Imagen: tragos-tragos |
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He de pedir disculpas por las lucubraciones a las que me entregué el otro día y que impidieron que hablase del dry martini, pero es que con los años uno se vuelve discursivo, o sea que hoy procuraré ceñirme al asunto. Por cierto que eran excelentes los que tomaba en el Casino español de Bata, cuando así se llamaba la capital de lo que era nuestra colonia de Guinea. Me los elaboraba un camarero leonés que alardeaba de haber trabajado en el Plaza de Nueva York, donde don Luis Buñuel no permitía que se los preparase otro sino él.
Aunque en este casino lo que más corría era el güisqui. Los funcionarios de la colonia de las categorías superiores, empleados del Banco Exterior de España, los agentes de Aduanas, algún que otro médico o abogado, y más raramente oficiales del ejército y administradores de plantaciones de paso (los propietarios tenían el buen gusto de no aparecer nunca por Guinea), nos reuníamos a pasar la tarde en el Casino. Combatíamos el calor ecuatorial con aire acondicionado a punto de congelación y al aire expelido por los aparatos, con esmóquines de auténtica lana inglesa (alguien sugirió una vez, que el auténtico traje de tarde era el frac, pero afortunadamente nadie lo oyó), y al frígido aíre y al esmoquin les hacíamos frente consumiendo güisquis traídos especialmente desde los highlands escoceses, provistos de abundantes cubitos de hielo de la Península, ambos proporcionados por la tripulación de Ibería, que se unía gozosamente a nuestras veladas.
Dejábamos que las horas se fueran ahogando en nuestros vasos de güisqui, que diligentes camareros iban cambiando por otros recién preparados a medida que el deshielo de los cubitos los iban aguando, de modo que debía ser uno de los lugares del mundo de mayor consumo de güisqui per cápita, incluso hubo alguna asociación de destiladores que envío una comisión para descubrir en qué consistía y hallar la fórmula que les permitiera aumentar el consumo de su agua de vida en el mundo. En esto, comentar con desgana y siempre dentro de la mayor ortodoxia las noticias que venían en la prensa que nos enviaba puntualmente Madrid, (ABC, Pueblo, Marca…) y escuchar con arrobo, alguno cerraba los ojos incluso, aunque sospecho que no siempre para apreciar mejor la melodía, los últimos vinilos de ópera y música clásica que nos llegaba de Londres, discurrían estas apacibles vísperas, completadas con alguna partida de bacará o póker. Cuando las simétricas pajaritas de nuestros inmaculados y planchados cuellos de camisa inglesa dejaban de estarlo y amenazaban algunas con echar a volar, era el momento de dejar el güisqui y pasar al aperitivo para la cena. Ahí es donde entraba a oficiar mi reconocido camarero leonés.
Cuando recuerdo aquellas lentas tardes coloniales, el boy esperándome fuera por si necesitaba de sus robustos brazos para llegar al hotel, los enervantes perfumes nocturnos de la selva cercana, un son de negros sonando en la lejanía…, me invade la melancolía y abomino de los vientos de la Historia que aventaron tantas cosas hermosas que hacían la vida deseable. Como comprenderán, con este disgusto que llevo no me encuentro en las mejores condiciones para abordar el tema del dry martini, que es toda una cultura lo que le rodea, y habrá que dejarlo para mejor ocasión.
Antonio Envid.
¿Cuando estuvo usted en Bata?
ResponderEliminarJe, muy buena peregunta, querido Anónimo, también yo me lo había cuestionado y esperaba a plateárselo al autor personalmente a la primera oportunidad.
ResponderEliminarDe todos modos -es sólo una gracia- yo me imagino que en el colegio pudo ser uno de los sitios en que estuvo el Sr. Envid en "bata, igual que por su casa andaba, es un decir, "en" zapatillas.
En fin, esperemos que nos lo aclaré él (¿sería en la mili? ¿Algún viaje de negocios? ¿algún viaje... inconfesable? ¿algún viaje... viaje?
No sé, no sé si podré dormir sin resolver el enigma... ¡Bata! El otro día vi en TV un programa muy bonito sobre la zona (y muy triste también, a veces algo puede ser triste y bonito a un tiempo, qué cosas).
Nada, era sólo hacer una pequeña y tonta broma.
Saludos cordiales en todo caso.
Servando Gotor
estimados señores preguntones, yo no he estado nunca en bata, siempre se me hallará correctamente vestido.
ResponderEliminarAntonio
La verdad es que lo he releído para abordar los dos siguientes de nuevas, a modo de "lanzadera" y sólo faltaba la chica rubia y el león (a Mozart y a su concierto de flauta lo pongo yo): Sr. Envid: está usted en esta entrega tal que el mismo Hemin-güay, escribiendo quiero decir, porque físicamente yo lo veo como el mismísmo Redford en Memorias de África.
ResponderEliminarMe ha gustáo, incluso creo que ha ganado en la segunda lectura.
Me voy al III y opino (sólo el hombre tropieza dos veces en la misma piedra: me engañó en la primera entrega y a vuelto a hacerlo en la segunda: sigue sin hablar del dry martini... que, por cierto, tal y como empezó parecía que el s-nob iba a acabar como un hortera pero invertido: con un curso de cata de agua en toda regla). Voy al III
Saludos
Bueno, respecto al post del blogger (ese de las 21,37) quiero hacer notar que usa gafas de xxxx dioptrías.
ResponderEliminarA buen entendedor...
Srta. Malísima