domingo, 28 de abril de 2013

TRISTE NIÑA MÍA (Juan Serrano)



Sus ojos de niña
nunca se cerraban.
Nerviosa en la cama
los pies removía.
Su vista trepaba
igual que una ardilla.
¿Quién la desvelaba
que no se dormía?
¿El viento sería,
un buho en la rama,
su loca manía
de ver en la sala
demonios en fila
con cara enfadada,
de azufre encendida
y sangre de babas?
Triste niña mía,
no es triste tu cara; 
es la pena mía
la que triste canta.
Tan desconfiada,
de Dios resentida,
de todos estaba
que no habían caricias
que a ella cansada
dejaran dormida.
Mi niña pensaba
que si la vigilia
al sueño pasaba,
entonces vendrían
feroces fantasmas...
se la comerían,
y ya nunca más
el día vería
mi niña del alba.
Triste niña mía,
no es triste tu cara; 
es la pena mía
la que triste canta.
Abiertas al día
tenía las ventanas,
igual que un vigía
que nunca descansa.
¿Por qué no quería
cerrar su mirada,
quedarse dormida,
entrar en la nada,
y así transducida,
soñar que mañana
su cuerpo jamás
ningún mal tendría?
Triste niña mía,
no es triste tu cara; 
es la pena mía
la que triste canta.
"Cerrar las pupilas
abrir es la entrada
a noche asesina
que todo lo apaga"
-decía la niña
con ecos de plata
que se traducían
en claras palabras
de agua y de brisa,
alegres cascadas.
Sus ojos en rima
de gozo saltaban,
abriendo su mira
danzando cantaban:
"cu cú que la rana
 no tenga vacía
de agua su charca,
¿si no qué sería
del sapo y su larva?
¡Vivir no podrían!
Triste niña mía,
no es triste tu cara; 
es la pena mía
la que triste canta.
La sábana blanca
ella retorcía
rompiendo la lana.
Las flores cosidas,
en rojo bordadas,
su nombre ponían:
sangre disecada,
hielos, seda fina,
telas de mortaja
al suelo caían.
La madre en su falda
callada y hundida
de nuevo bordaba
y recomponía
con letras bien anchas
su nombre de arcilla;
aunque para nada,
mamá bien sabía,
deseperanzada,
que su hilar servía.
Triste niña mía,
no es triste tu cara; 
es la pena mía
la que triste canta.
Que el agua amansada
te deje en la orilla
soñando acostada,
triste niña mía,
para que mañana,
temprano y de día
con una palmada
de amor y de risa
tus ojos se abran.
Triste niña mía,
no es triste tu cara; 
es la pena mía
la que triste canta.




Juan Serrano
de su blog: Blao
27 de abril de 2013 







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