Fernando VII |
La anécdota es muy conocida, pero no siempre se cita la procedencia y, desde luego, el ritmo y la gracia con que la cuenta su narrador es difícilmente superable. Se trata de una maledicencia referente a la noche de bodas del rey Fernando VII y su esposa María Josefa Amalia de Sajonia, que le cuenta en una carta desde Madrid, a finales de 1830, Próspero Mérimée a su amigo Marie-Henry Beyle, más conocido por Stendhal. He aquí la carta, según la edición que hizo Aguilar de la correspondencia de este popular escritor:
”Voy a escribirle una historia guarrísima que me contaron en Madrid. La Reina sajona con quien se casó Fernando era una princesa sumamente devota, y educada tan cristianamente que ignoraba hasta las cosas más elementales de este mundo, y que conocen en España incluso las niñas de ocho años. Es costumbre antigua, cuando el Rey se casa con una princesa que se supone virgen, que la princesa de sangre, casada, que sea la parienta más allegada al Rey tenga con la Reina una conversación de un cuarto de hora, con el fin de prepararla para la ceremonia. Ahora bien, así que llegó la sajona, la cuñada del Rey, mujer del infante don Carlos, y hermana de la difunta Reina María Isabel, a quien la Reina sajona sucedía, declaró rotundamente que por nada del mundo pondría a esa alemana en condiciones de reemplazar a su hermana. Por otro lado, la camarera mayor, vieja puta devota, protestó que nunca se había fijado suficientemente en lo que su marido le hacía, para poder explicárselo a otras. Resultó que la Reina fue puesta en el lecho sin ninguna preparación. Entra Su Majestad. Figúrese a un hombre gordo con aspecto de sátiro, morenísimo, con el labio inferior colgándole. Según la dama por quien sé la historia, su miembro viril es fino como una barra de lacre en la base, y tan gordo como el puño en su extremidad; además, tan largo como un taco de billar. Es, por añadidura, el rijoso más grosero y desvergonzado de su reino. Ante esta horrible vista, la Reina creyó desvanecerse, y fue mucho peor cuando S.M.C. (*) comenzó a toquetearla sin miramientos. (N.B.: La Reina no hablaba más que el alemán, del que S.M. no sabía ni una palabra.) La Reina se escapa de la cama y corre por la habitación dando grandes gritos. El Rey la persigue; pero, como ella era joven y ágil, y el Rey es gordo, pesado y gotoso, el Monarca se caía de narices, tropezaba con los suelos. En resumen, el Rey encontró ese juego muy tonto y montó en espantosa cólera. Llama, pregunta por su cuñada y por la camarera mayor, y las trata de P y de B (**) con una elocuencia muy propia de él, y por último les ordena que preparen a la Reina, dejándoles un cuarto de hora para ese negocio. Luego, se pasea, en camisa y zapatillas, por una galería fumándose un cigarro. No sé qué demonios dijeron esas mujeres a la Reina; lo cierto es que le metieron tanto miedo que su digestión se vio perturbada. Cuando volvió el Rey y quiso reanudar la conversación en el punto en que la había dejado, ya no encontró resistencia; pero, a su primer esfuerzo para abrir una puerta, abrióse con toda naturalidad la de al lado y manchó las sábanas con un color muy distinto al que se espera después de una noche de bodas. Olor espantoso, pues las reinas no gozan de las mismas propiedades que la algalia. ¿Qué habría hecho usted en lugar del Rey? Se fue jurando y estuvo ocho días sin querer tocar a su real esposa.”
Fernando “el Rey Felón” tenía a la sazón treinta y cuatro años y la reina dieciséis. Lo más curioso del relato es el exacto conocimiento que de la forma y dimensiones de la real verga tenía la dama que le cuenta la historia a Mérimée. Parece ser que el Borbón era bastante mujeriego y, por otra parte, poco afortunado en sus sucesivos matrimonios, lo que hace creíble este saber por parte de algunas damas de la corte.
En efecto, su primera esposa fue María Antonia Borbón Lerena, su prima hermana, poquita cosa, feucha y dulce, con quien no tuvo hijos. Su segunda mujer fue su sobrina María Isabel Francisca de Braganza, de la que los madrileños decían: “fea, pobre y portuguesa…¡chúpate esa!”. También murió sin descendencia. La tercera, María Josefa Amalia de Sajonia, es la protagonista de la carta trascrita. El Rey tuvo que pedir hasta la intersección del Papa para que la joven accediera a consumar su matrimonio, y esto a pesar de que se le confeccionó una ingeniosa almohadilla con un agujero en el centro para mitigar el impacto del augusto órgano. Murió al poco, también sin descendencia. Hasta que Fernando, prematuramente envejecido y gotoso, halló a su sobrina la napolitana María Cristina de Borbón, que si no era guapa, al menos apetecible y nada pacata. Por fin nació la niña que sería la reina Isabel II.
