No, no voy a hablar de gays ni de finanzas. Los adoquinazos de mi barricada van hoy por otros derroteros. Decía Winston Churchill que quien no es revolucionario a los veinte años no tiene corazón y que quien lo siga siendo a los cuarenta, no tiene cabeza. Salvador Allende remató que ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica. No hacían sino constatar una evidencia. Bueno, pues hoy –todo al revés-, nuestros jóvenes parecen pecar de conformistas.
Veamos: la juventud rebelde reniega de sus mayores, los considera carcas, conservadores y atrofiados y hace bandera de la desobediencia. La madurez asentada, después de asentarse, después de que la experiencia le ha demostrado que la vida es dura y compleja y que los sueños rara vez se cumplen, valora lo poco que con ímprobo esfuerzo ha conseguido y trata de conservarlo y enseñar a los jóvenes cuál es el camino crudo y verdadero para conseguirlo. La juventud, necesariamente ciega, sólo ve en esto el estigma del fracaso. Y tal vez sea verdad, porque tal vez la vida sea –toda ella- un verdadero fracaso.
Con todo, esta apreciación incontestable de la juventud loca y la madurez sensata existe desde que el hombre es hombre. Y motivó que en Roma gobernara el Senado (los mayores). Estableció la patria potestad. Distinguió entre mayoría y minoría de edad, dejando a los menores con un estatus jurídico disminuido y debidamente tutelados por los mayores. Afirmó que los menores, personas todavía sin formar, no han desarrollado plenamente su propia voluntad y la limitó, especialmente para concesiones que pudieran perjudicarles: desde las patrimoniales (disponer de sus bienes y derechos) hasta las personales (las relaciones sexuales con menores, por ejemplo, están perseguidas, sin que valga de excusa que sean consentidas, porque el consentimiento de un menor está viciado de inmadurez).
Pues bien, en estos tiempos de generaciones formadas en la sociedad de la opulencia y el bienestar –a ver qué pasa a partir de ahora-, en que la mayoría estudia y cuenta con facilidades inimaginables en otras épocas, nos encontramos con una juventud que, lejos de ser rebelde, parece mostrar el rostro más agrio del conformismo.
Por su parte los padres que, culturalmente llevan clavadas en sus humanas mentes esas realidades constatadas por Churchill y Allende, miran asombrados a sus conformados hijos y les imponen cierta suerte de rebeldía formal: hijo, ¡tienes que ser rebelde!”, “¿por qué?”, “porque lo dice tu padre”. Y los mayores –predicando con el ejemplo- les dan unas buenas lecciones de rebeldía y les habilitan espacios para las litronas, el sexo liviano y el desenfreno más idiota, dicen tratarles como “amigos” en vez de cómo “hijos”, les venden productos violentos: cine y videojuegos; les muestran la masturbación como algo grande y les incitan a enfrentarse a sus mayores y, especialmente, a sus profesores (¿cabe mayor rebeldía?). Y sin embargo, en medio de tanta incitación/excitación, los jóvenes siguen acríticos y conformistas, mirando extrañados a esos papás modernos, lanzados y revolucionarios.
Así estamos: hijo no mata a padre, es padre quien mata a hijo; rebeldes a los cuarenta y conservadores a los veinte. ¿O quizá esa pasividad juvenil es una forma de rebeldía? No lo sé, pero como la pobreza es la madre de toda revolución -ya lo constató Aristóteles-, estos jóvenes opulentos andan anclados en el más sórdido conformismo.
Yerran, pues, los padres revolucionarios y radicales: en las democracias las revoluciones son obra de demagogos –de nuevo Aristóteles-. En una democracia avanzada los mayores deben velar por “conservarla” y eso comienza por el respeto a las instituciones, especialmente la Ley emanada de la soberanía popular (sin Estado de Derecho no hay democracia). Y los hijos, dejemos que vivan su vida. La suya. Y que maten al padre, pero a su manera. Y si quieren.
(El Comarcal de El Jiloca, 14/05/10)
Lo que les pasa a estos jóvenes de hoy en día es que han comido mucho huevo Kinder.
