viernes, 7 de mayo de 2010

POR FIN, UNA BUENA NOTICIA (Antonio Envid Miñana).

Entre el mar de malos sucesos que nos sirven a diario los periódicos encuentro una buena noticia: el estudio de los fósiles de la cueva asturiana de El Sidrón ha revelado que los neandertales y lo sapiens cohabitaron y llegaron a tener descendencia de esta relación, precisamente nosotros los europeos modernos somos sus descendientes.

La noticia se remonta a hace cien mil años, pero es un hermoso hecho. Resulta que, en contra de lo que se creía, el encuentro entre neandertales y homo sapiens, en lo que hoy conocemos como Oriente Medio, no provocó un choque con el resultado del exterminio de una raza por otra. Donde hoy se zurran la badana judíos, musulmanes chiitas, musulmanes sunnitas, cristianos, drusos, bahaitas y la madre que los parió, se encontraron hace diez mil años dos razas bien distintas: los gigantones y fornidos neandertales y los gráciles y astutos homo sapiens, y no digo yo que no se arrearan algún guantazo a modo de saludo, pero parece ser que al fin triunfó el amor, se casaron entre ellos y tan felices.

Entonces, como ahora, el hombre solicita, pero es la mujer la que selecciona y consiente, de modo que este triunfo del amor habrá que atribuirlo, en gran medida, a las hembras de ambos grupos. ¿Pero como surgiría? Quizá a alguna robusta matrona neandertala le hiciera gracia la ligereza y agilidad de un sapiens y encontrara más gusto en sus picarones jugueteos que en las muy viriles, pero algo torpes, embestidas de los de su especie. También cabe pensar que a alguna sapiens le fascinara la robustez y apacible aspecto de un neandertal; luego, tal vez, comentarÍa con sus amigas: “Chicas, no es para explicarlo, hay que probarlo. Un abrazo de estos brutotes te deja dolorida una semana, pero también plenamente satisfecha y, además, a pesar de su agreste aspecto, hace una de ellos lo que quiere”. Puede uno pensar, que de pronto los bosques se poblaron de furtivos abrazos, risas, jadeos, aquí te pillo, todo regido por la diosa Venus dirigiendo un batallón de cupidillos enredadores. No me cabe duda de que aquellas aventuras fueron las que recordaban los griegos cuando rememoraban la época en que los fornidos dioses se acoplaban con los humanos por los bosquecillos del Olimpo y de cuyos apareamientos surgió aquella bella raza de atletas y héroes. Ya advertía Jardiel Poncela que los hijos del amor son hermosos.

Ya digo, me reconcilia con mi raza pensar que aquellos primitivos seres fueron capaces de llegar a la conclusión de que era mejor hacer el amor que no la guerra.

Antonio Envid

2 comentarios:

  1. Vamos, don Antonio, de aquí a la "Sonrisa Vertical"... o como se llame eso.

    Srta. Amorosa

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  2. desde luego es necesario un poco de humor en este amargo trance que estamos pasando, aunque tengamos que buscarlo retrocediendo cien mil años atrás.
    un amargao

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