I
Atravesar la plaza de aquel pueblo perdido en la estepa de los Monegros en pleno mes de julio era una inefable aventura. Salir de la casa, preparada por siglos de experiencia para su aislamiento (paredes de adobe, ventanos pequeños, amplio tejado de teja árabe a dos aguas) de la tórrida temperatura exterior, que provocaba un sol justiciero, señor absoluto durante ocho o nueve meses al año de aquel territorio, que no permitía el transito a la más ligera nube, para trasladarse al islote de enfrente en el que radicaba el bar, exigía quebrar las leyes más elementales de la física terráquea y sumergirnos en los arcanos que rigen la celeste. Traspasar el fresco umbral suponía entrar en un mundo de dos dimensiones y el camino hasta el bar, una cinta de Moebius. El implacable sol te aplana hasta reducirte sólo a dos dimensiones, ancho y largo. Pronto se disipa la inquietud que produce la ausencia total de sombras. Tras el viaje hasta el bar y tomarte allí tres o cuatro, o cinco…. quintos (dependiendo del humor de la concurrencia y del tiempo que tomara vencer el temor de repasar el camino para la vuelta), arribabas de nuevo a casa sin saber cual era tu mano derecha y tu mano izquierda, que bien podían haber sido trocadas por el espacio bidimensional recorrido (1).
El bar suponía un territorio neutral, allí las diferencias ideológicas o políticas quedaban depositadas en la percha que se encontraba en la entrada. Como en los míticos salones del oeste, los revólveres. Para las discusiones de teoría política estaban los casinos: el Casino de Labradores y el Círculo de Jornaleros, casi siempre vacíos, salvo en época electoral. En el bar confluía todo tipo de gente y solía estar lleno hasta que la sombra de la torre de la Iglesia comenzaba a escalar el dintel de la puerta del establecimiento, señal inequívoca de que la tarde decaía y ya se podía volver a casa sin que se derritiera la escasa sesera del personal. Esto hasta después de la cena, en que el local volvía a concurrirse.
Boinas caladas hasta las cejas, palillos en las comisuras de las bocas, pequeños gruñidos, que para los entendidos significaban: “envido”, “las veo”, o en la mesa de al lado, “las cuarenta”, “arrastro a la puta de oros” y otros términos de general inteligencia. ¡Ponnos otra ronda, Eustaquio! Soberano y farias ¡qué pagan éstos! Fuera, el infierno. No existía vida perceptible fuera de este microcosmos.
Una tarde, una fuerte corriente de aire cálido, como proveniente del infierno, abrió con furia la puerta, para volver a cerrarla de un portazo. La lengua de fuego lamió todos los rincones del local. De pronto, los cafés levitan en el aire y se vacían, las copas trazan una elegante curva en el espacio para vaciarse de inmediato, lo más curioso para mí, el resto del personal no parecía extrañar estos curiosos fenómenos, es que no caía al suelo ni una gota. Algunos farias se elevan desde los ceniceros donde descansaban hasta alcanzar un cierto nivel entre el suelo y el techo, para navegar a continuación por el local echando humo, como curiosos zeppelines silenciosos. Ante mi cara de asombro, alguien dijo: “No ponga esa cara forastero, es el Cucaracha y su banda, que apretaos por la necesidá han bajau de la sierra. Todo lo llevan con paciencia, pero la falta del café, las copas y el fuqmeque….” . “Pero –contradije tímidamente- el bandido Cucaracha ¿no murió envenenado hace casi cien años?” -Y eso que tiene que ver. Sigue con su banda por la Sierra de Alcubierre en forma de espíritus.
En Sisallera, ya lo dije, no regían las leyes de espacio y tiempo terrenas, sino otras cósmicas, pero tampoco las de los hombres, pues los boletines oficiales, convenientemente fajados, fueron amontonándose, desde tiempos de la Gaceta, en un rincón del Ayuntamiento, mientras un temor ancestral impedía que nadie se acercara a ellos, “es la orden del Rey, se obedece, pero no se cumple”. Un día dejaron de llegar y nadie se apercibió de ello.
