lunes, 22 de agosto de 2011

SOBRE EL MARTINI. CODA -IV- (Antonio Envid)

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AEM
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Ha llegado el momento de confesar mi secreto: a mí lo que me chifla es el vermú con sifón. Quizá lo que representaba para Proust su manida magdalena sea para mí el vermú con sifón, a condición de que sea de Reus y acompañado de berberechos de lata con generoso riego de vinagre. Esta sencilla fórmula me traslada a un mundo que quizá no fuera mejor, pero yo sí que lo era.

Mi padre recibía de Reus unas garrafitas anónimas de vermú, que a continuación vaciaba en un tonelito con madre de bastantes años, para venderlo a granel. Las gentes venían con botellas para comprar ese preciado tesoro con el que obsequiarían a parientes y allegados aseverando que “es como si fuera de casa, lo compramos en una bodega de toda confianza”. Cualquiera sabe cómo se elaboraría aquel vermú, pero puedo garantizarles que sería de modo artesanal, por la sencilla razón de que en aquella España lo artesanal era mucho más barato que lo sometido a procesos industriales. Uno de los mejores brandis que he tomado fue una botella de “Tres Cepas” de los años sesenta que descubrió y me regaló un amigo (1). Además de su origen artesano, la estancia del plebeyo vermú en el barrilito paterno lo ennoblecía, pues recibía el honor de varias generaciones de honrados vermús.

Todavía existe el bar de la Plaza Nolasco que, según me contó su antiguo propietario, tiene el privilegio de haber sido el primero en Zaragoza de haber servido como aperitivo unos berberechos de lata con el vermú. La cosa ocurrió como remedio a un desaguisado, pues le enviaron una partida de berberechos confundidos por latas de almejas. El tabernero, en lugar de devolverlas, dio a probar este desconocido producto a su clientela con un éxito imprevisto.

Qué divertidas conversaciones con los amigos, al parar del trabajo para la hora de la comida (entonces se almorzaba y se comía, con lo que no había equívocos con estas palabras, amén de tomar el aperitivo) con un vermú con sifón y unos berberechos arponeados con los hispanos palillos, rompiendo con todo ello el hierro del monótono trabajo

La receta de la bebida es fácil de formular, pero no tanto conseguir sus ingredientes. Un vermú de Reus de garrafa. Ya empezamos con las dificultades, habrá que sustituirlo por un Miró o un Yzaguirre embotellado, no es lo mismo, pero son de Reus de toda la vida. Un par de cubitos y un chifletazo de sifón bien frío. El sifón se encuentra cuando se encuentra. Se añade una aceituna rellena de anchoa pinchada en un palillo a modo de palo mayor. Bueno, las aceitunas bien, pero ¿dónde las hallamos con un relleno de anchoa, no de pasta de anchoa ni con sabor a anchoa? Ya no  preguntaremos sobre la nacionalidad de la anchoa porque no conviene investigar el límite de la paciencia de la gente. No se les ocurra poner cortecitas de limón, ni la menor cantidad de su zumo, pues el ácido cítrico reacciona con el carbónico y suprime las burbujitas del agua de seltz, con lo que pierde toda su gracia. Bien, superadas las dificultades del brebaje, pasemos a su imprescindible acompañamiento. ¿Berberechos del Cantábrico? Oiga, si son chilenos es que está usted hoy de suerte. El vinagre que sea de vino, por supuesto. Mire, ahí en el bar de al lado tiene usted unas tapas buenísimas y además son más baratas que aquí y a usted aún le van a salir más baratas porque le invito yo. Pues ya hemos comprobado cual es el límite de la paciencia del barero.

Es inútil intentar  recuperar el tiempo perdido. Mis hijos me dicen que el sushi es buenísimo y los palitos de cangrejo deliciosos y que no hay nada mejor que una cañita de cerveza para hacer el vermú. No voy a ponerme a discutirlo agrandando con ello la de por sí amplia brecha generacional.

  

Antonio Envid.





