domingo, 16 de septiembre de 2012

ESTO SE DESBORDA (Truhán)

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Laura Fernández
 
 
 
Uno, por supuesto, condena el salvajismo integrista sea del signo que sea, y a esto poco más hay que añadir a lo  mucho ya dicho. 
 
Pero lo que resulta inconcebible es que en las supuestas democracias occidentales con estados de derecho -se supone que- civilizados, no sea delito y/o se persiga implacablemente todo ataque, todo insulto, toda vejación contra cualquier tipo no sólo de raza sino también de creencia o condición humana (natural o cultural): los degenerados que se dedican a sacar pasta bajo una coartada "artística" de estos insultos, no son más que una cuadrilla de criminales sinvergüenzas. Y me estoy refiriendo, como es de suponer, al impresentable vídeo que ha generado la última escala de violencia islamista -por lo demás, insisto, injustificada.
 
El insulto y la vejación no pueden consentirse en ninguna sociedad moderna y democrática, ni en un estado de Derecho, y menos al amparo de no sé qué libertad de expresión: la libertad de expresión nada tiene que ver con el insulto, que sólo engendra violencia.  El arte, el verdadero arte, tampoco tiene nada que ver con la agresión física, o psíquica o espiritual. Y los que así lo practican lo saben perfectamente, pero también saben que sus acciones amén de impunes, suelen ser rentabilísimas, ante la sonrisa idiota -y la sonrisa idiota es la más triste- de una población inculta que piensa que eso es arte y que eso es moderno y progresista.
 
Lo de la embajada norteamericana en Libia, con la inhumana imagen del malogrado embajador, no tiene nombre y ya ha sido suficientemente comentado, aunque ningún comentario hubiera sido necesario pues basta el salvajismo que denotan las imágenes que  todo el mundo ha podido ver.  Pero por lo que habrá que preguntarse es por esa cuadrilla de criminales que bajo una falaz apariencia artística, progre y moderna que a pocos engañan, y dudo que -por muy mal gusto que esta desgraciada sociedad tenga, que lo tiene- a pocos enfermos satisface, se dedican a hacer "películas" como la que  ha provocado esta reacción  de los fundamentalistas islámicos-, cuyos líderes, faltaría más, andan al acecho del mínimo pretexto para azuzar a la gran masa de abducidos que sus comunidades y sociedades islamistas albergan y excitan.
 
Occidente, y Estados Unidos a la cabeza, tienen evidentes intereses económicos en el ámbito musulmán y además con un nombre propio: petróleo. De modo que a veces resulta víctima de su propia política. Claro que  las víctimas nunca son los verdaderos responsables de esas políticas: los magnates y quienes mandan. La víctima siempre es el pueblo. Y, por supuesto, incluyo en el "pueblo" al embajador norteamericano asesinado, pues a los grandes no se les da un destinos tan arriesgado (en todo caso, y aunque así no fuera, la cuestión de fondo no cambia).
 
Bochornoso en todos los órdenes es el momento que vivimos.  Y la crisis de valores global, más que preocupante. Pues la pobreza espiritual genera probreza económica, y la económica peligrosos fundamentalismos y apasionamientos.  
 
Por lo demás, la historia la tenemos a la vuelta de la esquina, sin necesidad de ninguna "memoria" imbécil ni artificial.  Por supuesto, lo que está ocurriendo en Cataluña (irracional también, como todo nacionalismo imbécil) y el perdón electoralista con el que pretende sorprendernos ahora un tal Otegui, librito incluido (¡qué casualidad, justo en vísperas de que la izquierda abertzale asalte definitivamente el poder en el País Vasco!), no es sino fruto de tanta pobreza intelectual.  Nada más.  No engañarnos.
 
En España, en concreto, en mi juventud, en pleno franquismo, nos enseñaban la lógica de Aristóteles, filosofía y latín y, luego había una Formación del Espíritu Nacional que nunca nos la creímos nadie -y por eso, precisamente, llegó tan pronto la democracia.  Pues bien en estos casi cuarenta años de democracia, al menos dos generaciones han crecido y se han educado en una ignorancia supina al socaire de unos ridículos y trasnochados nacionalismos y de una falsa radical izquierda, fomentado todo este desbarajuste por quienes han vivido y quieren seguir viviendo del cuento. Y, la verdad sea dicha: mal -hasta ahora-  no les ha ido, que bien alimentados y con buenas cuentas andan por el mundo. Hasta el último sinvergüenza de izquierda unida tiene unos dineritos en el banco muy pero que muy por encima no de cualquier obrero sino de la media de los españoles.  Y encima se jacta de ello.
 
Evidentemente, todo esto no es que haga aguas.  Es mucho peor: huele a sangre. Lamentable... pero no extrañarse que cosas más raras han ocurrido y no muy lejos ni de aquí ni de ahora. Por tanto, como no se ponga coto y sentido común de forma inmediata a todo este desmadre (y aquí no se salva ningún político, ya que hasta el que no ha robado es cómplice), nos esperan armas y guillotinitas a la vuelta de la esquina.  De modo que a ver si nos espabilamos y nos lo tomamos en serio, de una vez,  para tratar de evitarlo.  Esto se desborda.
 
 
 
Truhán

 

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