II
En el reducto del bar se refugiaba la vida durante la mayor parte del día, el tórrido sol omnipresente y cegador no permitía otra cosa. La noche era distinta, pero lo de la noche me costo bastante enterarme, o sea que me harán la gracia de que se lo cuente otro día, u otra noche, como prefieran. Me abrí paso por entre los espesos jirones de humo de cigarro, que semejantes a pesados cortinajes, solo se traspasaban cortándolos con un cuchillo y allí estaban todos los habitantes de Sisallera. Los encontré más inquietos que de costumbre, no se oían solo los habituales gruñidos con que se gobernaban las interminables partidas de cartas, ni el chocar de las fichas de dominó sobre las mesas. Hoy imperaban las conversaciones, no solo en los corros formados en cada velador, si no de mesa a mesa, incluso de esquina a esquina del local.
“Qué si una base de submarinos, dicen que…” “Pero cómo serás tan bruto, Anacleto, ¿cómo van a poner una base de submarinos en el pueblo, si no hay gota de agua en cien quilómetros a la redolada?” “Pos será pa ponerlos a secar, digo yo, que de tanto ir por el agua se llenarán de verdín, a ver donde van a encontrar mejor secadero”. El que había dicho la mazada traspasó de una comisura a otra de la boca el mondadientes, mientras se rascaba la mollera.
-Yo lo que creo es que van a poner una plataforma “areonáutica”, de esas pa echar cohetes a la “atmosfera”.
–Ves, eso ya tiene mejor pinta, porque cielo, lo que se dice cielo, aquí si que hay, todo el año, que echas la vista p´arriba y se te llenan los ojos de estrellas y relumbran como si todo estuviera lleno de gusanos de luz, que a veces tengo que cerrar los ojos, que si no me entran mareos.
-Bueno, a nosotros qué nos importa, que pongan lo que quieran, como si quieren criar grillos, el caso es que dicen que quieren comprar tres mil hectáreas y que las pagan a seis mil euros o más, según la tierra.
–¡Quiá!, no caerá esa breva. Pero si esta tierra no vale ni para esparto. A no ser que sean extraterrestres, porque yo creo que esto es lo más parecido a Marte que pueda encontrarse.
-¡Oye, si son extrarrestres, a ver si nos pagan con billetes marcianos! ¡Habrá que ir con tiento!
-Yo con las perras, mecagüen el alcalde, me compro un jáguar. ¡Buá! ir por estos caminejos, levantando una polvareda que se verá desde Bujaraloz, con un jáguar ¡Qué gozada! -Pues yo, me pondré un yacuci, para cuando tengamos agua. – Mientras, lo llenas de vino, jua, jua…
¡Que legiones infernales se habían apoderado de las almas de estos sisallenses! Cuando digo que aquí imperan leyes cósmicas, no lo digo a humo de pajas, sino por pura convicción. Aun a riesgo de que se me derritiera el poco seso que me quedaba tras oír semejantes despropósitos, franqueé el umbral del bar y me aventuré por la impía plaza, huyendo de la colectiva locura, que amenazaba por contagiárseme. Aquí, lo que pasa, es que hay un agujero de gusano. Sí, hombre, eso que dicen los científicos, que puede que en algunos sitios haya un agujero en la dimensión espacio-tiempo, una especie de atajo que comunica una dimensión con otra, de modo que puedes trasladarte de un espacio o de un tiempo a otro en un instante. ¿No han oído hablar de “el empuje hiperespacial de Alcubierre? Pues, la sierra de Alcubierre está a un tiro de piedra de aquí ¡En fin!, que es evidente que el único cuerdo de este pueblo soy yo.
