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Retiró la maleta de la cinta transportadora y se dirigió a la salida. Tomó un taxi. El taxista, un hispano, le saludó con afabilidad y tomó la dirección con un alegre ¡ahorita mismo, si señor! Sin embargo, a escasos minutos de circular ocurrió un extraño fenómeno, despareció el vehículo y su chofer y el viajero se encontró en medio de la calzada con su maleta en la mano. Delante de él una oscuridad total, no se percibían ni siquiera bultos de objetos o edificios, ni un rastro de luz. A su espalda, las rutilantes luces del aeropuerto. Confuso y sorprendido caminó hacia la terminal que había abandonado hacía unos pocos minutos.
En el mostrador de información con su rudimentario inglés trató de hacerse comprender por una señorita que lo había recibido con una sonrisa comercial y que ahora le daba unas confusas instrucciones de donde se encontraba el consultorio médico del aeropuerto. Si se trataba de un problema de salud, mejor en Madrid, pensó, y compró un billete para un vuelo de vuelta que salía de madrugada, dentro de unas horas.
Cuando llegó a Barajas, como consecuencia de la diferencia horaria, ya anochecía. Con la espera de la recogida de la maleta se le echó la noche encima. Tomó un taxí deseando estar en casa cuanto antes. El mismo fenómeno del día anterior. A los pocos minutos de rodar, el vehículo y el taxista desaparecen, se encuentra en la calzada solo y con un muro de oscuridad delante de él. Ni atisbo de luces de la ciudad, ni bultos, ni otros coches por la carretera. Nada. Oscuridad absoluta, ni estrellas, ni luna, ni la luminiscencia propia de la noche madrileña. Vuelta al aeropuerto.
–No se preocupe, será un fenómeno pasajero de confusión mental, debido al estrés de los viajes y los cambios de horario. Tómese este tranquilizante y vaya cuanto antes a un neurólogo. Con este examen preliminar no puedo aventurarle un diagnóstico más preciso. Pero, repito, será algo pasajero, ya verá, un poco de descanso será la mejor medicina.
Al abandonar el consultorio del aeropuerto nota que alguien le sigue. Se vuelve y su seguidor le esboza una amistosa sonrisa diciéndole: - Deseo hablar con usted unas palabras. Son importantes. Le invito a un café mientras me escucha.
Sentados en una mesita de la cafetería del aeropuerto su interlocutor comienza: “Perdone mi forma de abordarle, me presentare, soy Antonio Risco y formo parte de un servicio de información que hemos creado. Verá, los médicos no se atreven a reconocerlo y le dicen a uno lo que usted ya ha escuchado, que si es una crisis pasajera de confusión mental, que no es especialmente importante, que si tal, que si cual. En realidad no saben que decirle. Pero lo que a usted le ocurre no es singular, nos pasa a una buena porción de gente. Excúseme, pero he escuchado lo que le contaba a la señorita del mostrador. Tengo la obligación de escuchar para detectar a posibles afectados por este síndrome, por llamarlo de alguna manera, de modo que podamos ayudarles en los primeros momentos. Ya ve, hemos tenido que organizarnos un poco.”
Tomó un sorbo de café y continuó: “Somos bastantes los afectados que no podemos salir de un aeropuerto. Tan pronto salimos, todo desaparece, como si el mundo se redujera al ámbito de los aeropuertos y a los aviones, lo mismo que le ha ocurrido a usted. Miré, yo calculo que un diez por ciento de las personas que deambulamos por aquí nos hallamos afectadas por este raro fenómeno. Al principio, muchos de nosotros nos dedicamos a volar a otros países y tratar de encontrar un aeropuerto libre, o sea, que podamos abandonar sin problema. No se canse, no lo hallará. Al final todos claudican y se limitan a deambular por el aeropuerto que haya constituido su última tentativa….”
Quiso replicar a sus palabras, pero su interlocutor se lo impidió. “Ya se, ya se, no me cree. Lo comprendo, pero ya le convencerán los hechos. Mire no tengo mucho tiempo, porque he de atender a otros, cada vez se dan más casos. Escuche, es mejor que lo sepa todo desde el principio, esto le ahorrará la angustia de la ignorancia, que es lo peor, al menos para personas inteligentes, como parece usted. La información, por terrible que sea, es mejor que la ignorancia, nos permite actuar correctamente y, paradójicamente, alivia el temor, se lo digo porque lo sé. No podemos salir, podemos coger un avión e irnos a Shangai, pongo por caso, cuando intentemos abandonar su aeropuerto nos ocurrirá lo mismo que aquí. Yo conozco a muchos que han volado a lugares inverosímiles y siempre vuelven con el mismo gesto de derrota y abandono.”
-Y esta situación ¿cuánto durará? Preguntó alarmado. – Le voy a ser franco, la duración es muy irregular: unos están unos pocos meses, otros, como yo, algún año, y otros se hallan en esta situación años y años. De pronto, por los altavoces, anuncian un nombre para que se presente en una puerta y coja un vuelo y ya no se le vuelve a ver más. De estos, no sabemos nada, ninguno han vuelto, que sepamos, para contarlo, pero, créame, todos lo tomamos como una liberación.
