sgs |
Leo o releo, no sé muy bien (hay cosas antiguas que vuelvo a releer y me parecen nuevas y leo cosas nuevas que me saben a viejas), uno de los artículos de costumbres de don Mariano José de Larra, que con el título que encabeza este escrito publicó en 1835 y, salvando, claro está, la gran diferencia entre su época y la nuestra, me suena a algo actual. En aquel tiempo la sociedad española se hallaba en crisis, un orden antiguo que Fernando VII trataba de apuntalar por todos los medios, agonizaba, mientras que la modernidad pugnaba por ocupar su sitio, y Larra, puntual notario de su tiempo, relata la oposición que a este Estado nuevo ejercían las fosilizadas estructuras del país y la cerrilidad de algunos españoles. ¿No nos encontramos en la actualidad en una encrucijada parecida? El mundo camina y nos está dejando atrás, todo nuestro modelo social, de gran éxito en los últimos cuarenta años, quién lo duda, está haciendo aguas, pero nadie, ni el sector financiero, ni los partidos políticos, ni los sindicatos, ni el grueso de la población, quiere darse cuenta.
Viene a cuento de todo esto, y como un ejemplo de lo que digo, la apuesta que se está haciendo por los emprendedores, neologismo éste que nadie sabe muy bien que significa en realidad, pero que suena más a emprendedores de aventuras que a sólidas empresas. Esta sospecha queda corroborada por el análisis de medidas que acaba de aprobar el Gobierno para “apoyo al emprendedor” (RDL 4/2013). Nada encontramos en ellas dirigido al mantenimiento y fortalecimiento de la empresas que todavía sobreviven, por el contrario, van encaradas a estimular el autoempleo y a la creación de nuevas micro-sociedades, y se reducen a algunas ventajas fiscales y bonificaciones en la seguridad social. En una economía global dominada, aunque nos pese, por grandes multinacionales capaces de poner en un proyecto todo el capital y los medios humanos que precisen, capaces de hablar de tú a tú con los gobiernos y doblegarlos a sus intereses, de largarse de un país de la noche a la mañana y aterrizar en otro que les ofrece mejores condiciones, nosotros apostamos por el bravo emprendedor, que con su sola voluntad y, seguramente acompañado de una buena idea y una buena preparación personal, sin apoyo financiero, sin medios para poner en pie su proyecto, ni mucho menos, nternacionalizarlo, se le envía a retar a Goliat con una piedra (me dirán, hombre, precisamente en este caso David derribó al gigante, pero convendrán conmigo que esto ocurría en aquellos tiempos de la Biblia en los que pasaban cosas bien extrañas).
Relata Larra como en el Madrid de su tiempo existía una población dedicada “más bien a pretextos de existencia….en una palabra, modos de vivir que no dan de vivir”. ”Esos mismos que en noviembre venden ruedos o zapatillas de orillo, en julio venden horchata; en verano son bañeros del Manzanares; en invierno cafeteros ambulantes; los que vendían agua en agosto, vendían en carnaval caretas y garbanzos de pega, y en Navidades motes nuevos para damas y galanes”. La cita quizá sea larga, pero la castiza prosa de don Mariano lo merece. Pues bien ¿qué puede conseguirse animando a los jóvenes españoles a que junten el dinerillo propio y de sus familias y con una capitalización del paro, si lo tienen, y unas bonificaciones fiscales, se lancen al proceloso mundo de los negocios? Algunos triunfarán, sin duda, aquellos que emprendan un negocio que conocen muy bien y tengan bastante suerte, pero una gran mayoría verán frustrados sus esfuerzos, comprobarán lo difícil que es conseguir un crédito con solo presentar un proyecto y comprometerán la firma de padres y allegados en un avatar.
Desengañémonos, las Pymes y los autónomos pueden crear empleo, pero en ellos solos no puede sustentarse una economía moderna, las creadoras de empleo son las grandes compañías, las grandes fábricas, que a su vez son las que dan trabajo a aquellas pymes de las que tanto nos enorgullecemos (sin duda, fundadamente, ya que suelen estar bien gestionadas y ser muy eficientes), pero que solo puede sustentarse a la sombra de un tejido industrial y de servicios de grandes empresas que son las que les dan trabajo. No podemos pretender que una pequeña empresa sea capaz de conquistar y mantener mercados internacionales cuando el nuestro no les da suficiente trabajo, ni que encuentren financiación, cuando nuestros bancos no les prestan ni un euro. En fin, apostemos otra vez por los empresarios y dejémonos de subvertir las palabras.
Antonio Envid Miñana
29 marzo, 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario