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Sí, porque en Conde Aranda estamos acostumbrados a ver esciápodos corriendo a mil por hora con una sola pierna y la otra recogida sobre el hombro, apuntando el pulgar al cielo. Sobre todo en primavera, porque les gusta el buen tiempo y odian el cierzo. Y no sólo esciápodos, que cuando llega la temporada de los unicornios, ya al inicio del verano, que son como los turistas, inundan la calle y entonces, sí, entonces Conde Aranda vive su agosto más cálido. Para el invierno aparecen los sátiros con las hipatias y aquello es la gloria. Pero lo mejor son las plagas de manos mutiladas gateando por las aceras, jugando a quemepisasquenomepisas, saltando a las farolas, posándose en las papeleras. Luego, puntualmente, se ven hermosos muslos, piernas sueltas y desnudas pero con elegantes zapatos de tacón de aguja avanzando a paso de claké hasta el Portillo, para marcarse unos buenos tangos al calor de la gente que les rodea y les aplaude. Vaya pedazo de mujer, gritan algunos lanzando el sombrero al aire.
Servando Gotor
de Cuescos
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