miércoles, 17 de noviembre de 2010

DÍAS PERROS (Antonio Envid)

SGS

I

Las mañanas de los sábados eran sus preferidas. Una vez arreglado su cuarto y preparado el desayuno, desplegaba el periódico y mientras mordisqueaba las tostadas y saboreaba el café, se entregaba a un epicúreo descanso. El lunes, con los pequeños problemas de su trabajo de oscuro funcionario, quedaba lejos. Tenía casi dos días para sus paseos, sus partidas de dominó, ir al cine, o… no hacer nada simplemente.

Un timbrazo lo despertó de su dulce ensoñación. Fastidiado, receloso, se acercó a la puerta. Resultó ser la tía Eustaquia. Qué pasará, se preguntó temeroso. El fin de semana comenzaba a complicarse.

La tía Eustaquia era persona mayor, pero al contrario de su pusilánime sobrino, vital y muy activa. Penetró como un ciclón en la casa. -¿Que haces, sobrino? Nada, como siempre, sólo y aburrido como un hongo. Cómo puedes pasar la vida tan tontamente, habiendo tantas cosas que hacer, tantos lugares que conocer, tantas personas con las que hablar y tú aquí como un menhir, clavado en medio de la vida.¿Cuando me presentarás una chica, una amiga, un amigo interesante, no sé….algo? Mira, resulta que me voy a Tailandia unos días, sí, ¡ya¡….., unos amigos que van y me ha dicho que había una plaza libre y me he apuntado. No, no se donde está Tailandia, ni me importa, digo yo que el piloto del avión bien lo sabrá, y si no, que pregunte. Si, me voy esta tarde, pero no se que hacer con mi perro. Cómo me lo voy a llevar, pobrecito, se pone fatal en el avión, no consiente ir en la bodega y organiza un jaleo que ni te cuento, en el último viaje se oían sus lamentos en toda la cabina del pasaje. Al vecino de asiento lo convencí de que eran los lamentos de un alma en pena que quizá falleció en un viaje anterior y el pobrecito comenzó a ponerse de color verde y a respirar con dificultad. Pues, no se, se me ocurrió esa explicación, la verdad es que me estaba aburriendo. Bueno, el caso es que no me lo puedo llevar, o sea, que te lo voy a dejar a tu cuidado unos días. No pongas esa cara, al fin y al cabo te servirá de compañía, que buena falta te hace…..

La tía Eustaquia se fue como vino, como un fuerte viento que abre y cierra la puerta violentamente. Se quedó sentado en su sillón anonadado. Enfrente de él, el perro, quieto, mirándole con esa mirada profunda que tienen los perros cuando miran a un punto de fuga que se encuentra a varios quilómetros detrás de tu cogote. Desde luego su tía lo había fastidiado, pero bien fastidiado, qué hacía con aquel bicho, que ni siquiera iba provisto de un manual de instrucciones. Al lado, su tía había depositado una misteriosa bolsa, que examinada, resultó contener una correa y unas cuantas latas de comida, las cuales, afortunadamente, sí que mostraban unas someras instrucciones en sus etiquetas: Calentar al baño maría, abrir y servir esta excelente comida para perros. No calentar directamente en el microondas. Alimento completo para perros, cubre todas las necesidades de su querida mascota,… y otras imbecilidades por el estilo, pero que fueron muy apreciadas por nuestro personaje.

Tras un largo tiempo de mutua contemplación, sin que, al menos él, llegara a ninguna conclusión sobre su paradójica situación, se levantó del sillón y caminó hacia el dormitorio. El perro le siguió dócilmente y ello le produjo una agradable sensación. Anduvieron un rato arriba y abajo por el pasillo, hasta que recordó su habitual paseo matinal de los sábados. Se vistió despacio, sujetó al perro con la correa sin grandes dificultades, con lo que sintió de nuevo otra buena sensación, esta vez de seguridad consigo mismo, y salió a la calle.


