El policía, con cara de aburrimiento por esa labor mecánica de preguntar siempre lo mismo y obtener vaguedades, en un asunto que, por otra parte, carece de cualquier interés.
- Veamos señora, con respecto a su vecino ¿conoce usted su identidad, en qué se ocupaba, que parientes tenía?
- ¿Ha sido un crimen? ¿lo están investigando?
- Mire señora, quien hace las preguntas soy yo, pero para satisfacer su curiosidad, no creemos que fuera un crimen, el forense dice que murió de un infarto, pero tenemos que hacer una encuesta para conocer las circunstancias y le agradezco su colaboración. La suya y la del resto de vecinos de la casa.
- ¡Ah, me alegro! Entiéndame, señor inspector, no me alegro de que haya muerto, ¡pobre señor!, sino de que no fuera un crimen. Hay tantos delitos según los telediarios, y tantas habladurías por la vecindad, que yo estaba con algo de miedo. Una señora mayor, cualquiera sabe lo que le podrían hacer esos desalmados….
El agente muestra cierta impaciencia. La señora es de esas que pueden pegarse toda la mañana de cháchara insulsa para no sacar nada en limpio, y él tiene que salir con un compañero a tomar el café. Un moscardón tontaina da vueltas por la habitación pegándose golpes contra las paredes.
- Bueno, bueno. Centrémonos en lo que interesa, que usted tendrá cosas que hacer, y yo, también. ¿Conoció a alguna de sus amistades, algún pariente, alguien que pudiera identificarlo?
- Pues, no, no señor, no vi nunca a nadie que viniera a visitarlo. Nunca me tropecé con nadie que fuera a su piso. Eso no quiere decir que nunca fuera nadie, que una no es una fisgona, que una no está espiando lo que hacen los vecinos. Como decía mi madre, cada uno en su casa y Dios en la de todos…
- Pero sabrá algo de él, algo que él mismo le dijera o comentara, entre vecinos siempre hay conversaciones.
- Pues mire señor inspector…
- Llámeme, agente, por favor…
- Bien, señor agente. Este señor era muy atento y muy educado, siempre te cedía el paso, te abría la puerta, y siempre saludaba. Que hoy, eso no se ve con tanta frecuencia, sobre todo en los jóvenes, que no sé que educación les hemos dado. Yo se lo digo a mi marido, Manolo…
- ¿Pero le contaba algo o no?
- Contar, lo que se dice contar, no, era muy reservado. Siempre, buenos días, buenas tardes, y eso, como mucho si hacía calor o frío o habían dicho que iba a llover. Nada, lo que se dice cunado no se quiere decir nada.
- Bien, ya está, hemos terminado. Muchas gracias, ha sido muy valiosa su colaboración. Buenas tardes.
El agente mete con fastidio la declaración en el expediente, mientras, llega el compañero que esperaba.
- ¿Qué hay, Matías? ¿Has sacado algo en limpio?
- En el Registro Civil insisten en que es imposible de que se trate de este sujeto, a pesar de la documentación que encontramos en su apartamento que acredita que es él. Les he enseñado el DNI, extractos de la cuenta bancaria, en fin, los documentos personales, pero nada, que no puede ser, que ese individuo murió hace siete años, que ahí está la inscripción de fallecimiento, y la causa, infarto, y la filiación coincide, pero de eso hace siete años.
- Pues, asunto concluido, lo mandaremos todo al fiscal y que haga lo que tenga que hacer, nosotros hemos terminado. Anda, que se nos hace tarde para tomar café.
- Hay quien se muere y no se entera, ni él ni los demás, y lo entierran siete años más tarde.
Antonio Envid
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