-
sgs |
Por fin
despierta el babeante Warrnner. Bueno, en realidad lo he devuelto yo al Cuesco
con un par de bofetadas bien dadas.
- Gustavo, anda ven conmigo. Ahí, a la esquina de la barra. Quiero contarte algo.
Y le
hablo del Sito Fons. ¿Alguna vez te he
hablado de él? Es el Fonsi, el de los
cigarrillos kool. Sí, el de los
mentolados. En realidad yo no lo
conozco, personalmente quiero decir. Todo
lo que sé de él es cosecha del Aliaga.
Bueno
pues verás. El Sito Fons es el
barrendero de Conde Aranda, que por cierto ahora con las obras igual lo han
echado o se lo llevan a otro barrio. A
otro barrio, stricto sensu, quiero decir.
Sí, porque con la calle remozada
hasta los barrenderos van a desaparecer.
Al menos los barrenderos al estilo Fons.
Lo digo porque en las calles modernas, esas en las que hasta escupir da
reparo, ya no se ve un basurero. Aparece
un tío montado en una maquineta que va limpiando las aceras automáticamente,
pssshhhhhhh, psssshhhhhhh, y tienes que apartarte para que no te salpique, te
atropelle, o te pegue un cepillao de zapatos de puta madre. Nada que ver con lo de antes. Trabajan cómodamente sentados, calefacción en
invierno y aire acondicionado en los meses de calor. Je, ¿te imaginas que fuera al reves, frío en
diciembre y fuego en agosto? Lo pagarían
mejor, claro. Pero a lo que voy. El Fonsi es, o era, el barrendero de Conde
Aranda. Todo el día empujando su carro,
con una colilla de kool entre los labios.
Al tío se lo rifan, porque es bueno de cojones. Los alcaldes pedáneos van locos tras él. Que si el domingo horas extras en Santa
Isabel, que si esta madrugada puede dar un repaso a la plaza de
Villamayor. Que van a hacer baile en
Garrapinillos y no será lo mismo si el Fonsi le da un repaso antes y otro,
claro, después. Fíjate, Gustavo, que
hace dos años lo llamaron para Agosto a Madrid.
Que figuraba Woody Allen y su banda de Jazz en el programa de Los Veranos
de la Villa y querían que el Fonsi lo dejara todo bien apañadito. Bueno, pues tuvo un éxito clamoroso. No
veas al tío con la escoba. Qué
porte. Qué saber estar. Qué zurdazos, derechazos, medias
vueltas... Hasta el salto de la rana
hacía con el badil en la izquierda y el escobón en la diestra. Incluso marcaba paquete con el traje de
luces, quiero decir, con el chaleco fosforito, claro que desde luego tiene
mucha más luz quela chaquetilla de un torero.
Algunos pensaron al principio que se trataba de un simple telonero, pero
cuando Woody Allen lo llamó en los bises para que se uniera a la banda con su
carro a modo de batería, bueno, para qué te voy a contar. Bastará con decirte
que le han hecho firmar un contrato blindado para los próximos diez años. Pero como el profesional es profesional, lo
primero es lo primero. Y lo primero es
Conde Aranda. Él nunca abandonaría Conde Aranda, salvo que
Conde Aranda, como todo parece augurar, lo abandone a él; pero eso es otro
cantar. A lo que iba. Una vez le pusieron un ayudante jovencito,
jovencito de estatura. Servandito se
llamaba. Y te los encontrabas a los dos
por cualquiera de las bocacalles de Conde Aranda, el Fonsi filosofando y el
otro con la boca abierta escuchando al jefe, que siempre le hablaba del Maestro
Ghot, del que incluso tenía un librito dedicado. Le contaba maravillas de él. Y decía que si algún día le tocara la loto
dejaría la escoba y el carro y se dedicaría a la literatura. Que tenía escritas algunas cosas pero necesitaba
tiempo para hacer algo en serio. Lo del
carro, le decía al ayudante, lo del carro, amigo, pesa mucho.
- Mecagüen los güevos, Walker, el rollo
que me acabas de meter. Hagamos un pacto.
Tú me libras de más historias y yo renuncio a Troya.
- No te digo que no, Gustavo. Pero deja que te diga lo que le pasó el otro
día al Aliaga en Conde Aranda.
- Por tus muertos te lo pido, no. No
y mil veces no. No me lo cuentes.
- Como quieras. Pero estaba el Sito en la tienda de lencería
mixta, ahora todo es tibio, para
comprarse unos calzoncillos de franela y apareció por allí uno de la calle
Cerezo y qué te crees que le dijo a la de la tienda. Pues que quería unas bragas coloradas pa su
novia. Amor mío, le dijo la braguera, si le regalas a tu novia unas bragas
coloradas, no le pidas después que responda de su virtud, pero aquí el que paga
manda. ¿Pues?, preguntó el de la calle Cerezo. Pues mira, cielo, siguió la
lencera, te lo explico porque eres hombre y no te enteras. Si le regalas a tu
novia… ¿cómo se llama? Andrés, respondió azorado. Jodo, si tu novia se llama
Andrés no sigo, que no necesitas consejos. No, maña, Andrés soy yo, mi novia se
llama Rufina. Jodo, si se llama Rufina tampoco sigo, que entonces necesitas
demasiados consejos. Bueno, dijo el Andrés, se llama Rufina, pero yo la llamo
Rufi. Eso ya está mejor, siguió la tendera. Pues mira, Andrés, si le regalas a
la Rufi unas bragas coloradas, tú te pondrás como una moto cuando la veas, pero
ella se pondrá como una moto aunque no te vea. No acabo yo… farfulló el Andrés.
Pues a ver si acabas: ella se pondrá las bragas coloradas, ¿bien hasta aquí,
pichón? Sí, dijo el Andrés. Y con bragas coloradas, que son lo más guerrero del
mercado, tu novia Rufi se calzará a todo el que se le ponga delante, aunque
sólo sea pa que le vea la lencería torera, del color de la sangre, las bragas
del color de la muleta torera ¿Ya? Pues no, todavía no, respondió el Andrés.
Ostia, dijo la tendera. ¿Ostia qué? preguntó el Andrés. Ostiaputa, terció la
lencera. ¿Pues?, siguió el Andrés. A ver, majico, ¿a ti se te ha follao alguna
mujer así como sin avisar, aquí te pillo aquí te mato? Pues… sí, mi tía
Matilde, dijo el Andrés, parecía un maquinista de la Renfe, jodo. Muy bien,
Andrés. Y ¿de qué color llevaba las bragas tu tía Matilde cuando se te folló a
la brava?, siguió Puri, la tendera. Pues mira, ahora que lo dices llevaba unas
bragas coloradas, qué casualidá. No hay forma, dijo la Puri, dándose casi por
vencida. ¿Pues?, siguió el Andrés. Que si tu novia la Rufi se pone bragas
coloradas, como tu tía Matilde aquel día que te folló como un maquinista de la
General, tu novia la Rufi se follará a todo hombre o macho de cualquier
especie, raza, condición y edad que encuentre a su paso, y si no encuentra a
ninguno a su paso, lo buscará allá donde se esconda y se lo calzará sobre la
propia, sin darle tiempo ni a apagar el cigarro. Pero si yo no fumo, respondió
el Andrés. ¿De qué color querías las bragas para tu novia, Andrés, majo?
Coloradas, dijo el Andrés. Marchando unas bragas coloradas para el señor y sea
lo que dios quiera.
Servando Gotor
Cuescos
No hay comentarios:
Publicar un comentario