.
-
Foto: Escaparate de Paraguas Redondo (La Conchaparís) |
No me jures que este extraño invierno estallará en jades y alabastros, y menos ahora que no imagino tus ojos. Una jauría de palomos salvajes revienta la calle a cada verbo y yo alimento mis entrañas con brisas marchitas.
Vivíamos como siempre, rodeados de melones, nube de pacíficos lobos asesinos de encinas. No, no eran tiempos de móviles ni ordenadores, ni había luna. Sólo sombras militares y un policía en cada esquina.
Ni siquiera llovía.
Y al Aspirina le hervía el culo cuando se cruzaba con el Pirulo, la cara lienzo de porrazos. Porque el Aspirina era un mierda. Un auténtico mierda que se había tejido dos caras con su propia miseria. Un mierda de caca caída al que pensando que hablaba de árboles lo encerraron en Carabanchel y su voz se tornó soplo y ya no habló más de árboles porque nunca había hablado de árboles. Ay, melón melón, melón limón que nunca maduras.
Una vez –porque entonces las cosas ocurrían sólo una vez- conocí a una limoncita de rostro desvanecido, viva como débil flor en gélido invierno, despierta como un témpano de marfil bajo la noche más muda. Pobre, pobre limeloncita. Cómo era, no me lo preguntes. Imposible saberlo. Mi cerebro se diluye en tu boca y mi lengua pétrea dibuja mariposas sobre el negro nido de la rosa de nadie. Mi lengua pétrea…
Años 70. Setenta veces siete. Mi limeloncita con sus levis de pana de Niu Orlins –decía- y yo con mis zapatos de gamuza azul Yoni Biz-Guz –cantaba-: haz el amor, haz el amor, que la guerra ya vendrá, sin Lucy ni Eskay, ni Dáyamons.
Y entonces, Tú. Años 70, aún: Tú.
Y el color se hizo.
No, no me lo jures. Y hoy menos. Vinieron los rojos, amarillos, anaranjados y hasta el signal con hexaclorofeno. El blanco y negro y el amarillo gualda se desvanecieron. Y la sangre del Pirulo, nutrida de esperma de infierno y ebria de néctar acetilsalicílico, ensayaba infausta oscuras burbujas de gloria, el dolor alimentando sus noches.
Luego vas y te lanzas a la calle. Te atreves. Y los tilos se nublan bajo la sangre azul de las mariposas negras. ¿Qué pensabas? Las nubes ennegrecen como hongos podridos y litros y litros de savia azul rompen fuegos en los acantilados de un abismal asfalto. También hoy, también: melones, melones limón, meloncitos, melonazas, ¡setenta veces siete! Sí, la guerra vendrá porque la guerra nunca nos abandona. Siempre está ahí: alumbrando cadáveres, cadáveres vivos, cadáveres muertos. Cadáveres.
Ahora caigo, empiezo a caer, pero ignoro aún si los mástiles se agitan por la brisa azul de un cielo inminente o por el agrio silbo de un feroz Vulcano. Sigue, sigue la guerra y tiene tus ojos. Los melones, si no maduran, se alimonan y acaban por secarse. Ayer. Hoy. Mañana.
Y no me digas por qué ni me jures que en las calladas noches de invierno cesará el rumor ajeno de medias acariciadas.
Vivíamos como siempre, rodeados de melones, nube de pacíficos lobos asesinos de encinas. No, no eran tiempos de móviles ni ordenadores, ni había luna. Sólo sombras militares y un policía en cada esquina.
Ni siquiera llovía.
Y al Aspirina le hervía el culo cuando se cruzaba con el Pirulo, la cara lienzo de porrazos. Porque el Aspirina era un mierda. Un auténtico mierda que se había tejido dos caras con su propia miseria. Un mierda de caca caída al que pensando que hablaba de árboles lo encerraron en Carabanchel y su voz se tornó soplo y ya no habló más de árboles porque nunca había hablado de árboles. Ay, melón melón, melón limón que nunca maduras.
Una vez –porque entonces las cosas ocurrían sólo una vez- conocí a una limoncita de rostro desvanecido, viva como débil flor en gélido invierno, despierta como un témpano de marfil bajo la noche más muda. Pobre, pobre limeloncita. Cómo era, no me lo preguntes. Imposible saberlo. Mi cerebro se diluye en tu boca y mi lengua pétrea dibuja mariposas sobre el negro nido de la rosa de nadie. Mi lengua pétrea…
Años 70. Setenta veces siete. Mi limeloncita con sus levis de pana de Niu Orlins –decía- y yo con mis zapatos de gamuza azul Yoni Biz-Guz –cantaba-: haz el amor, haz el amor, que la guerra ya vendrá, sin Lucy ni Eskay, ni Dáyamons.