(1)   Por si alguno no lo sabe, el “Tres Cepas” era un coñac (todavía no se usaba lo de brandi) barato a la altura del Fundador, pero en aquella época en España no había divisas para importar alcohol etílico barato y en cambio había excedentes de vino, de modo que se destilaba el vino y las holandas obtenidas se dejaban envejecer en barricas donde había coñac. Salía un excelente brandi.   

6 comentarios:

  1. La coda, ¡genial!, de sabio risueño por lo menos, digo yo

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  2. Hoy ha estado usted grande.
    Se nota que conoce usted bien la mercancía que trata.

    Servidora se apunta ¡viva el vermú con sifón!

    Srta. Desvelá

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  3. Me ha gustado leer esta nostálgica entrada. Estoy practicando reposo absoluto por prescripción médica y sólo puedo escribir con el móvil. En fin, que tengo una duda: cuando era pequeña el almuerzo era para mí el bocadillo de las once de la mañana. Y ahora parece ser que es la comida. ¿Alguien sabe si lo aprendí mal? Ah! Yo soy de esas personas que ponen a prueba la paciencia de los comerciantes. Estoy harta de los garbanzos vengan de Argentina y los espárragos de Perú- por poner dos ejemplos- . Salud! Vladimira

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  4. Srta. de antes (la Desvelá23 de agosto de 2011, 0:51

    Cuídate, Vladimirita.

    Lo de los garbanzos, los nuestros, los castellanos, es toda una hazaña conseguirlos. Yo los tengo controlados pero cada día es mas difícil porque van desapareciendo a toda velocidad aquellas tiendas de Ultramarinos, esos lugares donde una puede encontrar, por ejemplo, ciruelas secas Claudia y no esas californianas que no saben a ná.

    La Srta. de antes (la Desvelá)

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  5. Je, lo mejor de la coda ha sido el inicio... la confesión del que parecía que iba a acabar s-nob y se ha salvado bien: el vermú con sifón, sí señor: hasta suena con fuerza: la palabra "sifón" está desapareciendo y padecemos -adolecemos- todos de un par de buenos sifonazos. Y si te ponías tontito decías selft. Y entonces el listo de turno (un listo ilustrado, eso sí) te decía aquello de "Selft o no selft, esa es la cuestión".

    Conste que yo ahora para el verano más que el tinto de verano lo que hecho de menos es un buen vaso de vino recio y fresco con un sifonazo como dios manda: qué es eso comer albóndigas o güevos fritos con vino y gaseosa dulce... (ese dulce es la influencia omnipresente de la coca-cola, del triunfo de la coca-cola para comer). No, no se debe comer con bebidas dulces por mucho que sea lo que impere por el imperio de la coca-cola.
    En fin, que me voy del asunto. Lo principal: que me he divertido mucho con esta serie, ha salido lo mejor de usted que, normalmente, se aprecia mucho más en persona que en sus escritos. Usted es muy superior a ellos. En estos se le ve más la nariz.

    Saludos.

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  6. A todos los que han gastado un poco de su tiempo en leer esta entrada y, sobre todo, a quienes han hecho comentarios. He estado fuera lgunos días sin internet, sin móvil, en la gloria, vamos, por eso tardo algo en agradecerles su atención.
    Señorita Desvelá, desde luego la batalla del garbanzo está totalmente perdida, vienen todos de Méjico y seguramente de Argentina o sabe dios. Para encontrar los de Fuentesaúco hay que ir de propio a Zamora y para saborear un buen cocido maragato con garbanzos de Valdeviejas a la comarca de Astorga. Y aún así puede que canten algún corrido.
    A Vladimira le recomiendo que haga su tratamiento con intensividad para que pueda incorporarse, con Gotor y alguno más de nosotros, a practicar el deporte de "almorzar", de modo que no quepa confusión con la comida. En la España del hambre, siempre se ha realizado: el desayuno, el almuerzo, la comida, la merienda, la cena y la recena, pero en estos tiempos de tribulación todo anda managa por hombro.
    A Servando Gotor tenemos que hacer un escote y regalarle sifones, a ver si deja la fea costumbre de tomarse el vino con gaseosa (por su comentario he descubierto que lo hace como penitencia por sus muchos pecados)

    Antonio.

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