SGS
La impotencia genera la melancolía y nada produce tanta impotencia como ver el paso del tiempo sin que podamos hacer nada por retenerlo. Comparar el paso del tiempo con la arena que se escapa entre nuestros dedos cuando queremos aprisionarla es un tropo común tanto para un viejo poeta chino como a nuestro Quevedo: “¡Cómo de entre mis manos te resbalas! ¡Oh, cómo te deslizas edad mía!”. Si alguien sintió con desesperanza la lima del tiempo que concienzuda y tenazmente roe todo, éste fue Quevedo, pero quien ha visto y representado de una manera más rotunda esta fuerza destructiva que supone el obstinado paso del tiempo ha sido Francisco de Goya en su pintura negra Saturno devorando a sus hijos. Su imagen es la máxima representación de la melancolía y la desesperanza.El cambio de año, la desaparición del que se va y el advenimiento del nuevo, propicia la melancolía, pero también el optimismo de quien piensa que el nuevo año traerá una nueva vida, que ayudará a solucionar los problemas y aportará benéficas oportunidades, o de quien espera que su vida siga siendo tan feliz como hasta el presente. Apostemos por esta visión. En la vieja China salían a las plazas los vendedores de poemas de año nuevo y acudían las gentes alegres a comprarlos. Pocas cosas nos deja el año, que estamos a punto de despedir, que debamos añorar, sin embargo, extrañamente, nos dolemos de perderlo, quizá, porque nada es malo ni bueno, sino que simplemente es.
Poco a poco el tiempo se va adentrando en el siglo veintiuno. Los siglos no terminan ni empiezan de acuerdo con nuestra numeración, sino cuando les da la gana, el siglo veinte no comenzó realmente hasta terminada la primera guerra europea y en nuestro país, puede que comenzara en el 1932, aunque no se sabe muy bien, pues, quizá, después se arrepintió para esperar unos cuantos años más. El presente siglo, seguramente no ha comenzado hasta el 2008, el año en que todo el mundo occidental se sumió en la actual crisis. Pero bueno, mal que bien, ya hemos doblado su primera década (¿de verdad? ¿cerrar el 2010 supone superar una década o hay que esperar a terminar el 2011?)
Para muchas buenas gentes el año 2010 debería ser inmortalizado en números romanos de bronce sobre un arco de triunfo, pues fue el año en que España se proclamó campeona del mundo de fútbol. Otros más exigentes no lo verán así, pero si exceptuamos ese evento, el año, en general, ha sido un anno horribilis; instalados en una crisis de la que no es que no veamos el principio de su fin, ni siquiera percibimos el fin del principio, no deberíamos de ofrecer mucha resistencia para desprendernos de él.
Antonio Envid.
Pero no, Antonio, la impotencia no genera melancolía,
ResponderEliminarsino rabia, agresividad... la tristeza suele venir de
la pérdida, a la que citas... aunque la más frecuente es
aquella que mentaba aristóteles (o cualquier otro)
como la tranquilidad en el mal... tristeza viene de
ainía, que significa no ir: no querer ir, no engendrar,
es la negación de la fecundidad... bueno, no
me hagas caso que casi siempre me lo invento todo
por eso de amenizar las charlas.
Un abrazo y gracias por tu buen artículo.
loqax
Cómo no soy siquiatra, ni tengo conocimientos de esa ciencia, no tengo obligación de ceñirme a los términos técnicos de lo que sea la melancolía.¡ Oh, santa ignorancia, que libre me haces! Ten en cuenta que estoy empleando un término anticuado y casi en desuso. La época dorada de la melancolía fue la época romántica. La imposibilidad de llegar a poseer al ser amado sumía a los románticos en un profundo estado melancólico. Como entonces no había siquiatras, ellos recurrían a la pistola, un método rápido de curación, barato y muy literario. Ellas suspiraban leyendo a Werther y comiendo pastelillos, mientras esperaban el matrimonio de conveniencia que les permitiera cómodamente seguir pensando melancólicamente en el ser al que habían entregado su corazón, o bien, engordaban y envejecían pensando igualmente en aquel ser amado idealizado.
ResponderEliminarEn fin, ya ves, para mí la melancolía es el estado final de la impotencia, el de la resignación de saber que ya no se alcanzará lo deseado. No niego que antes se haya pasado por la etapa de la negación, de la rebeldía (ira, violencia, todo eso) hasta alcanzar el estado melancólico. Yo recomiendo ir directamente a este estado sin rodeos, pues lo otro, intentar cambiar las cosas, es cansadísimo y de dudosos resultados.
Seguramente hoy se hablará de estado de depresión endógena y se tratará con prozac y esas cosas. Como cualquier pasado fue mejor yo me quedo con los románticos,
No espero que compartas mis heréticas teorías, pero si lo haces bienvenido al club de los melancólicos.
Antonio y Loqax: estoy deacuerdo con ambos. Los románticos que se suicidaban...¿acaso no cometían la mayor agresión hacia sí mismos?
ResponderEliminarYo creo que los melancólicos morían languideciendo poco a poco, ya que hablamos de lugares comunes, esta forma de morir -si es que existió- me parece más típica de las damiselas de los pastelillos casadas por convención. Esas, si estaba enamoradas de otro hombre -cosa que parece bastante habitual- sí que morían de melancolía.
