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The Vine Harriet Whitney Frishmuth, 1923 Met, NY (sgs) |
Carraway, el personaje que hace de relator en “El Gran Gatsby”, ha sido invitado por su prima Daisy, que está casada con el rico Buchanan, a cenar en su mansión de Long Island. Carraway es el pariente pobre y Buchanan le muestra los salones de su gran casa, los amplios jardines de estilo francés, la lancha motora. Carraway describe a Buchanan como un prepotente engreído, se ve que no le cae muy bien. En la cena desliza un sutil aguijón, el burdeos es excelente, aunque tenga un ligero sabor a corcho. Es como decir que la mansión, la cena y todo sería perfecto si no fuera por Buchanan. Por cierto que en la versión que leo, la de Anagrama de 2011, que suele cuidar sus ediciones, el traductor ha sufrido un pequeño despiste, pues traduce “claret” por clarete, en lugar de burdeos. En el caso de que el traductor estuviera acertado y no errado, la ironía habría sido de más calado ¡pues, solo a un rico americano ignorante se le habría ocurrido servir un clarete en una cena con invitados! Pero esa malevolencia no sería del todo descartable, pues Scott Fitzgerald escribe su libro en la Riviera francesa, de modo que tendría ocasión de probar los claretes del mediodía francés y, por otra parte, buen conocedor del ambiente elegante neoyorkino de su tiempo, sabe captar en su relato toda la mundanidad y elegancia de las faustuosas fiestas de Gatsby, el rival de Buchanan en el amor de Daisy, y buen amigo de Carraway, llenas de luz, música y “champagne”, propias de aquellos desmesurados años veinte del pasado siglo. El clarete no puede ser nunca excelente, es un vino si es no es, algo ambiguo, como las ancas de rana, que no son ni carne ni pescado. A veces se le confunde con el “rosado”, que no es lo mismo, pues el clarete se obtiene haciendo fermentar el mosto de una mezcla de uvas tintas y blancas –algún desaprensivo lo obtiene directamente de la mezcla de vino tinto y blanco- , y aunque puede resultar agradable en verano, bien fresquito, jamás ningún clarete entrará en la categoría de los grandes vinos.
Asombrado al ver un clarete en la mesa de un magnate he acudido al diccionario Oxford para enterarme de que los ingleses, también los norteamericanos, denominan “claret” al burdeos, tinto, por supuesto, y de paso quedo informado de que la palabra procede, como no, tratándose de vinos, del viejo francés en el que al vino se le denominaba “claret”, y este vocablo, a su vez, del latín medieval “claratum (vinum)”, vino clarificado, esto es, vino de buena calidad, pues el de pasto se tomaría sin filtrar, como todavía se toma en el norte español el vino turbio. La adopción de la palabra por el inglés se produciría en el tiempo en el que el ducado de Aquitania, y con él la tierra de Burdeos, pertenecía a la corona de Inglaterra, ya que hace varios siglos que no se produce vino en la isla británica.
Antonio Envid