Es raro encontrarnos con una película del calibre de "Habitación en Roma" lo último de Julio Medem, difícil de catalogar dentro de ese cine intimista.
El film comienza con un picado entre de dos muchachas, interpretadas por nuestra Elena Anaya y la rusa Natasha Yarovenko, que salen de una correría nocturna para acabar en la habitación de un hotel donde transcurrirán las casi dos horas de metraje, situación parecida a "El angel exterminador" de Luis Buñuel y "La Huella" de Josep l. Mankiewich.
Las tórridas escenas de sexo se complementarán con una historia de "amor fou", un amor entre féminas jaspeado con imágenes de la Roma Imperial, auspiciado por los cuadros que salpican cada paso de esta historia de mentiras, medias verdades y sobretodo un enamoramiento atroz de nuestras protagonistas. Ellas mismas parecen sacadas de un lienzo, sus desnudos semejan esos cuerpos que podemos admirar en cualquier museo, es como si la Maja de Goya tomara movimiento.
Medem ha conseguido dar vida a figuras policromadas, de tal forma que entran a formar parte de esta historia que nunca sabremos si transcurrió o fue inventada, pero ciertamente cada fotograma nos transporta al mundo que ellas desprecian y ese futuro incierto que a toda costa desean, sin embargo la realidad de sus vidas (Natasha se casa al día siguiente) les hará ver lo imposible de mantener esa relación.
Al amanecer todo se habrá acabado, la cámara instalada en ese abanderado balcón de las ánimas y mediante otro picado, cada personaje tomará una ruta diferente, dejando un final en entredicho, ya que en último minuto las dos desaparecen del plano cinematográfico por el mismo lado.
El personaje interpretado por la actriz Elena Anaya la convierte en quizá la, mejor estrella del panorama cinematográfico español, sus movimientos, situaciones de tristeza, dolor lo eleva al súmmum, siendo un acierto el que Julio Medem haya contado con ella para encabezar este minúsculo reparto.
Arcadio Muñoz
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