viernes, 4 de enero de 2013

LA BANCA Y EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD (Antonio Envid Miñana)

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 Paso por la zaragozana Plaza de Aragón, trufada de oficinas bancarias, y veo con sorpresa que una de ellas se halla inundada de juguetes. ¿Es que, como en los viejos cuentos de Dickens, el espíritu de la Navidad ha reblandecido la dura alma del banquero y regala juguetes a los niños que este año, por mor de los recortes, se quedarán sin ellos? La realidad no siempre imita al arte, como quería André Breton, y en este caso es mucho más prosaica, es un banco que ha cerrado y el propietario ha alquilado el local para una liquidación de juguetes, sin preocuparse siquiera de desmontar el antiguo mobiliario: donde antes anotaba alguien los datos para hacer una transferencia, hoy vemos a una graciosa Barbie diciendo con los ojos ¡cómprame!, en el lugar en el que se negociaba un plazo fijo se encuentra toda una parafernalia de juegos de consola, en la antigua caja, más humanizada, eso sí, ya sin blindaje, una señorita cobra el importe de las ventas.

Es todo un símbolo, las noticias son terroríficas para los empleados de la antes próspera banca y hoy mendicante de fondos europeos: CAI inicia los pasos para despedir a seiscientos empleados; Bankia dice que despedirá a seis mil, aunque desliza la buena noticia de que solo cinco mil lo serán en España ¿Qué tremendo tsunami se abate sobre este sector que siempre ha aparecido bañado en oro? Son las exigencias de la CE nos dicen por toda explicación. Sin embargo, esto es una tragedia largamente anunciada, porque los hechos son tozudos y aunque se les expulse por la escalera, se cuelan por la ventana. Es el resultado de una política, fuera de toda razón, que ha seguido la banca española, la de masivas aperturas de oficinas bancarias, de modo, que si no hubiera sido Europa quien lo exigiera, lo habría sido por la fuerza de las cosas.

La banca española, haciendo oídos sordos a todas las recomendaciones de todo tipo de organismos y manuales sobre el negocio bancario, ha seguido en la última época una política errónea a todas luces de abrir y abrir sucursales en todas las calles de todas la ciudades y pueblos del país. Ese no es el modelo de la banca europea, los escasos márgenes de intermediación no permiten esa carga de gastos que acarrea esta inflación de oficinas. Los bancos europeos cuentan con muy pocas oficinas en cada ciudad, pero eso sí, son oficinas suficientes, dotadas de todos los servicios, tanto para particulares como para empresas, de cada una de ellas se sale con la negociación ultimada o a falta de alguna aprobación superior. La multitud de oficinitas, cuya total dotación puede ser: un director-administrativo y un apoderado-cajero-administrativo, donde ni siquiera tienen dinero (“¡Cómo viene a por todo ese dinero! Para eso hay que avisar con un día o dos”) carecen de toda razón de ser. Sin embargo, todavía queda mucho carpetovetónico, que tras la barricada de su ignorancia sigue proclamando que España es diferente.

Y como la justicia es una mera aspiración del ser humano y, quizá, ni siquiera sea algo de este mundo, mientras los empleados se estremecen cada vez que abren el periódico temiendo descubrir otra noticia que precarice más su puesto de trabajo, a la Banca como institución, le cae la lotería de recibir cuarenta mil millones a devolver en doce años y medio y a un tipo de interés del uno por ciento. Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios premia a los buenos cuando puede más que los malos.




Antonio Envid Miñana
de
aragondigital.es,
28 diciembre 2012

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