Por la megafonía se escuchó: “Señor Risco, señor Risco, don Antonio Risco, le esperan en la puerta de embarque R14….”, “Repetimos, señor Risco le aguardan en la puerta de embarque R14”. El extraño interlocutor dio un respingo, se dibujó en su cara un gesto de alivio, se levantó de un salto y se despidió nerviosamente. “Perdóneme, me toca, me ha tocado, por fin. Adiós tengo que darme prisa, pues la puerta está en la otra terminal. No olvide lo que le he dicho…..”
Cansado, aturdido, confuso, buscó refugio en los cines del aeropuerto. Sacó una entrada sin consultar la cartelera. Proyectaban “La noche de los muertos vivientes”
Antonio Envid.
Mensaje de prueba
ResponderEliminarHola Servando como estas...
ResponderEliminarDesde que pusiste esta nueva fachada, da la sensación de que hasta que no se carga por completo toda la página no se puede mover con agilidad, de arriba a abajo y viceversa.
Corre mas lento, e incluso al escribir este mensaje se traba el cursor bastante.
No se si le pasará a alguien más, o sólo a mi.
De todas formas en otras páginas no tengo este problema.
Te lo comunico por que resulta un poco incómodo y a lo mejor se achaca al pc, por parte de alguien.
Un abrazo.
Angel
Buenísima historia. Me ha encantado. Sólo que la película que al final proyectan en el aeropuerto podía ser mejor "El ángel exterminador" de Bueñuel porque la situación es muy similar: allí nadie puede salir de una casa a la que muchos han sido invitados. También es una situación parecia el telefilm "La cabina". Y algo de esto también tiene la canción de los Eagles Hotel California cuya última estrofa dice así:
ResponderEliminarLast thing I remember, I was
Running for the door
I had to find the passage back
To the place I was before
’relax,’ said the night man,
We are programmed to receive.
You can checkout any time you like,
But you can never leave!
Traduzco:
Lo último que recuerdo:
corría hacia la puerta
buscando el camino de vuelta
al sitio en el que estaba antes
'¡Relájate!', me dijo el recepcionista
Estamos preparados para cobrar.
Puedes pagar la habitación si quieres,
pero ¡nunca podrás irte!
Aquí, en el relato de Antonio, sin embargo hay una salida:
"De pronto, por los altavoces, anuncian un nombre para que se presente en una puerta y coja un vuelo y ya no se le vuelve a ver más. De estos, no sabemos nada, ninguno han vuelto, que sepamos, para contarlo, pero, créame, todos lo tomamos como una liberación".
Parece una clara referencia a la muerte: nadie ha vuelto del más allá para contarnos que hay después de ella.
No lo he leído más que una sóla vez, pero todo esto me ha sugerido. La extraña forma de cómo se queda en la intemperie con la maleta es muy rara: ¿estaba sentado en el taxi? Si de repente desaparece taxi y taxista él debía de caerse sentado en el suelo con la maleta encima, porque se supone que es una maleta de mano.
En fin, se me ocurren muchos detalles y creo que esta historia me la voy a apropiar para hacer también un remake como hizo Loqaxto con el anteror poema, y como había hecho yo mismo con uno de los primeros relatos de Antonio.
Esta historia ¡¡¡QUIERO CONTARLA YO!!! No entiendo cómo no se me había ocurrido antes a mí!!!!
Je, es broma, claro. Enhorabuena, en principio me sugiere una metáfora terrible de la puta vida que nos toca vivir: absurda, idiota y a la que además estamos atados sin poder salir, salvo la muerte: pero tampoco sabemos que es eso porque, claro, "nadie ha vuelto para contárnoslo".
En fin: la película de Bueñuel y la canción de los Eagles, son también ambas maravillosas -a mi gusto, siempre, claro-, cada una en su estilo.
Insisto: me ha encantado.
Ahora me voy a ver el Barça-Madrid.
Buenas noches
Ángel, se han cruzado nuestros comentarios. Tienes razón, a mí también me va lento. Pero ¿dices que coincide desde que cambié el formato del blog, el tono este más claro? Es que es posible que, como a mí me coincidió -creo- con unos problemas con mi ordenador, pensaba que sólo me pasaba a mí. Pero es verdad, es incómodo. Trataré de arreglarlo.
ResponderEliminarMuchas gracias por el aviso, Ángel... (claro que para lento, lento, ahora mísmo...: ¡Balconcillos! ;-) 8-(
Un día de estos tenemos que pegarle fuego a la persiana y entrar a lo bestia.
Besos (insisto: que me voy al partido).
A mi el relato de Antonio me sugiere un período de transición. Un período para detenernos y comprender. Y una vez hecho esto, seguir...con el nuevo punto de vista obtenido.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato. Cuanta imaginación!!!
Yo sólo podría escribir de la realidad directa...
Angel.