ACERCA DEL DRY MARTINI (III)
Dicen que a la tercera va la vencida. A ver si es verdad. De modo que vamos a hablar por fin del “dry martini” y de la mano de uno de sus maestros, Luis Buñuel, que le dedica prácticamente un capítulo de “Mi último suspiro” su libro de recuerdos, más que memorias (1). En primer lugar un “dry martini” no puede tomarse en cualquier lugar, hay que buscar un bar: “Yo he pasado en los bares horas deliciosas. El bar es para mí un lugar de oración y recogimiento, sin el cual la vida es inconcebible”. Pero el bar del que habla don Luis no es el bar al uso, simple taberna modernizada con mobiliario de plástico y luz de neón, sino la genuina barra americana, una de las pocas aportaciones estimables del pueblo americano a la civilización occidental (2): “Tiene que ser, ante todo, tranquilo, mas bien oscuro y muy cómodo. Toda clase de música, incluso música lejana, debe estar absolutamente desterrada (al contrario de la infame costumbre que hoy se extiende por el mundo). Una decena de mesas a lo sumo, a ser posible de clientes habituales y poco comunicativos.” Don Luis los encontró en el Madrid de la época, en los sótanos del Hotel Plaza, en el Hotel “el Paular” (a lo lejos, de vez en cuando, pasaba la silenciosa sombra de un camarero, respetando mi recogimiento alcohólico, dirá de éste) y en “Chicote”, aunque este último más para estar con amigos; y en Nueva York, el bar del “Hotel Plaza”; de Méjico recuerda el bar del Hotel “San José Purúa” de Michoacán. Pero no los encontró en París, que es ciudad de cafés, algo muy distinto al bar, pues el “café” es para conversar no para onanísticos pensamientos. Hoy no los hallaría en ninguna parte. En estos lugares es donde el maestro atrapaba, entre martini y martini, las geniales escenas de sus películas. Don Luis asegura que la ginebra es un excelente estímulo para la imaginación, y no hay porqué no creerle.
Don Luis reconoce que el dry martini es básicamente ginebra y unas gotas de vermut y que probablemente es un invento americano. Al parecer fue inventado por un barman del Hotel Plaza de Nueva York de origen italiano, un tal Martini. Pero luego, cuando se adentra en su descripción, el asunto se complica. Hay incluso escuelas de martinistas, y como si de una discusión teológica se tratara, Buñuel asegura, que para los buenos catadores el vermut ha de ser “Noilly-Prat” (1), la ginebra ya no importa tanto, con tal de que sea una buena ginebra inglesa, incluso para los más puristas es suficiente, aunque siga siendo esencial la clase de vermut a utilizar, que un rayo de sol atraviese una botella de “Noilly-Prat” antes de dar en la copa de ginebra. Esto de comparar el martini con la explicación de Santo Tomás para el dogma de la sagrada concepción encantaba a Buñuel, “ateo, gracias a Dios”, como le gustaba decir.
Él prefiere la siguiente fórmula: Poner la víspera todo lo necesario, copas, ginebra y coctelera, en la nevera. Al día siguiente, sobre el hielo bien duro (ha de estar exactamente a veinte grados bajo cero) se vierten unas gotas de “Noilly-Prat” y media cucharadita de angostura, agitar bien y se tira el líquido, conservando únicamente en la coctelera el hielo perfumado por el vermut y la angostura, sobre este hielo se echa la ginebra pura, se agita y se sirve. La ceremonia de la preparación parece más importante para don Luis que el acto de saborear el cóctel. En sus últimos años en que la sordera y la edad lo mantenían bastante alejado del mundo y apenas salía de su casa, la preparación de sus dos martinis diarios, uno antes de la comida y otro antes de la cena, marcaban dos hitos importantes en su jornada, eso y alguna visita de algún amigo, señaladamente un dominico, que no identifica, completaban su día. Educado por los jesuitas, de los que guardaba un buen recuerdo, Buñuel, ateo confeso, convencido de que no existe nada más allá de la vida presente, estaba, sin embargo, fascinado por la Iglesia católica, por su liturgia y por sus misterios. En el arte de Buñuel, como surrealista convencido que fue, cobra gran importancia la parte irracional de nuestra naturaleza, el subconsciente, de modo que en sus películas aparecen referencias constantes a la religión, no irreverencias, como erradamente pudieran calificarse, sino, simplemente, como la expresión de ese subconsciente.
