sábado, 19 de enero de 2013

LA MUERTE DEL ESCRITOR (Juan Serrano)




Si escribir es morir, como decía Maurice Blanchot, ¿acaso no es también resucitar?

El otro día, con motivo de la presentación de Molínea 33, un contertulio decía que a él más le importaba su obra, que su autoría, y que por tanto el escritor debía desasirse, desaparecer, morir en sus letras. Y yo entonces me acordé de Lacán, cuando dice que el goze es la castración. Y así, nos afanamos en huir de la realidad, para encontrarnos en la representación, en la palabra, en el concepto, como idea de lo universal frente a lo perecedero.

Los que, como mi amigo contertulio, afirmamos altruista y modestamente, que el escritor debe autoinmolarse en aras de su libro, ¿acáso no nos engañamos y mentimos disfrazándonos de superhombres humildes? Pues como muy bien comentaba otro compañero en la tertulia, nadie escribe para no ser leído. Y al no poder perpetuarnos y trascendernos después de muertos, lo que hacemos es desearle al menos la suerte de la inmortalidad, si fuera posible, a algún escrito nuestro.

Y al hilo de la muerte-resurrección del escritor, pienso que, si de las tantas cartas que me enviara mi madre, los años que en mi juventud estuve alejado de la casa familiar, hubiese guardado siquiera alguna de aquellas sencillas, queridas y espontáneas epístolas, hoy, al poder releer, aunque sólo fuese su firma, la tendría a ella misma en persona, aquí ahora a mi lado, eternizada en este instante.

Y otro sí final. Recuerdo aquel día en clase de Literatura que me preguntaron por el año de nacimiento del autor de La Divina Comedia, y no supe que decir. Sin embargo aquella su inmortal frase a la puerta del infierno, Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate, nunca se borrará de mi memoria. Que llevo a Dante resucitado dentro de mí hasta que muera. E incluso, muerto yo, en sus letras, como en el nogal de mi huerto, seguirán posándose las palomas de mi vecino en este invierno de primavera.



Juan Serrano
(En el blog Blao
9 enero, 2013)



2 comentarios:

  1. Son muy estimulantes estas reflexioones sobre esta extraña pasión de escribir. Estoy de acuerdo en que se escribe para ser leído, pero de ahí a esperar cierta inmortalidad a través de nuestros escritos me parece demasiado. Hay mucho de urgencia y de opinión variable en lo que se escribe, casi ningún escritor vuelve sobre su obra, él mismo la considera superada.
    Ahora, eso de ser leído e influir en los demás, esa es la vanidad del escritor y lo que suele desesperarle si no lo consigue:
    Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta, escribía Larra, y a pesar de casi dos siglos de distancia suele seguir siendo cierto."Escribir en España no es llorar, es morir,porque muere la inspiración envuelta en humo,cuando no va su llama libre en pos del aire." le replica, andando el tiempo, Luis Cernuda.
    Sin embargo, hay una literatura hoy desgraciadamente desparecida, la de la carta, que se escribe para un único lector, y, a menudo, con la esperanza de que permanezca secreta para los demás, y a pesar de ello, puede ponerse tanto empeño en ella como si se estuviera escribiendo "Guerra y paz".
    ¿No tiene nuestro blog algo de carta encerrada en una botella? Como digo es muy estimulante seguir sus reflexiones.

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  2. Gracias, Antonio, el eco de tu comentario da vida a aquella entrada en la que su autor no sabía si lloraba, si reía o si moría. Tal vez no sea el escritor el fatuo creyente de su orgullo, sino las palabras. Ellas son las que piensan erróneamente que nos regalan la sal de la sabiduría. Y en cuanto a la carta: todo un talisman oculto. Basta que un tercero lo conozca para que el encanto de su contenido desapareca, como desaparece en su hornacina el cuerpo incorrupto de un santo venerable con sólo darle el aire.

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