Con su alegre parloteo y trazando caligrafías
imposibles, los bandos de grullas
atraviesan estos días los cielos del sur de Zaragoza, se dirigen a los
humedales de Gallocanta. Sin embargo, tras su largo viaje desde las regiones
boreales, verán frustrado su destino, pues lo que otros años representaba un
idílico lugar para sus vacaciones, hoy, azotado por la sequía que padecemos, lo
hallarán seco y poco acogedor. Tendrán que buscar, improvisando, otros
alojamientos.
Me produce cierto desasosiego el que no
podamos recibir como se lo merecen a estos simpáticos heraldos de la primavera.
A su paso es como si fueran recogiendo el invierno, guardándolo para la
temporada siguiente. El alma se nos ensancha a su vista. Sabemos que el
invierno todavía no ha terminado, pero los días más duros ya han pasado y que
la luz solar se alarga. En tiempos, los campesinos comenzaban a revisar sus
aperos y a llevar al herrero los rejones y arados para lucirlos, los trovadores
comenzaban a encordar sus laudes y las niñas ensayaban sus canciones mientras
probaban los alegres vestidos que llevarían en la próxima primavera. Hoy, en
esta sociedad urbana, prosaica y monótona, el curso de las estaciones no nos
inquieta, tenemos fresas en cualquier tiempo, el día se alarga todo lo que
queramos con el simple apretar el botón “on”, y el frio se combate con
confortables calefacciones. Pero las grullas no pararán entre nosotros esta
primavera.
Los magnates de la tierra, quienes detentan
las riquezas, niegan, pues perjudican sus intereses, que se esté produciendo un
cambio climático de consecuencias desastrosas, afirmando que todo el trastoque
del curso natural de las cosas es debido a cambios cíclicos, que siempre han
existido y nada debe preocuparnos. Puede ser, pero este año, a pesar de lo
madrugadoras que han sido, las grullas no nos acompañarán
esta primavera.
Antonio Envid
Antuán, lo del alegre parloteo me ha dejado muerta matá :-)
ResponderEliminar'Pero las grullas no pararán entre nosotros esta primavera'.
ResponderEliminarAy, D. Antonio, las grullas no pararán esta primavera, pero ha sido ese 'entre nosotros' el que me hace pensar que el invierno y la sequía continúan fieros, porque 'entre nosotros' [como cuando el grajo vuela bajo] hace un frío del carajo,
y 'entre nosotros' queda solamente un secarral y un cadáver roto entre las piedras. Ese 'entre nosotros' dejó de acompañarnos mucho antes que las grullas [¿o son avutardas los pollos que paran en Gallocanta?].
Ese 'entre nosotros' no existe, D. Antonio, resultó que sólo era una costumbre molesta, y muy molesta cuando cambiamos 'entre nosotros' por 'sálvese quien pueda', y en eso estamos: cada uno rodeado de tierra baldía -y encima, helada y reseca. ¿Cómo iban a detenerse las grullas en un 'sálvese quien pueda'?
Qué frío y qué seco está el patio, coño.
Un abrazo cordial
Narciso de Alfonso (tal vez)
Don Narciso, pensé que entraría en shock al leer la entrada de Don Antonio y parece que no ha sido así, lo veo sonriendo socarronamente. Lo bueno del asunto es que ha provocado que usted escriba y ya por ese hecho agradezco a Don Antonio el parloteo de sus grullas. Y, ya sabe, besitos.
EliminarA Concha, recalcitrante urbanita, he de recomendarle que salga al campo, atendiendo no pisar una caca de vaca, respire hondo, procurando no tragarse ningún moscardón, y mire al cielo, no tanto por contemplar a las grullas, si no porque no se le caguen encima. Antonio
ResponderEliminarNarciso, como siempre, tu reino no es de este mundo. Vuelas por regiones boreales como estas grullas buscando el agua lustral en las charcas. Un abrazo. antonio
ResponderEliminar@ Servando : gracias por esas publicaciones de Antouin, comentadas por Narciso et puestas al "publico" por ti
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