II

Volvió del paseo fatigado y malhumorado. ¡Aquellos plácidos paseos matinales del sábado, morosos, saludando a los conocidos y rematados con un vermú en el bar de abajo! Había sido un infierno, atravesaron un parterre destrozando una reciente plantación de pensamientos, todos los árboles de los alrededores habían sido visitados, había correteado detrás del perro o detenídose interminablemente en una papelera, ante una misteriosa bolsa abandonada, ante un mendigo, que les amenazó con una botella… todo ello al arbitrio y capricho del odioso animal. A la puerta del bar, tras intercambiar ladridos y amenazas con otro perro y no sabiendo que hacer con el can, había desistido de su vermú. Vació media lata de comida, que el animal comió ávidamente, y sentado en su sillón le rindió la fatiga, quedando dormido. El perro se tumbó a sus pies y ambos durmieron durante una gran parte de la tarde.

La mañana del domingo. Gustaba de demorarse en la cama, Abrir los ojos, dar media vuelta y volver a cerrarlos. El perro reclamaba su atención, trató de no hacerle caso, pero el animal tiraba de las sábanas, se subía en la cama, ladraba. Le tiró las zapatillas sin ningún resultado, no hubo más remedio que levantarse.

Tras un somero acicalamiento salió de casa tirado por el perro mal sujeto por la correa. En un descuido, tras un fuerte tirón, el perro salió corriendo y nuestro hombre quedó paralizado sin acabar de comprender. ¿Dónde estaba el animal? Miró por la calleja lateral sin verlo. Dio vueltas a la manzana y ni el menor rastro del bicho. Comenzó a angustiarse. Llamó a gritos al perro (él, que jamás había levantado la voz), abordó con preguntas a los escaso viandantes, sin el menor resultado. Tras un par de horas de inútil búsqueda volvió desolado a casa.



III

-¿Usted es el del anuncio del perro perdido?, pase, pase, estaremos mejor en el salón. Era una señora madura (quizá en las postrimerías de su madurez, pensó) vestía algo negligentemente, una especie de leve bata, pero apareció cuidadosamente peinada y maquillada. Sus poderosas caderas se contoneaban sobre unas zapatillas de tacón por el pasillo. -Si, si, no se preocupe por su perro, está perfectamente, ¿le apetece un café? ¿un güisqui? De ninguna manera, no acepto un no, mire yo a estas horas tomo un té con unas pastas, póngase cómodo y ahora mismo lo traigo. Con confianza, los dueños de perros nos comprendemos, somos como una especie de hermandad.

Su proximidad le perturbaba. Contempló sus facciones, de cara redonda y cansada, su pelo rubio teñido parecido al esparto. Hablaba, hablaba y él no comprendía ni la mitad de las historias que le contaba. Se le aproximaba, quizá demasiado para ser una extraña. No sabía que hacer y no había manera de abordar el asunto del perro hallado, al suponer, por aquella señora. Aceptó una copita de jerez y luego otra. Él no bebía nunca, sentía un ligero mareo agravado por el penetrante perfume de aquella mujer y su agobiante proximidad, cada vez más estrecha e íntima-

Se vio derrumbado sobre el sofá, sus vestidos prácticamente arrancados. Zarandeado, sobado, babeado, ordeñado por aquella furia. Nunca había compartido estas intimidades con ninguna mujer. Pensaba, a pesar de que hacía tiempo que había dejado atrás su adolescencia, que algún día perdería su virginidad con alguna chica como fin a una larga etapa de enamoramiento, de una manera romántica, y que sería el día más feliz de su vida. Y de pronto, había sido violado, de modo brutal. Maldijo su débil voluntad, su falta de energía para imponer sus deseos, no los de los demás. Avergonzado pidió que le devolviera su perro.