Y entonces, Tú. Años 70, aún: Tú.
Y el color se hizo.
No, no me lo jures. Y hoy menos. Vinieron los rojos, amarillos, anaranjados y hasta el signal con hexaclorofeno. El blanco y negro y el amarillo gualda se desvanecieron. Y la sangre del Pirulo, nutrida de esperma de infierno y ebria de néctar acetilsalicílico, ensayaba infausta oscuras burbujas de gloria, el dolor alimentando sus noches.
Luego vas y te lanzas a la calle. Te atreves. Y los tilos se nublan bajo la sangre azul de las mariposas negras. ¿Qué pensabas? Las nubes ennegrecen como hongos podridos y litros y litros de savia azul rompen fuegos en los acantilados de un abismal asfalto. También hoy, también: melones, melones limón, meloncitos, melonazas, ¡setenta veces siete! Sí, la guerra vendrá porque la guerra nunca nos abandona. Siempre está ahí: alumbrando cadáveres, cadáveres vivos, cadáveres muertos. Cadáveres.
Ahora caigo, empiezo a caer, pero ignoro aún si los mástiles se agitan por la brisa azul de un cielo inminente o por el agrio silbo de un feroz Vulcano. Sigue, sigue la guerra y tiene tus ojos. Los melones, si no maduran, se alimonan y acaban por secarse. Ayer. Hoy. Mañana.
Y no me digas por qué ni me jures que en las calladas noches de invierno cesará el rumor ajeno de medias acariciadas.
Servando Gotor
Sobre el texto de Servando haría demasiadas preguntas
ResponderEliminarPara que todos lo entendieramos bien nos tendría que explicar el origen de las tantas metáforas que tiene el texto.
Con un me gusta, en mi caso, basta
La fotografía de Concha del escaparate de Paraguas Redondo , me ha trasladado a otro tiempo pasado.
En ese pasado, en algunos ambientes o casas, lo pequeño, delicado, etc. contaba, tenía valor.
Las cosas de usar eran de usar, pero no de usar y tirar, se buscaba calidad (sí, de acuerdo al poder adquisitivo de cada uno) y por no ser de tirar, la mayor belleza posible en el objeto.
¡Esos Paraguas Redondo, donde se podía elegir distintos mangos con sus diferentes empuñaduras, etc. etc.!
Gracias por el texto
Gracias por la fotografía.
isabel
COMENTARIO (PARTE I)
EliminarIsabel, tu comentario sobre este texto mío, coincide con el que Narciso me había hecho en un cruce de e-mails, antes de subirlo, fruto de cierto experimento por él promovido, en el que -al parecer- no he sabido, de momento, moverme.
En todo caso, ante la coincidencia de vosotros dos sobre esa complicación, doy las claves, "mis" claves para la inteligencia del texto. Lo que yo entiendo como interpretación literal tras una lectura -eso sí- "muy" atenta.
Desgrano por si a alguien pudiera interesarle (que lo dudo, pero en fin) en varios comentarios, porque sólo en uno no cabe.
Gracias.
PARTE I
Eliminar"No me jures que este extraño invierno estallará en jades y alabastros, y menos ahora que no imagino tus ojos."
El narrador se dirige a alguien (creo claro que a la amada porque dice que ahora no imagina sus ojos) y le dice que no le pida milagros o creer en paraísos.
"Una jauría de palomos salvajes revienta la calle a cada verbo y yo alimento mis entrañas con brisas marchitas."
Los lobos con piel de cordero (“jauría de palomos salvajes”, lo de “palomo” va con “paloma” y la paloma es símbolo pacífico) están jodiéndolo la calle (literalmente si se piensa en los movimientos de indignados o la sociedad si se piensa en los que participan en el sistema, o incluso en los que lo dominan).
Y yo -narrador- estoy jodido (alimento mis entrañas con brisas, aires, lo que se quiera… muerto, malos aires, mala marcha, lo que se quiera).
"Vivíamos como siempre, rodeados de melones, nube de pacíficos lobos asesinos de encinas. No, no eran tiempos de móviles ni ordenadores, ni había luna. Sólo sombras militares y un policía en cada esquina."
Aquí hay una inflexión temporal por el verbo en pasado: “vivíamos”; y, además, en segunda persona: se habla claramente de otra época, y el “vivíamos” puede referirse a todos o sólo al narrador y a “ella”, cuyos ojos no imagina, porque no quiere o porque no puede).
