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Con el cuerpo humano y la respiración pulmonar, sobrado de fuerzas y dulce de piel, cautivo de sí mismo, cada mañana resuelve un problema para sentirse útil y cada tarde crea un problema para sentirse importante. Paxton Andrade, guardián del lado frágil de Zaragoza, con los pies sucios, sin bombones, en decadencia, podría ser feliz pero no lo es, ni siquiera está satisfecho. Nada es sencillo aquí, nada es sencillo. Los hombres, a veces, son amables con él; en cualquier caso, sus enemigos no le temen. Corre detrás de los hombrecillos, que ya son cuatro, mientras piensa en su vida, desordenadamente. ‘Los amigos van y vienen, pero los enemigos se acumulan’, se dice Paxton al ver que el número de sospechosos aumenta. Rojo, verde, fucsia y negro. De pronto tiene a cuatro turistas de uno cincuenta y uno de estatura corriendo delante de él.
Un pequeño grupo de fariseos que ven pasar a Paxton, con el estilo propio de un buen discípulo de Abebe Bikila, corriendo detrás de los cuatro hombrecillos, suciamente intrigados y dispuestos a cualquier cosa que pueda despretigiarle, comienzan a correr detrás de él, increpándole con capciosas preguntas: ‘Tú que frecuentas el trato de mercenarios, pintores y prostitutas, dinos, ¿es lícito al hombre correr desenfrenadamente detrás de aquello que desea?’. Paxton, sin volverse hacia ellos ni perder el ritmo de la persecución, responde con la sabiduría de un polaco: ‘Está escrito: es mejor quemarse que apagarse lentamente’. Los fariseos, acostumbrados a las evasivas de Paxton y queriendo cogerle en una blasfemia cabal, insisten: ‘Dinos, ¿es lícito al hombre dejarse llevar por sus piernas ignorando así el corazón?’, a lo que Andrade responde sin pensar ni detenerse: ‘En verdad en verdad os digo que entre dos males, siempre escojo el que no he probado nunca’. Queriendo aprovechar la oportunidad de encontrar algún motivo para condenar a Paxton por su conducta o sus palabras, se organizan en línea de carrera y, relevándose, siguen al guardián, que sigue a los cuatro hombrecillos de colores.
Narciso y Servando
El Guacamayo Azul
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