-¡Cómo que este no es su perro! ¿Qué me dijo que era un perro grande, de color canela? Mire fue tan impreciso al describirlo que no me acuerdo. Esta perrita tan encantadora me la encontré hará un año y no la ha reclamado nadie. Le confesaré que no me desprendería de ella por nada del mundo. Hay días, que si no fuera por esta perrita no me levantaría de la cama Pero usted puede volver cuando quiera, ya me entiende, y yo me comprometo a ayudarle a encontrar a su perro. No me interprete mal, he visto un perro merodeando por el barrio que quizá sea el suyo. Denotaba tanta angustia en su voz, que creí que le podría ayudar. Comprendo su desvalimiento, una vez se me escapó esta perrita y creí morir, afortunadamente la encontré acurrucada en el portal, me estaba esperando.


IV

-Ya verá como tiene suerte, recogemos muchos perros perdidos. Vamos a ver a los huéspedes, espero que lo encuentre, me llevo una alegría cada vez que un dueño encuentra a su perro. Si claro, si no los reclaman hay que sacrificarlos. Pero eso no ocurre con los que se pierden, sino con los que abandonan. A pesar de los años que llevo aquí no comprendo como se puede abandonar a un animal tan vulnerable. A veces alguien viene a buscar al suyo y se lleva otro, además. Estos que ve aquí son una pura ruina, vienen en condiciones lamentables, con heridas horribles que dejan descubiertos los huesos, con mutilaciones… Si, algunos han sido atropellados, sobre todo aquellos que son abandonados en el campo, en gasolineras, otros se hieren peleando entre ellos, pero algunas heridas, sobre todo mutilaciones, sólo pueden atribuirse a acciones de sádicos, entre ellos, y no son los menos, aquellos que se dedican a peleas de perros. ¿Que no sabía que se organizan peleas?, ya le aseguro yo que sí, y son sobradamente conocidas, yo metería en la cárcel a todos los que participan en ellas, por su crueldad, pero corre el dinero, sabe, y el dinero puede mucho.

-Bueno, si no ha encontrado al suyo, porqué no se lleva otro. Ya sé que no es lo mismo, pero ha visto perros muy bonitos, y le aseguro que cuando encuentran cariño, estos animales que se han visto abandonados cobran una fidelidad y un amor grandes a los nuevos amos. Bueno, pues nada, que tenga suerte. Si su perro era grande y fuerte quizá lo haya robado algún adiestrador de perros de pelea, aunque sólo sea para que sirva de entrenamiento.



V

Olía a sudor, a humo de cigarros, a excremento de perro, a vísceras, la tierra flotaba en el aire y penetraba en los pulmones, y aquella algarabía de voces y gritos le aturdía. En el centro un cercado de madera, donde dos perros peleaban entre sí, jaleados por las voces de los concurrentes. Uno de los animales trataba de huir arrastrando sus patas traseras, que no le respondían, tenía lesionada la columna, mientras el otro se le lanzaba al cuello con un rugido asesino. Sintió una nausea y vomitó, se manchó el traje y fue violentamente empujado por alguien que le motejó de sucio cerdo.

-Qué hace por aquí merodeando por las perreras! Estoy harto de sinvergüenzas. Aquí se pelea limpiamente, no se les proporciona mierda a los animales, como en otros sitios. No me diga que sólo curioseaba, estoy seguro que trata de meterle alguna mierda a algún bicho-. Recibió en plena cara un golpe seco, que lo derribó al suelo. -Márchese antes de que me enfade. Otra vez no saldrá tan bien librado se lo aseguro, le sacaré las tripas de un pinchazo-. Se encontró en un callejón, con la cara bañada en sangre, el traje sucio y descompuesto y presa de un gran aturdimiento.



