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Pasan las
nubes, pasan las nubes y actúa la lluvia. Subo corriendo a mi buhardilla y
comienzo a generar el ambiente que rodeará el sublime momento: farias, una
música que encontraré, el ruido de la noche, el sabor de un concreto güisqui y,
por supuesto, el soporte de todo aquello: ella,
ella, ella... Por cierto, ¿cuál es
su nombre?
Pero los
días pasan y pasan sin noticia, sin noción, en el tranvía, en el estanco, en mi
ventana… nada. Desesperado, una tarde
bajo la guardia y me voy a la exposición de Hopper, Portraits of America. Todo tenía allí un perfume de misteriosa
voluptuosidad imposible de describir. Recuerdo
un sol suave de primavera, acariciador y sobre todo el perfume, ese perfume
envenenador… ¿a violetas, margaritas y madreselva? Algo me inducía a pasear sin
prisa por las espaciosas salas del Centro de Estudios Americanos, un edificio
neoclásico con enormes ventanales que daban sobre la exuberante Plaza
Swedemborg, o sobre los suntuosos patios, todos profusamente floridos en
aquella época del año. Subí las enormes
escaleras del frontispicio sin prisa y sin esfuerzo. Relajado. Y, de entrada, Soir blue, una imagen inquietante: un pierrot tomando algo en la
mesa de una terraza burguesa y al que yo creo jugando a las cartas
rutinariamente. Creo, porque una jarra de agua y el respaldo de una silla ocultan
lo que lleva entre las manos. Cara
blanca, por supuesto, ojos partidos por una espeluznante raya vertical del
mismo rojo escarlata de los exagerados labios. ¿Qué me aterra de esa figura? Y
entre los labios, relajado, un cigarrillo recién encendido. Sí, es eso, la
ruptura, el extrañamiento: un pierrot en la terraza de un bar, aburrido y
malcarado, espanta. Y, frente a él, una mujer soberbia, desafiante, con labios
y pómulos del mismo rojo que el pierrot, reta incitante. Sólo la pose tranquila y coherente del viejo
lobo de mar sentado a la izquierda, frente a mí, me tranquiliza y me anima a
seguir. Pero la mirada del pierrot, no
triste sino despreocupada, me perseguirá.
Aves nocturnas, me siento
veinte minutos frente a tanta soledad.
Me inquieta, también. Pero me
gusta. Como me gusta Luz del sol en una cafetería, porque me
recuerda a esa luz distinta y maravillosa que tiene la habitación de un hotel y
hasta la recepción cuando lo abandonamos a media mañana presintiendo con
anticipada nostalgia que nunca más volveremos allí. Sol en una habitación vacía, no sé, le falta algo, una silla quizá,
movimiento... Y así voy pasando la tarde
hasta que llego a Summertime, una
muchacha seguramente rubia pero que yo la veo pelirroja reverbera ondas que
casi recuperan en mi memoria a la hermosa chica del tranvía. Aquellos labios
rebosantes de maldad apenas oculta bajo una tenue sonrisa:
usted… tú…
¿no eres de Peligros?
En el
peldaño más bajo de la entrada a una casa georgiana, firme, el pie derecho
ligeramente adelantado y la mano acariciando el fuste de una columna lisa con
ecos dóricos, su sombra se extiende a la espalda por el resto de la escalera
adaptándose elásticamente a su quebrado perfil. Lleva un vestido ligero,
blanco, ceñido de cintura para arriba, destacando un sinuoso talle y unos
buenos pechos, la falda de transparente y seductora gasa descubre a la altura
de las rodillas unas tentadoras piernas cuyos pies se recogen en unos sencillos
zapatos de tacón. La cabeza alta en
actitud firme pero expectante, incluso soñadora, la cubre un sombrero de paja,
que con un toque informal alivia cierta majestad. Alguien va a venir a
recogerla. Me siento frente a ella hasta que cierran la exposición y me echan
del recinto. Salgo con un folleto: el próximo viernes conferencia de Stefan Gautier. Iré, sin duda, siempre he seguido sus pasos,
siempre… aunque lo odie. Pero mañana
mismo, en cuanto abran volveré aquí. A ver Summertime.
Y de regreso ya a mi buhardilla con las manos en los bolsillos, tomo antes el
tranvía y hago cuatro trayectos enteros, atento a Noviciado. Nada. Y cierro los ojos para recobrar el
momento perdido, ahora ya con unas facciones que se acercan más a las reales,
aunque no termino de fijarlas. Cierro
los ojos y trato de recordar también el perfume fresco a lavanda… no, no
consigo concentrarme y el rostro inquietante del pierrot serio con el
cigarrillo entre los labios se apodera de mí.