Antonio Envid
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(*) SMC, Su Majestad Católica. (**) P de putains? B de bêtes o brutes ?
La lectura del articulito ha traído a mi memoría a Dº Angel y sobre todo a su hermano Dº Manuel Sancho (ambos fueron profesores míos de Geografía e Historia y ambos eran catedráticos. El uno de la Escuela de Magisterio, el otro de lo que en aquellos tiempos se llamaba Escuela de Comercio).
ResponderEliminarDe los dos profesores mis recuerdos son agradables y entrañables.
Cuando observaban que estabamos un poco distraidos en clase con tantos hechos, causas, efectos,consecuencias, etc. nos contaban una cotianidad de distintos monarcas.
A mí la suya me ha recordado las de Fernando VI con su esposa Bárbara de Braganza.
(En razón de la edad de sus alumnos nunca hubo ninguna que pudieramos considerar no apropiada a nuestra edad ).
Cuando digo que se puede disfrutar con sus artículos, en algunas personas no es una pose.
Las semillas para poder disfrutar las sembraron hace muchos años entre otros los profesores que tuvimos.
Por eso leer algo que nos los recuerden siempre resulta muy agradable.
Somos quienes somos gracias a ellos.
Alguna otra vez, como hoy colgaré algún comentario (me temo que similar a este), pero procurando no ser pesada y no repetirme en ese me gustan todos.
Gracias por compartirlo y por los gratos recuerdos que trajo
isabel
Es verdad Isabel. Recuerdo el primer día de matemáticas de 8º de EGB. Entró el padre Benito y mirándonos a todos, en silencio hasta que nos callamos, se dió la vuelta hacia la pizarra y comenzó a dibujar en ella un recipiente, con una tapa.
ResponderEliminarDespués dijo: " La inteligencia del alumno, es como un recipiente y el profesor lo que tiene que hacer es abrirlo ".
Nos quedamos callados todos. Ese fue el único año que he sacado sobresaliente en dicha materia y no se me solían dar bien.
Es curioso la huella que deja un profesor dedicado.
Angel
Estimada Isabel, tuve la inmensa suerte de tener como profesor a don Manuel Sancho. Impartía una asignatura de límites imprecisos que se llamaba Geografía Económica, de suerte que cada clase era una sorpresa. Un día nos hablaba del dry farming como técnica de cultivo cerealístico en las llanuras norteamericanas, otras tocaba hablar de derivadas de una función, que nos explicaba gráficamente como la puesta en marcha de una locomotora de vapor, en fin, cada clase era una hora de amena e instructiva charla. Recuerdo con cariño su conferencia magistral que nos dió con motivo del sencillo homenaje que le dimos sus antiguos alumnos con motivo de su jubilación. Sencillo pero lleno de cariño. Fue una serena y filosófica reflexión sobre la vida, que terminó con una inquietante cita de Ramón Gómez de la Serna, "¿Pero hay vida antes de la muerte?"
ResponderEliminarOtro profesor que tuve la suerte de tener fue a Ildefonso Manuel Gil
que nos daba algo así como: "Literatura española y especialmente Iberoamericana".
si a esto unimos que mi título de Profesor Mercantil está firmado por el Nobel Vicente Aleixandre, a la sazón Director de Enseñanzas Profesionales, se comprenderá que un titulado en Comercio y Economía, materias que todo el mundo considera "pragmáticas", tenga como principal afición la literaria. Eran más que profesores, eran maestros de una dificil pero apasionante asignatura: La Vida.
Antonio, Dº Manuel Sancho, era mucho Dº Manuel.
ResponderEliminarNo tuve la suerte de tener como profesor a Ildefonso Manuel Gil, pero lo seguía, como lo seguíamos muchos zaragozanos.
En honor a Ángel (le gusta la denominación), mucho di la lata con ellos 'al maestro armero'con los profesores que tuve. De Dº Carlos Alvárez (el profe de latín y literatura), Rosa Domingo y Pellicer (lengua y literatura) no se libró. Te metieron ciertos gusanillos (en mi caso de curiosidad, luego lectora). Allí estaba lo obligatorio del programa, pero como con Dº Manuel ellos ampliaban y ampliaban .
No será pues de extrañar que aparezcan mis 'gracias por compartirlo' en aquellos articulitos específicos que me los recuerdan. ¿Erudición?, ¿sensibilidad? ¿finura de talente, no exentas de ironía? ¿...? muchos etc.
Si citara los que me gustaron de ciencias, los buenos, te decían que sin ser lectora de buena literatura no se era nada. La literatura tenía que formar parte de tu vida. En la de ellos estaba. ¿Cómo no voy a comprender que un titulado en Comercio y Económicas tenga aficiones literarias si tuvo como profesor de Ildefonso Manuel y le firmó el título Vicente Aleixandre?.
No pude dar las gracias antes por la amable respuesta, nos subíamos a Jaca.
isabel