“Rodeados de melones”: rodeados de idiotas (esto es fácil): “nube de pacíficos lobos asesinos de encinas”: en realidad podrían ser los mismos lobos con piel de cordero: al final siempre son los mismos. “Asesinos de encinas”: que se cargan lo bueno.
"No eran tiempos de ordenadores, ni móviles": está claro de que hace ya unos cuantos años (otra referencia temporal). Ahora bien, cuando se dice que no había luna se está diciendo, además, que eran tiempos oscuros. Y cuando se remata con “sombras militares y un policía en cada esquina” no parece raro sospechar (supuesto que estemos en España, que lo estamos, como luego se verá con la referencia a Carabanchel) que esos tiempos son los de la dictadura: como mínimo antes de los setenta.
"Ni siquiera llovía".
Eran tiempos tan malos que ni siquiera llovía: quiero destacar la penuria.
SIGUE
PARTE II
Eliminar"Y al Aspirina le hervía el culo cuando se cruzaba con el Pirulo, la cara lienzo de porrazos. Porque el Aspirina era un mierda. Un auténtico mierda que se había tejido dos caras con su propia miseria. Un mierda de caca caída al que pensando que hablaba de árboles lo encerraron en Carabanchel y su voz se tornó soplo y ya no habló más de árboles porque nunca había hablado de árboles. Ay, melón melón, melón limón que nunca maduras."
Ahora me refiero a un caso particular pero paradigmático: el que se juega el culo queriendo hacer algo bueno y el que hace ver que se lo juega (y puede ser política o no, yo casi prefiero que no sea política sino gente que se intenta ganar la vida). El honrado es el Pirulo (que se la juega y por eso lleva la cara marcada con el estigma del fracaso, del dolor o realmente de verdaderos porrazos de “grises”, a elección del lector). El otro es un mierda, un cagáo sin dignidad. Un idiota, un tonto y un impostor que hace ver que habla de cosas dignas ("árboles") pero todo es falso. Un idiota, un melón que nunca madura (lo que no madura puede estar ácido, o amarillo, como se quiera: como un limón).
"Una vez –porque entonces las cosas ocurrían sólo una vez- conocí a una limoncita de rostro desvanecido, viva como débil flor en gélido invierno, despierta como un témpano de marfil bajo la noche más muda. Pobre, pobre limeloncita. Cómo era, no me lo preguntes. Imposible saberlo. Mi cerebro se diluye en tu boca y mi lengua pétrea dibuja mariposas sobre el negro nido de la rosa de nadie. Mi lengua pétrea…"
Aquí se cuenta una historia de amor con una idiota. Otra limeloncita. "¿Cómo era? No me lo preguntes" (parece que el narrador se dirige de nuevo a aquella (¿a la que ama?) cuyos ojos no recuerda, también se lo puede preguntar a sí mismo. La limeloncita es otra farsante como el Aspirina. El narrador no recuerda como era, entre otras cosas porque está paralizado (lengua pétrea) porque su cerebro está muerto (diluido, derretido) en la boca de la mujer que ama (en el recuerdo de la boca).
"Años 70. Setenta veces siete. Mi limeloncita con sus levis de pana de Niu Orlins –decía- y yo con mis zapatos de gamuza azul Yoni Biz-Guz –cantaba-: haz el amor, haz el amor, que la guerra ya vendrá, sin Lucy ni Eskay, ni Dáyamons.
"Eso ocurrió, por supuesto, en los 70, en los sombríos 70.
"Y entonces, Tú. Años 70, aún: Tú.
"Y el color se hizo."
Y se hace la luz y el color: cuando aparece ella ("tú",evidentemente la de los ojos que no recuerda y a la que le pide –no sabemos si a ella o a su recuerdo- que no le jure que hay paraísos. El narrador está desolado y recordando).
"No, no me lo jures. Y hoy menos. Vinieron los rojos, amarillos, anaranjados y hasta el signal con hexaclorofeno. El blanco y negro y el amarillo gualda se desvanecieron. Y la sangre del Pirulo, nutrida de esperma de infierno y ebria de néctar acetilsalicílico, ensayaba infausta oscuras burbujas de gloria, el dolor alimentando sus noches."
Llegó o se acercó la democracia, llegó otra sociedad y con ella otro desencanto. El Pirulo no ha debido salir muy bien de su “lucha” (personal o política): ebrio de néctar acetilsalicílico: muchos “Aspirinas” lo han jodido, lo han traicionado. Es todo mentira, la nueva sociedad, el nuevo sistema, la democracia. Todo una mierda. Desencanto.
