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AEM |
Al pie del edificio que muestra la foto, en la Múnsterhof de Zurich, está la placa conmemorativa del discurso que Wiston Churchill pronunció en la universidad de esta ciudad suiza el 19 de septiembre de 1946 con la frase, en alemán, “steh auf Europe”, con que terminó su alocución. Con este “levántate, Europa” el brillante estadista británico invitaba, por primera vez, a construir un Estado europeo y los historiadores consideran que fue el arranque, en una Europa hundida por la guerra, de la actual Comunidad Europea.
Hoy, la unidad europea, de tan fatigosa construcción, está en peligro por las deudas que sus distintos países arrastran. España presentó en Bruselas en marzo de este año una serie de medidas a tomar para arreglar nuestra situación. El Consejo europeo emitió un documento sobre estas medidas en junio pasado; en él, entre otras cuestiones no siempre favorables, manifestaba sus dudas sobre que el Gobierno español lograse meter en cintura a las comunidades autónomas para que no prosiguieran aumentando sus deudas. He ahí el origen de la reforma constitucional que propugna el Gobierno para poner un límite al endeudamiento de estas comunidades.
Asombra ver como organismos tan alejados de esta cuestión, como los sindicatos, arremeten contra una medida tan sensata como es impedir que sigamos endeudándonos, hasta las cejas, con prestamistas que cada vez exigen mayores intereses por sus préstamos. Somos como aquellas familias que hipotecan el patrimonio y hasta la cubertería de plata a usureros prestamistas para mantener un tren de vida que están lejos de poder permitirse. ¿Qué dejaremos a nuestros hijos? deudas de imposible pago y enormes intereses que agoten el presupuesto nacional.
Cuando, ante la desbandada del capital, Argentina hubo que declarar “el corralito” su deuda pública no superaba el 60% de su PIB, pero tenía 23 provincias, cuyos gobernadores no cesaban de emitir deuda. Los mercados financieros no veían cómo Argentina podía parar esa sangría y por eso la declararon insolvente. En España, para que crean que vamos en serio, no nos ha quedado más remedio que elevar a norma constitucional una norma de prudencia tan elemental como: “no gastes más de lo que tengas”, ha sido la única forma de poner un coto a tanto irresponsable político como pulula por ahí. (N.B. no obstante, me temo que saldrá una fórmula tan ambigua y descafeinada, que hará reír en su tumba a Romanones: que hagan la Ley, que yo haré el reglamento).