Fugazmente, una sola actuación, pasan por Zaragoza Nacha Guevara y Alberto Favero. Nacha, con más años y más sabiduría, sigue espléndida. Su buena salud y mala memoria, como ella dice, la mantienen plena de aptitudes. Dos horas de poesía, canción, buen humor y…. nostalgia. Nuestro querido y provinciano teatro Principal se llenó con su presencia (diva y cercana a la vez) y su voz, sin olvidar el excelente piano de su compañero Alberto Favero.
El grueso del programa recae en canciones sobre poemas del no hace mucho desparecido Mario Benedetti, tanto tiempo amigo de la pareja. Canciones de “Poemas de la oficina”, aquella en que la vida transcurría simplemente, goteando como un aceite rancio, otras escritas ex profeso para la diva y otras de los varios libros del llorado poeta. Pero también Boris Vian, Jacques Brel……, en fin, algo de lo mejor de ese terrible siglo veinte, siglo de poetas y generales, que se empeña en alejarse de nosotros dejándonos un aroma lírico y nostálgico. Pudimos saborear la espuma de los días de esa convulsa centuria a la que pertenecemos sin remedio y en la que Europa floreció en una verdadera edad de plata.
Hasta con Bécquer se atreve Nacha, y en su voz “volverán las oscuras glondrinas…” no suena manida y cursi, sino como lo que es, una entrañable canción de amor; sin embargo, los cantos de libertad de Neruda, a pesar de la bella interpretación de la gran cantante, están rancios y apolillados. La ideología y la poesía casan mal. Hay un Neruda poeta, delicado y lírico, el de las “Odas elementales” o íntimo, el de las canciones de amor, y otro grandilocuente, que pone su pluma al servicio de una doctrina y resulta falso. No Afecta eso a su grandeza, siempre que olvidemos lo olvidable, también Antonio Machado incurrió a veces en ese error, pero todos se lo hemos perdonado, porque nunca dejó de ser humano.
Esta Zaragoza de nuestros pecados, como la amante esquiva, cuando piensa que nos está aburriendo demasiado, nos hace un pequeño regalo. Por eso la amamos con un incondicional amor, como Nacha a su Buenos Aires.
El comentario le ha salido a usted bordado.
ResponderEliminarUn placer leerlo