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Desde que leí, en algún periódico o revista, no recuerdo bien ahora, las declaraciones de Verónica, me ha rondado por la cabeza la idea de escribir este breve comentario sobre las mismas.
Verónica es una artista (¿no será eso mucho decir?) que creo que ha actuado en alguna serie de televisión y no sé si habrá hecho algo más, aparte de esa actuación. Probablemente, sí. Si no, no acabo de entender bien del todo sus famosas declaraciones.
Ha dicho Verónica que ella es atea, que no cree en Dios, ni en la Iglesia, ni en ninguna religión, sea de la clase que sea. Que para eso, ella es atea. Ha dicho también que no la importaría nada perder “eso” lo antes posible, en la mejor ocasión que se le presente. No sé. No voy a entrar en este punto. Ella sabrá. Pero me he enterado, por otra parte, que Verónica tiene ya 32 añitos, que no son 16, ni 18, ni 20. Que son 32. En estas tierras la gente dice que “el que a los 30 no es rico, a los 40 es borrico”. No sé. Como he dicho, ella sabrá.
Verónica dice que ella es atea. Que no cree en esto ni en lo otro ni en lo de más allá. Pero yo creo que Verónica se equivoca. En esta vida, para bien o para mal, no hay ateos. Todos somos creyentes. Cada uno tiene su Dios ( con mayúscula) o sus dioses o sus diosecillos (todos ellos con minúscula). Y cada uno cree en su dios, ya sea éste con mayúscula o con minúscula. Sin esta creencia, la vida no sería posible. O sería más bien una mentira y una farsa.
La buena de Verónica no tendrá su Dios ( con mayúscula ) en el que ella dice (quizás sólo con la boca pequeña) que no cree. Pero estoy seguro que tiene otros dioses, otros ídolos de metal o de barro, en los que sí cree y a los que sí adora. Podrán ser el amor, la belleza, el esfuerzo, el éxito, el dinero, la TV y hasta “eso” que a ella tanto le gustaría perder en la mejor ocasión que se le presente... No, Verónica no es atea. Es creyente. Pero que muy creyente, al menos en aquellas cosas detrás de las cuales ella ha dicho que va. Lástima que tenga su punto de mira tan desenfocado. Y eso a sus 32 años. Que ya no son 16, ni 18, ni 20.
No ser creyente en Alguien o en algo es ser como un pozo sin agua, un rosal sin flores o un cielo sin estrellas. Y lo que es peor, es ser una persona sin ilusión y sin esperanza. Lo que, por supuesto, no deseo de ninguna manera para la buena de Verónica.
Si buenamente tuviera yo la posibilidad de decirle algo a Verónica, me gustaría decirle que ni a su edad (ella es aún una persona joven) ni a ninguna otra edad, ante las cosas más o menos positivas de la vida deberíamos decir “de esta agua no beberé” porque, como dijo el poeta, “en esta vida todos bebemos agua de muchas fuentes” y ella, Verónica, ni de lejos sabe ahora a qué fuente ni a qué agua tendrá que acudir algún día para apagar su sed. Día que tarde o temprano le llegará. Seguro.
(De El color de mi cristal)
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