III
Tocado con un quepis legionario con cogotera, que había comprado al efecto en el mercadillo que se celebra los miércoles en la villa, atravesé la plaza hacia el bar, mi refugio habitual. A pesar de lo temprano de la hora una larga fila de sisalleses, que salía del Ayuntamiento, aguantaban impávidos los irascibles rayos de un sol que iniciaba ya su diario recorrido celeste. Al paso, no me quedó más remedio que escuchar las animadas conversaciones “ …pues yo pienso pedir, además del precio de la tierra, un Ipad…” “ a mí me tendrán que dar, además, una play esténsion para mi nieto, que lo tengo en Barcelona…”
Maldiciendo el día que nací y sospechando que las conversaciones del bar serían igual de emocionantes, di media vuelta y volví al frescor del zaguán de mi casa, donde pasé el día agarrado al botijo y a la botella de anís, leyendo viejos libros de Isaac Asimof, procedentes del stock que no pude devolver cuando el fracaso de mi intento de montar una tienda de libros en el pueblo.
Era ya de noche cuando me aventuré a salir otra vez, tomando el camino del puticlub en la carretera que atravesaba el pueblo. La débil iluminación del local no permitía ver lo ajado de sus butacas ni de sus chicas. La animación habitual. Algún camionero mortalmente herido de soledad y sus ojos llenos de la negrura inmensa de la noche, invitaba a una de las chicas. “Ponle otra copa a ésta y a mí otra cocacola. Maldita profesión ésta del volante, ni una copa te puedes tomar…..después me corren las tripas que parezco un concierto de fontaneros”. Alguno del pueblo mirando con aburrimiento a las requetevistas y requetecatadas chicas. Alguna de ellas, subida a increíbles botas con plataformas y tacones de treinta centímetros, con medio cuerpo enfundado en negras mallas y una especie de tanga cubriéndole la pélvis, trataba de recorrer el salón con contoneos de funanbulista. Dos, allí, a la espera de improbables clientes se contaban sus cuitas.
Dos lugareños hablaban animadamente en la barra sin notar mi presencia. “Que sí, que lo ha dicho el chico del Damián, ese que es tan leído, el que quiso montar una librería aquí en el pueblo y como no vendió ni un libro, se los leyó él todos. Sí, está un poco majara, pero es muy instruido el chico. Que son extraterrestres, de otro planeta, pero que como aquí hay un agujero que comunica un mundo con otro, como si fuera un atajo….un agujero de gusano, creo que dijo…… “Chica, déjanos, que estoy hablando con aquí unas cosas muy importantes”. Anda, Ivanov, ponle una copa a ésta, pero que se largue”. “¿Qué te decía? a si, pues que pasan de allá para aquí y de aquí para allá tan anchos, como mi gato cuando sale a la calle por la gatera, igual. Bueno, pues que quieren comprar todo el término, para criar grillos. Qué más da, grillos o langostos. Que esta tierra es muy buena para eso y es lo único que comen estas criaturas y parece que su planeta lo tienen ya agotau”
Antonio Envid
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(1) El conocido y enigmático anillo de Möbius o Moebius produce un mundo de sólo dos dimensiones. La hormiga que dibujó Escher puede recorrerlo infinitamente, pasando de una cara a otra de la cinta sin traspasar nunca el borde de la misma. Cuando al dar una vuelta llega a la posición de partida su parte derecha se ha trocado en la parte izquierda.
Cualquier parecido de este relato con la realidad es pura coincidencia. Lo que pasa es que la vida está llena de coincidencias ¡ya ven!.
ResponderEliminarEl efecto hiperespacial de Alcubierre no tiene nada que ver con la sierra de Alcubierre, sino que es una teoría expuesta por Miguel Alcubierre un joven y talentoso científico mexicano.
ResponderEliminarEl agujero de gusano es una hipótesis científica y se sueña poder conseguirlo, estaría unido a la máquina del tiempo.
No busquen Sisallera en el mapa, no existe, pero sí algún nombre parecido cercano a los Monegros.
¡Qué barbaridad! Más por favor.
ResponderEliminarLo que decía. Jazz.
Por cierto, la banda sonora me recuerda a un interludio de los Pekenikes.
Maravilloso Antonio.
Ángel.
Jazz? Pekenikes? ¡Jodo!
ResponderEliminarQuizá refleje muy bien los contrastes que encierra el propio relato, Ángel.
Saludos.
