________
(1) El Studium Generale
de Palencia fue anterior, pero tuvo una efímera existencia.
Bibliografía citada
JACQES LE GOFF. Los intelectuales de la Edad Media. Editorial Gedisa.
1996.
ALBERTO JIMÉNEZ. Historia de la universidad española. Madrid, Alianza,
1971. Cita de Hutton.
LEWIS J. HUTTON. Don Pedro de
Luna (1328-1423), habilitador del Renacimiento en España. www.cervantesvirtual.com/..
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