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Que el PSOE domina mejor la imagen que el PP nadie lo duda. Y en estos tiempos en que el icono se impone a la letra y la forma al contenido o la apariencia a la realidad (concluyente señal de nuestra degradación) quien tiene la llave de la imagen tiene la del poder.
Evidentemente las entrevistas a políticos tienen más de apariencia (imagen) que de fondo (contenido) y hay que saber “someterse” a ellas: a qué medio se conceden, a qué periodista, qué temas han de tratarse, cómo... Y en la imagen de la imagen: los retratos -si se trata de prensa escrita- o el escenario y la ubicación de entrevistador y entrevistado -si nos enfrentamos a un soporte audiovisual-. Si el medio es de tu cuerda, miel sobre hojuelas; si de la contraria, a pertrecharse bien puesto que más parecen trampas que entrevistas.
Dos hemos visto recientemente de este cariz: la ofrecida por Rajoy a El País y la que perpetró Pedro J. Ramírez a la flamante nueva ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, en Veo Tv.
Rajoy fue un cándido por dar juego a Rubalcaba, que le falto el tiempo para airear su particular descubrimiento: el “programa secreto” del PP. ¿Qué esperaba el bisoño de Rajoy? En estos tiempos, el entrevistado debe exigir garantías, controlar el interrogatorio y grabar la sesión. Pero le engañaron, siempre le engañan, y eso lo descalifica como aspirante al gobierno. Es como el rey de Francia cuando se quejaba de que nuestro Fernando le había engañado dos veces. “Miente –replicó el Católico-: lo he engañado diez veces”.
Trinidad Jiménez, por su parte, pecó de lo que peca el gobierno en pleno: de soberbia. Pensó y midió mal. Acostumbrada a esgrimir sus argumentos “técnicos” desde el poder y al calor del aplauso idiota, creyó que como puede con todo también podría con J. Ramírez por mucho J. Ramírez que fuera. Y, claro, erró el tiro, su imagen se desplomó, perdió los nervios, relajó las formas (grave debilidad en una diplomática) y el maquillaje facial devino en churretones. Hasta los años que aún no había cumplido escalaron por su ya patético semblante. La desesperación de la ministra fue tal que incluso esgrimió su alta cualificación en Derecho Internacional (a lo que hemos llegado). Pero lo que no se puede consentir es que nuestra primera embajadora, experta en Derecho Internacional –según dice- alegara que el gobierno español no piensa pronunciarse sobre los graves sucesos del Sahara hasta en tanto concluya la investigación que lleva a cabo... ¡el propio gobierno marroquí! Es decir, la investigación de quien es juez y parte y prohibió la presencia de observadores y, en concreto, de la prensa internacional o, lo que es lo mismo, la concurrencia de pruebas objetivas. Con semejante estupidez, en la que se afirmó y ratificó ante la insistencia de un perplejo Pedro J. Ramírez, estoy en condiciones de afirmar que para presumir de conocimientos de Derecho Internacional es imprescindible tenerlos antes de Derecho a secas. Y los más elementales principios jurídicos establecen que para llegar a una conclusión es necesario oír a las dos partes en litigio y, además, permitir y habilitar el mayor número de pruebas objetivas posibles. Esto es Derecho a secas, elemental y, sobre todo, sentido común.
Cuando Alfonso Guerra se refirió a ella como “Señorita Trini” no fue con intención machista, como precipitadamente se encargaron de tildar los escandalizados guardianes de lo políticamente correcto. El término “señorito” en la Andalucía natal tanto de él como de ella tiene la connotación de “hijo de papá”. Y, desde luego, eso es doña Trinidad en el aparato del partido: una niña consentida a quien lo que las urnas le niegan papá Zapatero se lo ofrece multiplicado. Objetivamente.
El Comarcal del Jiloca, 26/11/10
Un buen análisis y sobre todo muy bien escrito (escribir bien en un periodico es un lujo que no está al alcance de todos)
ResponderEliminarLamento no haber visto la entrevista de Rajoy, pero no me parece un bisoño, más bien un gallego con retranca, aunque quizá no tenga la maldad de su paisano Pepiño Balnco, del que parece que la Cia dice que no es de fiar, pues no mira a los ojos al hablar. ¡Con estos espías no me extraña que James Bond ya no se produzca!