Algo que ocultan los políticos es que el ganador de las elecciones del 2010 en Cataluña es el partido de la abstención. Nada menos que 2.095.122 de votantes, el cuarenta por ciento del censo, no han votado a ningún partido y lo más llamativo es que, de ellos, cien mil han acudido al colegio electoral y han depositado su voto, pero en blanco o nulo, (prácticamente el mismo número que los que han votado al peculiar Juan Laporta) en una manifestación demostrativa de su “rauxa”, de su ira, contra una clase política atenta solo a sus propios intereses, que en treinta años de democracia han convertido al país catalán en un semillero de burócratas y paniaguados, en un territorio donde la deslocalización y el exceso de intervención del poder han desmantelado parte del otrora floreciente tejido industrial, llenando el país de parados.
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Otra consecuencia de estas elecciones es que gran parte del pueblo catalán está harto de jugueteos independentistas de manipulaciones históricas e imposiciones y lo ha manifestado de la única forma que puede: en las urnas. Solamente el seis por ciento del censo han votado a los independentistas ERC y SI (el pintoresco partido de Juan Laporta). Respecto a este último partido es llamativo que haya colocado nada menos que a cuatro diputados. Será necesario reconocer que para algunas personas más allá del fútbol no hay vida, o, incluso, que no la hay más allá del Barça. El “seny”, el buen juicio, del pueblo, que no el de sus políticos, ha debido de asomarse desde la madriguera donde hasta hace poco parecía estar agazapado. Viendo como se las gastan los mercados financieros internacionales haciendo pasar por las horcas caudinas a la hasta hace poco modélica Irlanda, quizá más de uno haya reflexionado sobre la fragilidad de una Cataluña libre y soberana. Navegamos todos los españoles en un barco bastante desarbolado, zarandeado por la galerna de los mercados financieros internacionales. O nos salvamos todos o naufragamos juntos, y aún se alzan voces estúpidas exclamando ¡nosaltres sols!. Véase lo que está ocurriendo con Grecia, Irlanda y Portugal ¿Saben ustedes lo que supone caer bajo las garras del Fondo Monetario Internacional? ¿Qué recetas arbitra para superar las crisis? Pues son siempre las mismas: subidas de impuestos, recortes brutales del gasto público, en definitiva, recesión económica para un lustro, por lo menos. El premio Nóbel de economía Joseph Stiglitz, que presidió algún tiempo el Banco Mundial de Desarrollo, uno de los instrumentos del FMI, asegura que por donde pasaban no volvía a crecer la hierba.
Por cierto, que el laureado economista ha dicho que España puede entrar en la espiral que hace una década llevó a Argentina a la pobreza. Obligados a la fuerza, como estamos, a reducir el gasto público y a aumentar los impuestos (¿cómo podemos hablar de soberanía?), y eso que no hemos caído, todavía, bajo el poder del FMI, estas operaciones no ayudarán mucho a eliminar el déficit fiscal, pues aunque aumentemos los impuestos no recaudaremos más por ello, ya que la contracción económica consecuente reducirá los ingresos fiscales.
Artur Mas debería gallear menos, pues solo el 23% del censo lo ha votado. Es un porcentaje importante, no cabe duda, pero no llega a la cuarta parte de los votantes, por lo que deberá escuchar lo que le dice la derecha moderada y el votante obrero, que en esta ocasión se ha quedado sin referente. Lo dicho, frente al sinsentido de la clase política el “bon seny” catalán ha alzado su voz.
Armando Bulla.
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