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Estoy en “El Cepo”. Esta cafetería es como mi casa. El camarero con
ver mi careto ya sabe lo que quiero. Hoy me sirve un café cargado. El cielo
está encapotado. Y en el bullicio cálido de este bar de encrucijadas bebo mi
soledad con unas gotas anís.
Fuera hace un frío espantoso. Blao acaba de llegar. Abriga su cuello con un retal de lana verdechillón, escandaloso. Deja una manoseada libreta encima de la mesa y se sienta. Los dos frente a frente.
Fuera hace un frío espantoso. Blao acaba de llegar. Abriga su cuello con un retal de lana verdechillón, escandaloso. Deja una manoseada libreta encima de la mesa y se sienta. Los dos frente a frente.
Esta bufanda y esta agenda las llevo siempre conmigo para espantar a los temblores del silencio. Ahora ya sabes -me dice- el por qué de estos arreos: mis dos muletas. Escribo para no estar solo. Y este tapaboca hortera me protege de las soledades ajenas.La soledad es la esencia del alma, -le replico- no está fuera de nosotros. La llevamos siempre a cuestas. Es una tontería querer librarte de ella yendo de aquí para allá escondiendo tu cara como un buzo. El vacío que sientes, ni mi Dios ni tus letras, podrán llenar su abismo.
A continuación Blao con una sonrisa sarcástica,
mal disimulada, se mofa de mi estereotipada retórica:
¡No me vengas con el cuento de la soledad sonora, la soledad íntima y sublimada, ese recóndito jardín oscuro donde el amor se halla! Frases hechas. Se nota que duermes a pata suelta abrazado a una mujer que te quiere, que tu carne aún no ha sido mordida por la serpiente de la ausencia. Aquel que dijo que la persona se mide por la cantidad de soledad que puede soportar, estaba muy bien acompañado...
Blao no ha terminado de hablar. Se levanta
enfurecido hacia el espejo del vestíbulo y continúa con voz lastimera:
"...Yo en cambio me reflejo en este cristal para sentirme acompañado como un idiota. Abrigo y alimento mi vacío con las palabras de esta libreta. Visto mi desnuda soledad con versos llenos de agujeros. ¿Y qué es lo que consigo? Más soledad. La escritura es un fantasma que miente, desaparece y juega con nuestra ingenua esperanza. Doy con la palabra ajustada y la realidad que la encarna de nuevo se me escapa. Maldigo la soledad dolorida. No soy un pedante, ni un sofista para afirmar que la soledad y el conocimiento son sinónimos. Ni tampoco se me ocurre decir que la soledad es la fuente del sosiego. Muerte y soledad para mí es lo mismo. Me agarro a las palabras como un náufrago a la madera de la que depende su vida. Ya lo dijo Henry Miller: “las palabras son soledad".Y yo te digo, Blao, -le corrijo a bocajarro- que la soledad es una mujer encinta, preñada del universo, el túnel al paraíso de nuestro vivir agraciado, el manantial de la conciencia. La soledad son mis sueños de caricias falto. Estar solo, no tener a nadie: el vacío.
Blao se calla. El eco cobrizo de su ultima
palabra, hoja de otoño abatido, reverbera en mis oídos. Escucho su
"vacío" y lo acojo en mi silencio. Y luego le digo:
"A los enemigos de la soledad, a los que como tú les angustia la nada, armáis grandes alborotos, os rodeáis de multitudes. Apoyáis vuestra cojera en garrotes de cera caliente. Así engañáis el temblequeo que os ahoga. Verbeneros, dicharacheros. Habláis con todo el mundo y no os comunicáis con nadie. Acusáis a vuestros contrarios de misántropos. Me llamas espiritualista, huraño, hombres tímido y de baja estima porque en el fondo añoras las virtudes que criticas."¡Habló el Caballero de la Soledad redentora! Exhibes, Azulada, invulnerable el trofeo de lo Abstracto. Cual dogmático pope de lo absoluto arrojas tu vana creencia sobre mi cruenta incredulidad despeñada. Tu dichosa felicidad generalizada, frente a mi particular soledad herida. Teoría y Realidad contrapuestas. Tu compañera soledad y mi soledad desierta. Suposición y sospecha. Razón y fe. El Iluminado inmune a la contaminación del ruido frente al falso caballero desangrado por los dardos de su soledad envenenada.
Después de escuchar a Blao, veo su soledad y la
mía, su angustia y mi engreimiento. Su pérdida y mi solaz ausencia. Las dos
soledades sobre la mesa, forman un dúo de cartas, una paradoja. Hago un amago
de querer juntar las dos en un mismo mazo, en un mismo abrazo. Blao me coge la
mano con fuerza.
No lo hagas, mi amigo. El reto continúa. Debemos seguir alimentando esta dual y rica beligerancia que nos hace ricamente contradictorios.
Juan Serrano
Blaodurías
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