ResponderEliminarY bueno, ya lo dijo ese que hemos leído todos los de este blog: Todos llevamos un parricida dentro.
Azulenca.
Primero debemos de enseñar a hablar a nuestros jóvenes ( !Cooohh!,), después unas nociones de geografía, historia, gramática en vez de tanto !!CARRIL BICI!!!!..
ResponderEliminarUNO QUE VEIA "EL GRAN CIRCO DE TVE".
Sr. Anónimo otro gayo cantaría si ese otro anónimo que "purula" por ahí defendiendo a Garzón hubiera visto El gran cierco de TVE. (porque... ¿no será Vd. el mismo, verdad?, no, imposible).
ResponderEliminarJa
Y digo yo... ¿Qué nivel de audiencia tendría hoy en día El Gran Circo de TVE?
ResponderEliminarUna que veía Crónicas de un Pueblo.
Este artículo me ha evocado una situación vivida hace unos años -no muchos- en la sede de un colegio profesional. Se estaban examinando las cuentas del ejercicio y presentado el nuevo presupuesto.
ResponderEliminarEse colegio profesional había sido ejemplo para el resto -de la misma profesión, se entiende- Pues bien, al blogger le entró la vena contestataria y dijo. ¿Por qué no proponemos una enmienda al presupuesto y sacudimos un poco a estos burócratas-carcamales?
La cuestión no era fácil. Había que encontrar un defecto en el presupuesto porque no era cuestión de proponer una enmienda a lo loco, ir a hacer la risa. Bueno, pues la encontró.
El nuevo presupuesto proponía una subida de cuotas pero ¡ah! no contenía justificación, no daba razón del porqué de la subida. Defecto que aprovechó el blogger y le permitió remitir su enmienda al colegio para debatir en la asamblea.
Plan teado el debate los "viejos" se removían en sus asientos. La enmienda estaba bien planteada. La cosa se ponía fea y ¿sabeis quien se levantó sofocado y nerviosísimo defendiendo que se subieran las cuotas?
¡El presidente de la Agrupación de ... Jóvenes! ¡No daba crédito a lo que estaba viendo y oyendo!
Increíble ¿no?
En teoría los jóvenes son quienes deberían oponerse a la subida. Sin embargo su presidente se puso nervioso porque igual no salía adelante la subida de cuotas de los colegiados.
Es evidente que su objetivo no era forjarse un futuro y un nombre en la profesión. Ese presidente pensaba comer el resto de su vida de un presupuesto.
¿Lo recuerdas, Sr. blogger?
Srta. Contestataria
Yo también comía huevos Kinder.
ResponderEliminarY Saturno devorando a su hijo es uno de mis cuadros favoritos.
Pero, ¿qué es eso de que hemos crecido sin el Gran Circo de la tele? Discrepo... Circo hay mucho, en la tele, y en todas partes.
Y pan no falta. Será así como han matado a la rebeldía.
P.D: yo es que era más de montar la sorpresa y dejarme el chocolate.
Fabiola: "El circo de la tele" creo que hace referencia a un programa de televisión (no a que la tv sea un circo, que también -je-).
ResponderEliminarSaturno devorando a su hijo, era una opción para ilustrar esta entrada, sólo que no tengo fotografiado el cuadro (y el empeñor de no colgar cosas de terceros ajenos al blog, puse esta otra que sí es una fotografía mía). De todos modos esta imagen también representa a un padre que acaba comiéndose a sus hijos, si bien ellos se ofrecen voluntariamente. Se trata de "Ugolino y sus hijos", de Jean-Baptiste Carpeaux (personaje real -el tal Ugolino fue un conde toscano, creo- y cuya leyenda la recoge Dante en el Infierno -canto XXXIII-).
Esta interesante escultura es un claro antecedente de El Pensador de Rodin, del que hace poco tuvimos una copia en Zaragoza y que, por eso, también lo tengo fotografiado. Recuerda un montón.
Besos.
Sí... sabía lo de Miliki, estaba jugando!
ResponderEliminarY Saturno es una de mis tareas pendientes... puede que cuelgues una versión en la barricada, tarde o temprano...