Pero insisto, escarbo en mi recuerdo:
en el estanco, lo vi un día en el estanco –dijo, como sin
darle importancia, como arrepentida de haber empezado a hablarme.
Sí, Isa, muy
hermosa. Imposible ocultar tanta belleza.
Llegada la
noche vuelvo, al fin, a la buhardilla y reanudo mis experimentos, fuegos, tintes
y aleaciones, aromas, versos, lecturas, piezas musicales, el ruido de la noche,
el sabor de un determinado güisqui y, por supuesto, el soporte de todo aquello:
ella. Debo preparar todo para cuando llegue el momento, para atraparlo,
congelarlo y poder revivirlo eternamente. Y si no llega, reconstruiré el
encuentro en el tranvía, en el estanco,
lo vi un día en el estanco, para vivirlo incesantemente, repetirlo
eternamente. Al final, agotado, acabo como siempre frente al monitor, Citizens 2084, IV, la mente en blanco, tecleando, hazte con el mundo partiendo de la nada… Pero no puedo,
evidentemente, no puedo concentrarme.
En el estanco….
Por cierto, ¿cuál
era su nombre?
Servando Gotor
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Ir a la Exposición Hopperen el Museo Thyssen-Bornemisza
pinchando aquí
El cuadro que impacta a Servando es verdaderamente enigmático (como otros muchos de Hopper)
ResponderEliminarcomenzando por el formato: un poste vertical, muy arriesgado, parte el cuadro en dos. Cada una de estas partes es un rectángulo con las dimensiones del número aureo, que tanto atrajo a Leonardo de Vinci
sin duda está influenciado por la pintura impresionista francesa, que suele representar escenas de chiringuitos
a pesar de haber siete personajes, son todos solitarios, ninguno cruza su mirada, no hay dialogo entre ellos.
el cuadro expresa una profunda tristeza, a eso alude el título "blue", la presencia del clown y de la mujer, que por el excesivo colorete de su cara parece una cocote, refuerzan esta tristeza
¡Jo, don Antonio! Usted si que me ha dejado impactada a mi. ¡Vaya lección de anatomía -fantástico cuadro-, pictórica la suya.
EliminarDoy por supuesto que habrá descubierto qué cuadro de los expuestos NO es de Hopper.
Es usted la repera. Se lo digo con todo el cariño. Es que lo mío con la pintura no va mas allá del impacto emocional que me provoque, no doy para mas.
Besitos.
La Conchaparis
perdón, ¿qué es una cocote?Vlad
ResponderEliminarBlogger, hoy ha estado de diez. ¡Que joya!
ResponderEliminar(me refiero a la exposición que nos brinda jejeje)
Hoy se ha salido de cuadro.
Ya me disculpará, no le he leído. Es que me ha dejado
impactá! Ya sabe que la pintura, la que me gusta, es lo que mas me toca. En otro ratito leo..
Chas gracias.
Srta Agradecida.
No entiendo mucho de pintura pero me ha gustado mucho.
ResponderEliminarVi en las noticias la colección Sol de la mañana. Me sorprendió cómo plasma ese efecto en sus cuadros.
angel
Servando, da la impresión de que la realidad te atraviesa directa y perpendicular a tu mirada y lo plasmas de manera que nos haces sentir, lo mismo que tu sientes.
ResponderEliminarangel
verdaderamente cocote no existe, es una españolización de la inglesa "coccote", un poco anticuada (de cuando se pintó el cuadro), mujer de vida alegre. Procede del francés, hoy totalmente olvidada, pero de uso corriente, a principios del siglo pasado, contemporánea del cuadro. Está emparentada con la española coqueta. Todas proceden del francés coq = gallo
ResponderEliminarhe cometido un error, es cocotte como habrán recrificado ustedes
ResponderEliminarAntonio,
ResponderEliminarPerdoname de aportar mi grano de sal, en vuestro circulo tan culto..." cocotte" no viene de la palabra Coq, sino del ruido que emite la gallina con su pico qui se prodria transcribir como "kot, kot,kot..."...
Es muy interesante de oir que el gallo dice en Frances "COCCORICO" y en español "KIKIRIKI"...no he observado que habia semejante diferencia para las gallinas...pero no soy zoologo!
Asi, une "cocotte" es une gallina = en Frances, une "poule" : hace ruido pero no dice nada, come y pone huevos
Por extension ( si estamos en forma), es una mujer "de petite vertu". La mujer de los labios pintados del cuadro de Hopper es "une poule".
A contrario, "coqueta" viene del gallo, du "coq" : suficiente observar, en un coral el gallo y las gallinas : el unico que "chulea", se lustra las plumas, se pone hueco es el macho, el gallo...
Si no e vero...
Bernardo el Belga