Y también pienso que de ser posible deberíamos pasar directamente a cualquier estado exento de rabia y la ira.
A mi me gustaría obviar la rabia y pasar directamente a la melancolía, pero, por el camino hay que domesticar al impulso. Yo misma estoy en ello, quizás dentro de 10000000000 millones de años, el ser humano olvide este mecanismo liberador y secuestrador d elo mejor y peor.
No sé si me he explicado.
Salud!
Vladimira
Lo dicho, un lujo leerles en este caso a los tres.
ResponderEliminarMe imagino distintas clases de espejos donde se reflejan las conceptos que tratan y, ¡Bingo! ¿cuánta riqueza?. Tienen razón los tres.
isabel
Dos perlas en vuestros comentrios. El de loqax al afirmar que la tristeza es la "tranquilidad en el mal", en cuatro palabras resume mi idea de la menlancolía (yo también me invento las citas loqax, queda muy elegante, Cervantes también lo hacía). En cuanto a Wladimira, que siga luchando contra su impulso hasta domesticarlo. Visitando las ermitas rupestres de Capadocia, un turco (musulmán tibio, según me confesó) me dió la explicación de lo que simboliza el combate de San Jorge contra el dragón: el dragón es el yo interior, el monstruo que hay que combatir hasta domesticarlo, para alcanzar la serenidad simbolizada por la doncella.
ResponderEliminarPero no hay que domesticarlo demasiado pronto, empleemos la vida en ello, si no corremos el riesgo de convertirnos en una tomatera. No me toméis demasiado en serio cuando digo que tratar de modificar el mundo es cansadísimo, lo digo porqué lo se, no es algo que me hayan dicho. Pertenezco a la última generación que creyó que podía cambiar el mundo.
Isabel, la gente inteligente como tú termina concluyendo que todos tienen algo de razón y se zambullen en un mar de confusión. Es mucho más cómodo ser dogmático: solo tienen razón los míos, aunque tu postura sea mucho más rica espiritualmente.
No te equivoques Antonio, puede que conceda a casi todos un poco de razón pero con unos coincido casi plenamente y con otros intento adivinar en que tipo de espejo: plano, concavo, convexo, grados de curvadura se refleja.
ResponderEliminarEn la escuela cuando llevas muchos años ejerciendo y más si es en los mismos niveles, tienes que buscarte mecanismos que te motiven, el mío era intentar ver en que momentos y cómo se producían los aprendizajes, (e influir en ello) en cada uno de los niños, teniendo en cuenta sus circunstancias... Caso contrario hubiera sido mi profesión, al cabo de un tiempo un poco ¿coñazo?.
Con el mecanismo que me busque, era distinto cada niño era algo nuevo,un mundo a descubrir ( unas veces hermoso, otras no tanto), aunque los contenidos de la enseñanza fueran los mismos.
Yo también soy de la generación que quería cambiar el mundo.
A ciertas certezas o ideas mías hay personas que las enriquecen, digamos las adjetivan, las determinan, el los otros caso intento averiguar el espejo donde se reflejan (muchas veces son deformes), como una de las formas de estar en el mundo, queriendo engañar a mi impotencia y a mi melancolía.
Nunca me gustaron las personas que yo denomino sangre de horchata, creo que tampoco me gustarían las tomateras.
isabel
Antonio: durante los meses de enero y febrero se van a celebrar en Ibercaja 'Pato de la Infanta' un ciclo de conferencias titulado "Sociedad del conocimiento vs. Sociedad de valores". Me imagino que muchos de los que asistan les ocurrira como a mí. Saben de su necesidad, pero conocen la naturaleza humana (¿creer?, -poco).
ResponderEliminarPor qué asistimos. Tal vez, por escuchar esas ideas compartidas bien expuestas y, tal vez porque vemos que no somos únicos, que hay más personas que piensan como nosotros (viéndolos te calientas un poco el alma).
De la existencia de los esperantitas tuve conocimiento desde la más tierna infancia. Cuando llegó la democracia, el periódico Heraldo de Aragón publicó un curso de esperanto.
Por no ser distinta a los demás, con dolor de corazón,no lo seguí.
A la caída del Muro de Berlín, muchos, nuestro viaje de verano fue a esa ciudad.
En el hotel que nos hospedabamos había un congreso de esperantistas . Cuando coincidíamos en el hotel, fuera comedor, salones, etc. sentía hacia mí una rabia tremenda. No podía decirles en esperanto, que verlos a ellos era una de las cosas más bonitas de mi viaje a Berlín.
No solo nuestro sueños no se han cumplido, tampoco lo de otros y todos peleamos para que la impotencia y la melancolía no nos devore. (Tal vez tú, a través de tu escritura y tu ironía, etc). Cada uno nos buscamos un truco, un mecanismo de defensa.
isabel
A perdonar todas las erratas, por ejemplo: Pato en lugar de Patio.
ResponderEliminarAntonio, la que te piropeo el artículo sobre Nacha Guevara fui yo. Todos los que estábamos llenando el Teatro Principal ese día habíamos tenido sueños parecidos.
isabel