Es que la música es mi debilidad. Tengo en la memoria desde los 60 hasta hoy, me gusta prácticamente toda.
ResponderEliminarCuando busques una canción ya sabes.
Con el permiso de Antonio voy a hacer una prueba contigo. Me voy a arriesgar a recomendarte una canción actual.
ResponderEliminarSupongo que te gustan los Beatles, de los que por cierto fueron teloneros los Pekenikes si mal no recuerdo cuando vinieron a España. Pues te voy a decir un grupo del año 2008 o por ahí, de dos chicos que tocan y cantan muy bien y la letra no tiene desperdicio. Se puede seguir disfrutando de la música en la actualidad.
http://www.youtube.com/watch?v=a0cYr1HB7VE
ésto no tendrá nada que ver con GRAN ESCALA ¿no es verdad?
ResponderEliminarVERDAD
ResponderEliminarPOR PROBLEMAS TÉCNICOS NO VOY A PODER COLGAR (SEGURAMENTE) NINGUNA NUEVA ENTRADA HASTA EL LUNES.
ResponderEliminarTAMPOCO PODRÉ LEER VUESTROS COMENTARIOS NI MENSAJES (NI E-MAILS) NI ENVIAR NINGÚN COMENTARIO PERSONAL MÍO.
En fin, eso, sólo hasta el lunes, como mucho.
Besos.
Me gusta ese 'jazz' de Ángel para referirse a todos los que por dominar la palabra saben hacer con ellas juegos malabares. Ya sea contando ideas, situaciones, sentimientos, etc.
ResponderEliminarMe sonreí, cuando comprobé que otros al leerlo habían pensado en 'Gran Escala' y sí, era Gran Escala.
No pienso que sea raro coincidir en algunas cosas con otras personas, sobre todo si se ha tenido algún profesor y algunas lecturas, etc. similares.
Dº Manuel Sancho fue profesor mío en dos ocasiones. La primera, en segundo de bachiller (1962-3); la segunda,en uno de los cursos para especializarme en ciencias sociales (1972-73 o 73-74).
Entre otras muchas cosas, de la primera viene Europa, nos hablaba de las supranacionalidades (Benelux), del la CECA, etc. Hará unos once o doce años, una de la pregunta que nos hicieron a los asistentes al curso de verano del Real Instituto de Estudios Europeos fue el motivo de nuestra asistencia. En mi respuesta estaba Dº Manuel, quería seguir sabiendo más cosas ..., pero de personas fiables, como lo era él.
De la segunda, también muchas cosas, pero hubo dos que me llamaron poderosamente la atención. Estamos en 1973 y ahí estaba Dº Manuel hablándonos de la disolución a medio o largo plazo de la URSS, del poder de los nacionalismos, del poco poder de las supranacionalidades impuestas (aquel verano, él con su mujer y una hijita de ¿tres? años iban a Polonia). La otra, de la tercera guerra mundial. Su origen estaría en Oriente Medio, la irracionalidad con que se crearon esos paises y el polvorín puesto en medio de ellos (Israel) no predecía un futuro deseable, bueno.
Me acordé de él, en el caso de la URSS y de los países del Este y me acuerdo de él siempre que leo algo sobre Oriente Próximo y Medio.
Cuando murió, Francisco Bono (presidente de Aramon), escribió un In memoriam sobre Dª Manuel, yo lo reconocía en cada línea que leía y me gustaba.
me gustaba que hubiese gustado a otros tanto como me gustó a mí.
(Los dos hermanos Sancho : Dº Ángel y Dº Manuel pusieron listones del saber, luego siempre supe donde se situaba el mío, lo cual es siempre una ventaja para no hacer ¿el capullo?, ¿el indio?).
Si hay un comentario, cuando sea de mi parte, el comentario es sincero.
Gracias por compartir el artículo.
isabel
(Francisco Bono, vivió en su infancia en la calle Terminillo, sus padres y mis padres se conocían, no solo por ser vecinos, también porque eran amigos de un familiar nuestro que vivía en Valencia de la rama Sebastían.)