JIGS |
“Doy clases de Latín y Griego a cambio de comida para mi perro”. Así decía el anuncio colgado en el cristal de la puerta del portal donde vivía éste profesor. Anuncio recogido por un periodista y muy bien comentado por éste, por cierto.
¡Pobre profesor!, ¿no? y sobre todo, pobre perro, que parece que se quedaba cada día, o al menos, muy a menudo, sin comer.
A estas horas reconozco que no sé si el profesor habrá conseguido ya dar esas clases de Latín y Griego y si, por consiguiente, el perro tendrá ya su comida.
Reconozco también que nunca he tenido un perro. No sé si un perro come mucho o poco. No sé lo que cuesta, en el supermercado o en cualquier tienda, en euros o pesetas, la comida de un perro.
Pero sí creo entender al pobre profesor, quizás ahora ya, mayor de edad. En su juventud, cuando las Humanidades y entre ellas el Griego y el Latín, valían pero que muy mucho, él en su juventud optó, animoso de decidido y quizás también enamorado, por esos estudios. En aquellos tiempos, saber Latín equivalía a ser un tío que sabía y que valía mucho. Los que pasaban a su lado decían: Ese sabe hasta Latín ...
Pero eso era entonces. Ahora que las clases de Latín y Griego han casi, o sin casi, desaparecido y se valoran muy poco o nada y que, además, me imagino que la comida para los perros habrá subido lo suyo en euros o en pesetas, la cosa está clara: Si no hay, como parece ser que no las hay, clases de Latín o de Griego, tampoco hay comida para el perro.
Pobre profesor ¿no? y pobre perro. El ideal, o al menos, lo normal, sería que los dos tuvieran para comer, el profesor y el perro. Pero está claro que alguien se quedaba sin comer...
Me imagino al viejo profesor habitante solitario de un piso sin grandes comodidades, quizás con una pensión o un sueldo sin grandes capacidades adquisitivas.
Me lo imagino y lo admiro también.
Por amor y cariño hacia su perro es capaz el profesor, en estos tiempos de Humanidades devaluadas, es capaz, de intercambiar sus clases de Latín y Griego, de intercambiar, digo, no de vender, por comida para su perro.
En fin, me gustaría mucho que este caso se hubiera resuelto ya satisfactoriamente para el profesor con sus clases y para el perro con su comida. Y también me gustaría que el Griego y el Latín volvieran a ser lo que antes eran. Pero de que esto llegue a ser así algún día, me caben ya muy pocas dudas.
POST SCRIPTUM (o sea, en castellano, “después de escrito”). Ahora resulta que mi hijo mayor ha comprado y traido a casa un perrito para que lo atendamos entre todos los de la familia. El perrito es muy juguetón y un poquillo travieso pero es muy cariñoso y tiene su pizca de gracia cuando hace las cosas. Lo que creemos que irá en aumento cuando sea mayor. Alguien dijo que tener un hijo te complica la vida. Pues, anda, que tener un perro, ni te cuento...
Mariano Berdusán
de El color de mi cristal
Gracias Servando.Ni te imaginas la ilusion que le hace cuando le publicas algo.Un abrazo.
ResponderEliminarMARIANO HIJO.
Mariano (hijo), gracias a él, a Mariano-padre porque todo lo que hace está, además de muy bien hecho, lleno a amor y humanidad.
ResponderEliminarYo, y no creo equivocarme, todos los que andamos por aquí le tenemos gran admiración.
Un abrazo.
Servando gotor
Un lujo los regalos que nos hace D. Mariano.
ResponderEliminarLa Conchaparis
Yo también soy una admiradora del Sr. Berdusàn. Hay personas que por diferentes motivos no tenemos contacto con seres tan sencillos y cercanos como él. Gracias a su obra conocemos la existencia de la virtud que no hallamos de otra forma. Sentimos esa humanidad que nos sirve de ejemplo.
ResponderEliminarGracias.
Vladmira
Sobre todo sencille. Me sorprendió mucho cuando le conocí; que simplemente hiciese alusión a que usted sólo traduce.
ResponderEliminarEs envidiable su convicción tan férrea, en todos aspectos.
angel
Perdón quería decir sencillez...
ResponderEliminarhe aquí un luminoso ejemplo de lo que es la amistad..... entre un perro y su amo
ResponderEliminarporque de no tratarse de un perro, otro habría abandonado al profesor haría tiempo
un perro es un amigo para toda la vida... aunque sea de perros.
antonio