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(...)
-Bien, empecemos
con la operación -, dijo el Superdotado a través del micrófono que sobresalía de
la solapa de su bata blanca. Hizo una señal con la mano y la misma azafata
angelical que nos había dado la bienvenida bañándonos en champán, salió de una
puerta y se acercó hasta la reluciente mesa de acero inoxidable. Me levanté y
ella ocupó mi lugar. Me miró un instante. No transmitía ninguna inquietud. Todo
lo contrario. Su mirada era tan calmada, que resultaba casi vacía. A otra señal
del maestro, la chica guapa se tumbó boca arriba mostrando su desamparado
cuerpo. Mi corazón se aceleró. Presagiaba algo horrible. Horrible, y a la vez,
asombroso. La ceremonia siguió su curso. El Superdotado realizó las
presentaciones pertinentes mientras mostraba un reluciente bisturí a todos los
asistentes: “Os presento a Penélope. Bienvenida, Penélope. Te voy a abrir de
arriba a abajo. ¿Te importa?”. Ella negó dulcemente con la cabeza y el
Superdotado, sin más cháchara, le clavó salvajemente el estilete empujando con
las dos manos. Entró por la garganta y rajó con toda su fuerza hasta el vientre.
No me dio tiempo ni a taparme la cara. En mi vida he gritado tanto. Ni tanto, ni
tan acompañado. Miles de alaridos salieron de las gargantas de los invitados y
dieron la vuelta al mundo hundiendo barcos y derribando aviones. Cuando la madre
de todos los huracanes volvió al saloncito convertida en una tormenta tropical,
más de uno se había desmayado del esfuerzo.
-Calma,
convecinos, que no cunda el pánico -, iba diciendo el Superdotado con su bata
hecha un cristo -. Por favor, vuelvan a sus sitios. Tengo la intención de
explicarlo todo. Calma.
Sí, sí, calma…un
vecino salió pitando y se estampó contra la puerta de salida que seguía cerrada
a cal y canto. Al menos, su sacrificio sirvió para darnos cuenta que serenarnos
era la única opción. Cuando al cabo de unos minutos, el Superdotado entendió que
el ganado se había tranquilizado, inició su exposición sin quitarse la bata de
carnicero loco.
-Veréis…durante estos largos meses, he estado
trabajando en la creación de un ser humano que no tuviera origen biológico pero
que contara con todas las peculiaridades propias del hombre. He intentado crear,
por así decirlo, vida artificial. Pues bien…reconozco que he fracasado
rotundamente. Todos lo hemos podido comprobar hace un momento. ¿Alguien ha visto
a Penélope asustada? Seguro que no. Por el contrario, aquí tenemos a nuestro
pobre Administrador que está como un flan. ¿Por qué? Muy sencillo. Porque lo que
tenéis sobre la mesa no es humano, es una simple máquina sin sentimientos de
ningún tipo. Un androide con apariencia humana preparado para obedecer. Se
podría decir que Penélope está más cerca de la “retrotostadora” que os presenté
en la pasada reunión, que de cualquiera de nosotros. -
(...)
Babiluno
de La máquina bonita
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