VI

Era una casa abandonada, el zaguán olía a cacas de gato y estaba lleno de basura, entró con gran aprensión, pero ya que había llegado hasta allí, por un barrio que nunca se había atrevido a atravesar, llevaría a cabo sus pesquisas.- Hola!, pasa, tío, pasa, la puerta no cierra ¿que te trae por aquí? Ah! Es el del anuncio, el del perro. Mira me estaba liando un porrito ¿quieres? Tú te lo pierdes, es hierba de primera, la cultivo yo mismo en la terraza, first quality, te lo aseguro, genuino cultivo ecológico y del productor al consumidor, directo, sin intermediarios. De veras no hace. Mira, de bisnis ya hablaremos, tranquilo, relájate, tomate tu tiempo. Una birrita? Tampoco. No creas que te vaya a pegar algo, tío, no tengo sida, ni nada, que soy muy legal, sino que te digan aquellos. Mira esto es lo que os pierde a los urbanitas, el estrés, las cosas requieren su tiempo, yo no podría vivir con agobios y con prisas. ¿Ves estas sandalias tan guapas? pues me las hago yo. También las vendo. ¿Y estas pulseras de cuero? es cuero legítimo, pura artesanía, controlan el estrés. Tampoco hacen. Bueno, bueno, no pasa nada, todo está bajo control.

-Mira, aquí en el patio están los perros, recojo todos los que encuentro, tienen alma, es más, aquél negro, estoy seguro de que tiene el alma de Javi, mi colega, que murió hace dos meses. Al día siguiente de su muerte lo encontré y me siguió como si me conociera de toda la vida, mirándome con la misma mirada con que miraba Javi, así, entornando los ojos, como ensoñando. Seguro que uno de ellos es el tuyo, aquél de color canela. ¿Qué no? ¿Seguro?… Y cuanto dices que estabas dispuesto a dar de recompensa? Bueno, pues por la mitad te vendo esos dos tan guapos. Bien, bien, te llamaré, seguro que lo veo por ahí. Que lo encontraré, tranquilo, por ese dinero lo encuentro, te lo juro.



VII

Regresaba derrumbado a casa. Se le hacía doloroso llegar a ella, encontrarla vacía, oír el violento silencio. No comprendía esta nueva sensación, siempre había encontrado en su casa un remanso de paz, un cálido refugio donde estar a salvo del mundo, de la gente, y ahora le resultaba odiosa, fría. Donde estaría su perro a estas horas, quizá agonizante en una cuneta.

No podía dar crédito a sus ojos, el cuerpo le dio un vuelco por dentro. Por la calle, a su encuentro, corría el perro tan largamente buscado. El animal se abalanzó sobre él, sus patas sobre su pecho, mientras le daba largos lametones en la cara. Le derribó. En el suelo abrazó largamente al animal, mientras el corazón pugnaba por salirle del pecho. Gruesas lágrimas de alegría caían por sus mejillas.

Subieron las escaleras de dos en dos. Eligió, entre las latas que le había proporcionado su tía, la que tenía la etiqueta más atractiva, la calentó, y en dos platos, sirvió una ración al perro y otra para él. Sentados frente a frente, él en su sillón acostumbrado y el perro en el suelo, celebraron el festín del feliz reencuentro. Luego el perro fijó su mirada en aquel punto de fuga que estaba detrás de su cogote y él lo contempló largamente con arrobamiento.



VIII

-¿Sigues en el mismo sitio donde te dejé? Cuando digo que eres como un menhir clavado en medio de la vida. Tailandia, muy interesante, muy, digamos, exótica, es un lugar mágico, los hoteles todos muy buenos, con aire acondicionado día y noche, y los tailandeses, muy educados, muy sonrientes, nos quieren mucho a los españoles ¿A este perro qué le pasa? está más delgado, sucio, deslucido. Desde luego sobrino, no sirves para nada, no se te puede dejar siquiera al cuidado de un perro. Vamos bonito, te bañaré y te daré una suculenta comida, ya está otra vez contigo tu mami, no me mires así, tengo derecho a tener mi propia vida de vez en cuando.

Se oyó cerrar la puerta de la calle.



Antonio Envid Miñana



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