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Y entonces va Raúl y dice que ellos, Martita y él, en que pueden se van por ahí, por el extranjero, que hay que conocer otras culturas, otras formas de pensar y de ver las cosas, que hay que airearse por ahí fuera, que si te quedas aquí, a la playa y al pueblo, el cerebro se te va reduciendo y va tomando la forma de la boina. Hay que abrir la mente y estar dispuestos a aceptar otras visiones del mundo. ¿Qué entenderá él por otras culturas y otras visiones, aparte de la cultura y la visión de los partidos que dan por la tele? Te acuerdas Martita, dice el tío, aquellas vacaciones en Corea ¡Qué país más bonito y exótico! y qué baratos estaban todos los chismes electrónicos. No nos lo íbamos a creer, pero este móvil que lleva se lo compró allí por cinco dólares. Nada menos que este samsung, con todas las aplicaciones que tiene. ¿Y cuando estuvimos en Turquía? Mirar este frigorífico ¿qué os parece? Turco. Turco de los pies a cabeza, y sin turbante ¿Qué os creéis, que solo tienen alfombras?. Es que hay que salir y enterarse. Es verdad, Martita, que nos pegaron una clavada en la aduana cuando nos lo trajeron, pero aun así, nos salió barato, y funciona perfectamente. Mientras, yo sudando tinta de calamar para abrir la botella con aquel artefacto que habrían comprado en Kamptchatka o en el Katmandú, y sería de asta de reno o de hueso de mono fósil y, además de ser una joya de la artesanía local, les habría resultado baratísimo, pero antes podrían haber probado el chisme éste en los testículos del top-manta que se lo vendió. Pero cuando mencionaron el collar de coral adquirido en una jaima del desierto de Gobi, o en la tundra siberiana, vete tú a saber, me entró una risa floja, que todavía me dura. Es verlo para creerlo. Resulta que una noche que nos fuimos a bailar, la inefable Martita se puso el flamante collar de coral para realzar su gracia natural. Con los bailoteos y los cubatas comenzó la exudación general y de pronto, Marta que lanza un grito, ¡estoy herida, estoy herida! alguien me ha clavado algo en el cuello, ¡me desangro! ¡qué me muero, qué me muero! ¡hacer algo, qué me desangro!. En urgencias le quitamos el collar y los hilillos de sangre que le caían del cuello abajo procedían de aquellos valiosísimos corales que tan baratos le habían costado. Eran unos corales de una clase rarísima, con propiedades sobrenaturales, pues al contacto con el sudor despedían un liquidillo de un color rojizo sanguinolento. Menos mal que no nos había atendido ningún sanitario, como suele ocurrir, y nos fuimos a más de a paso y más corridos que el culo de las papionas del zoo de Barcelona. Y el tío seguía con la barrila de las culturas y lo bueno de respirar otros aires, adquiriendo otros conocimientos, y yo luchando con aquel infernal chisme que me destrozaba los dedos, entonces comprendí la fuerza que tiene el sentimiento de amistad, pues frenaba mi deseo casi irresistible de estamparle la botella en la testa para contribuir, yo también, a abrirle la mente a otros mundos. Como dicen que la venganza es como el gazpacho, que se sirve fría, les aguarda, el próximo viernes que vendrán a casa, hora y media de vídeo por las selvas hondureñas, que los va a dejar calmados por unas cuantas semanas.
muy bueno. M
ResponderEliminar¿Este tipo de gente existe ? Vlad
ResponderEliminarSí, doy fe de ello. Hay gente que viaja solo por decir que viaja. Tanto como la historia no, desde luego.
ResponderEliminarY ya ni hablemos de esos que creen que solo se pueden hacer labores humanitarias si te vas a África con los pobres. ¡Como si aquí no hubiese gente con problemas y pobres! Que en África estarán muy mal, pero no hace falta cruzarse medio mundo para ayudar a los demás.
M
Quiero decir que si te quieres cruzar medio mundo lo haces, desde luego. Pero si tienes ese espíritu de sacrificio, tan grande como para irte tan lejos, mientras te vas y estás aquí podrás ayudar a la gente que hay aquí. Digo yo. Pues hay gente que solo se acuerda de ayudar si para ello tiene que montarse en un avión. Supongo que porque así tienen una historia para contar.
ResponderEliminarM
He creído entender el matiz, de que hay gente que viaja, sin conocer antes su país a fondo.
ResponderEliminarHa estado entretenido Antonio. Me sorprende la imaginación que tienes para crear personajes. ¡qué envidia!
Un abrazo
Ángel
Mucha gente no viaja, simplemene se traslada y, además, lo hace con todo su mundo a cuestas, como el nuevo inquilino de Ionesco (están en Turquemenistán y piden un bocadillo de jamón y una copa de rioja). Pero también está el amigo coñazo que tiene que contarte sus maravillosas vacaciones y largarte la sesión de fotos o de vídeos.
ResponderEliminarEsto de crear personajes también lo haces tú, Ángel,en tus viñetas, además tienes una gran capacidad para relacionar conceptos aparentemente inconexos, como queda patente en tus poemas. Te propongo un ejercicio divertido, sientate en una terraza y ve imaginando una vida, una profesión, el carácter de alguno de los transeuntes que pasen.
Armando Muchabulla
Pues lo voy a hacer, a ver dónde acaba la historia.
EliminarGracias por el consejo.
Ángel
Iba a decir ¡buena caricatura, Sr. Bulla! Pero no creo que sea una caricatura pues puedo acreditar lo siguiente: entrar en una gran outlet al punto de la mañana y salir... ni p.i a que hora salieron.
ResponderEliminarImagino que comerían en el propio outlet, que digo yo que no estarían todo el día en ayunas.
Lo sorprendente es que en el reencuentro, sobre las 11 de la noche, estaban frescas y lozanas. ¿Como es posible esto?
La Conchaparis
Conozco gente que trota por el mundo y que apenas conoce España, o la Europa más cercana. Suelen alegar que ya tendrán tiempo más adelante de visitar las cercanías, cuando tengan hijos, y que ahora lo que toca es recorrer el mundo en libertad y sin cargas. Le pregunté una vez a uno de ellos si sería capaz de viajar sin cámara de fotos, y reaccionó burlón, como si mi duda fuera la más absurda de las ocurrencias. Cuando regresan me divierte coincidir con ellos. Hablan de lugares remotos con una familiaridad ridícula ("Estuvimos más al Suroeste, en la zona de Phucket"). A mí también me gusta viajar a lo desconocido, como a casi todo el mundo, pero a poder ser con pocas fotos y disfrutando de mi pareja. Y experimentado, hacia los últimos dos o tres días de las vacaciones, las ganas de regresar a casa, tomarme un vino o comerme una ensalada.
EliminarJ. Iribarren