SIGUE
PARTE III
Eliminar"Luego vas y te lanzas a la calle. Te atreves. Y los tilos se nublan bajo la sangre azul de las mariposas negras. ¿Qué pensabas? Las nubes ennegrecen como hongos podridos y litros y litros de savia azul rompen fuegos en los acantilados de un abismal asfalto. También hoy, también: melones, melones limón, meloncitos, melonazas, ¡setenta veces siete! Sí, la guerra vendrá porque la guerra nunca nos abandona. Siempre está ahí: alumbrando cadáveres, cadáveres vivos, cadáveres muertos. Cadáveres."
El desencanto a nivel personal. Aquí, la tercera persona del singular (“luego vas y te lanzas a la calle. Te atreves") puede referirse perfectamente al narrador o a la mujer que ama (supuesto que viva, claro): se lanzan a la calle en la nueva sociedad pero coño: sigue habiendo nubes y cadáveres. Todos parecen muertos, todos hipnotizados, todos idiotas, todos… melones.
"Ahora caigo, empiezo a caer, pero ignoro aún si los mástiles se agitan por la brisa azul de un cielo inminente o por el agrio silbo de un feroz Vulcano. Sigue, sigue la guerra y tiene tus ojos. Los melones, si no maduran, se alimonan y acaban por secarse. Ayer. Hoy. Mañana."
No sé si cae -el narrador- porque se percata de algo o cae física o psíquidamente. Y no sabe bien por qué. O sí. Porque la guerra sigue. Porque la vida es una constante guerra, personal, social, políticamente. Los idiotas siguen siendo idiotas. Y los idiotas son unos hijodeputas (más o menos lo dice María Jesús en la trasnochada de hoy).
"Y no me digas por qué ni me jures que en las calladas noches de invierno cesará el rumor ajeno de medias acariciadas."
Vuelve el lamento inicial del texto: y no me hables de pajaritos, de paraísos, ni que la soledad del narrador cesará: está sólo y el único rumor de medias acariciadas que oye es eso: un rumor ajeno: oye el amor cerca de él, pero no es el suyo.
En fin, como mucho de lo que escribo es complicado pero -creo- coherente e inteligible. Exige, eso sí, una lectura atenta, no por nada sino porque mi cabeza debe ser así de complicada o pretendo -precisamente- dar explicación a todo.
FIN DE LA INTERPRETACIÓN (yo creo que literal)
Gracias de nuevo, tanto a ti como a Narciso.
Gracias, Servando, en mi caso lo entendí bien, pero comprende, metáforas universales solo hay tres o cuatro, todas las demás son culturales
Eliminary muchas de las culturales depende de la formación de la persona (tanto de la que escribe como de la que lee). A veces, Narciso, me preguntaba por algo de lo expresado en mi ¿monólogo? terapéutico. Yo creía que se entendía plenamente (y lo entendía) pero por el motivo que fuere necesitaba que se lo expresara con otras palabras.
Me alegro de que nos lo hayas explicado ( y además clarito, muy bien), era coherente e inteligible y con muchas metáforas (procedentes de muchas horas de lectura).
Gracias
Isabel
(Una curiosidad, la fotografia de la crónica de la "Crónica Boba" es un recinto parroquial de Bretaña ¿no?. En el verano del 2000 estuvimos por esas tierras, creía que locos solo estabamos unos pocos, son preciosos, pero el turismo en general pasa de ellos. Parece ser que hay más locos)
Isabel, los escaparates de Paraguas Redondo -c/San Miguel- son los mas bonitos de Zaragoza. Y eso que no dan muchas posibilidades porque son escaparates muy pequeños.
ResponderEliminarAhora, si quiere ver buen gusto y exquisitez, entre dentro de la tienda. Entonces sí que se verá realmente transportada. No pase de largo, entre.
En este documental verá un poco de la tienda. Es interesante porque cuenta algo de la historia del paraguas en esta ciudad
http://www.youtube.com/watch?v=hxSPJ_hKoj4ad.
La Conchaparis
Concha, Paraguas Redondo , me trajo al presente a mi madre y cuando vi el documental mucho más.
ResponderEliminarJeje contaban cosas que te habían contado y cosas que una había vivido.
Hará cosa de un año, por curiosidad y nostalgia, entré en la tienda, en la de San Miguel, y la amabilidad en el trato con el cliente o simple curioso la misma que la mostrada en el reportaje
Gracias, Concha
isabel