El matrimonio entre el “dry martini” y el cine es de largo alcance. Un “gibson”, que es una de sus variedades y se adorna con una cebolleta, es lo que toma Bette Devis de un trago antes de pronunciar aquello de: “Fasten your seatbelts. It’s gonna be a bumpy night” en Eva al desnudo (abróchense los cinturones, va a ser una noche muy bacheada), sin olvidar a Frank Sinatra ni a Humphrey Bogart. Sean Conery popularizó este coctel en su ciclo de películas sobre James Bond, sobre todo por aquello de “shaked, not stirred” (“batido, no revuelto”, aunque en España se conozca como “mezclado, no agitado”). En realidad el cóctel que Ian Fleming, cuya vida fue corta pero intensamente bebida, describe en su novela “Casino Royal” es el “vespers” de su invención:
-“Un Martini seco, uno en una profunda champagne globet” dice James Bond
-“oui, Monsieur” contesta el barman
-“Un momento, tres medidas de Gordon, una de vodka, media de Kina Lillet. Agítelo muy bien hasta que esté casi helado, entonces agréguele una cáscara de limón ¿lo tiene?”
Quizá convenga aclarar que la copa “globet” es alargada y tiene forma de cáliz, que la Gordon es la ginebra que todos conocemos y que el Kina Lillet es un aperitivo de la región de Burdeos.
Yo me quedo con la magistral fórmula del maestro Buñuel, solo queda recordar que para don Luis el beber se trataba “de un ritual delicado, que no ha de llevarte a la auténtica borrachera, sino a una especie de beatitud, de tranquilo bienestar…”
Antonio Envid.
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(1) Servando Gotor ha tenido el acierto de trascribir en la primera entrada de este ciclo los párrafos de este libro dedicados al martini.
(2) Otra es el jazz, pero hubo de ser refinado en Europa, sobre todo en Paris, si no apenas habría rebasado la etapa del dixieland.
(3) El Noylli- Prat se produce en Marseillan en la costa meditarránea francesa, fue la primera marca de vermouth, hoy es propiedad de Martini.
La opinión de este comenterario es mía, luego solo mi persona se hace responsable de él y de sus posibles interpretaciones.
ResponderEliminarLa trama de 'Acerca del Dry Martini III' con el mismo tipo de hilo, -didáctico-. El estilo es didáctico: claro, preciso, conciso... Pocos márgenes para una interpretación distinta de la que nos hace el autor.
El anterior sobre este mismo tema, ...Dry Martini II, creativo, literario. La máxima bondad se alcanza cuando el lector toma por hecho real lo que se cuenta. Parece, totalmente veraz la ficción. Es la realidad que queremos creer.
El hecho que nos quieren contar, los Dry Martinis en, de, Luis Buñuel (rito, composición
...) es un hecho novelado. Esta trama tiene distintos tipos de hilos.
Procuraré no aburrir mucho más con mis obervaciones y comentarios. Todas las personas que pasamos por este blog somos adultas, luego tenemos opiniones propias (las opiniones propias no gustan de ser modificadas generalmente por el personal, ni a la vista de nuevos datos) La respuesta a los distintos comentarios ya la hacen de distintas maneras, si lo desean, los autores de sus artículos.
El profesor (catedrático) de Pedagogía de la Normal, nos repetía e insistía en que una persona curiosa, con ganas de aprender, saber..., lo hace con casi todo lo que pasa por su vida: un libro, una película, una conversación ajena, observando el comportamiento humano, sea: en el mercado, trabajo, bar, calle, casa, etc.
De este cuento (...Dry Martini II), se podía aprender de forma indirecta muchas cosas (aunque el protagonista fuera un ente de ficción).
Nadie compraríamos un cuento, una novela, etc. para divertirnos, entretener nuestra vida, si solo estuviera expuesto como una lección didáctica
isabel