SEÑORA: ¡¡¡Enriqueta...!!! (la niña ha muerto, la madre se aferra a su imaginario cuerpo con un reprimido sollozo).
SEÑOR: Una vez más y basta. La cosa no puede ser más clara... (separándose del microscopio): Y amaneció...
SEÑORA: Quedé rendida, dormida. ¡Dormida, sobre el cadáver de mi hija! (vuelve a recostarse sobre el cuerpo imaginario de ENRIQUETA).
SEÑOR: (Se levanta y grita con entusiasmo) ¡Está claro! ¡¡No puede estarlo más!! Lo podrá ver todo el mundo: el cilindro eje de los granos del cerebelo y su continuación con las fibrillas paralelas de la capa medular... (sacando el portaobjetos del microscopio y blandiéndolo como un trofeo). ¡Todo, todo está aquí... Y lo enseñaré al mundo entero: todos podrán verlo: está aquí...! (se acerca con entusiasmo hacia la chaise-longue, donde están la madre y la supuesta hija, la primera dormida, la segunda se supone que muerta): Cariño, ¡cariño! ¡Al fin, al fin lo he visto. Tenía razón...! ¡Cariño! ¿Cariño...? (la madre abre los ojos, mira al esposo y éste se hunde, volvemos al tiempo actual): No hizo falta que hablaras... Me lo dijeron tus ojos.
(La iluminación completa del escenario se recupera gradualmente. El matrimonio, destrozado, vuelve hacia el espacio de la chimenea, abrazados los dos. Está allí el JOVEN, que ha contemplado compungido la escena. El SEÑOR se quita la bata blanca)
JOVEN: Verdaderamente es duro.
SEÑOR: Lo más duro que puede pasarle a un ser humano, hijo...
JOVEN: Y es normal, es normal que se refugiara en el microscopio. Incluso que el descubrimiento, ¡el milagro!, se produjera en aquellos graves momentos...
SEÑORA: Sí, porque su ausencia del mundo era total.
SEÑOR: Mi necesidad de huir, de huir a otros espacios... (la conversación deriva a otros terrenos)
JOVEN: En efecto: a otro mundo, a otro de los muchos mundos del universo...
SEÑOR: Con sus propias normas.
JOVEN: Con sus peculiares criaturas...
SEÑOR: Pero con nuestras mismas pasiones.
JOVEN: Y nuestras mismas reacciones... (se nota su esfuerzo por intentar cambiar de tema): ¿Sabe?, también yo he querido huir de mis penurias y también yo sé lo que es refugiarme en esos mundos desconcertantes... Mi primera visión del mundo microscópico la presiento determinante para mi futuro. Por vez primera creo haber encontrado mi camino... Tengo la intención de comprarme un microscopio . Eso y mi afición por la fotografía son las dos únicas cosas que me mantienen en pie. Las únicas que arrojan alguna luz a esta desorientación en la que ahora me encuentro...
SEÑOR: (consiguiendo olvidar la pena de la anterior escena y comenzando a emocionarse): Pues le auguro un buen porvenir, caballero...
JOVEN: (que ni ha oído al SEÑOR): Estoy deseoso de tener mi propio microscopio y observar... No sé, cualquier cosa. Porque cualquier cosa de ese mundo resulta apasionante...
SEÑOR: Sí, cualquier cosa, ¡cualquier cosa! (enajenado): La contracción amiboidea . Eso es: la contracción amiboidea, ¡por ejemplo...!
JOVEN: (con idéntica enajenación): ¡Por ejemplo!
SEÑOR: ...cómo el leucocito errante abre brecha en la pared vascular, desertando de la sangre a las comarcas conjuntivas, a la manera del preso que lima las rejas de su cárcel.
JOVEN: O... ¡los campos traqueales y laríngeos!
SEÑOR: Eso: Los campos traqueales y laríngeos, sí.
JOVEN: ¿Qué le parecen?
SEÑOR: ¡Imponentes!
JOVEN: Sembrados de pestañas vibrátiles que, por virtud de secretos impulsos, ondean cual campo de espigas...
SEÑOR: ¡Exacto! Cual campo de espigas al soplo de brisa invernal.
¿Y el incansable latigueo del zoospermo..? ¿eh? ¿Qué me dice de ese latigueo del zoospermo? Lo habrá visto corretear alguna vez, ¿eh...?
JOVEN: (simula con la mano el movimiento): ¿Qué si lo habré visto...?
SEÑOR: Y qué le parece, ¿eh...? ¿cómo corre hacia el óvulo...?
JOVEN: Sí, ¡como corre!
SEÑOR: ¡Pero cómo...!
JOVEN: (cual arenga militar): ¡A por el óvulo!
SEÑOR: ¡A por él!
JOVEN: ¡Sí señor!
SEÑOR: ¡A por el óvulo!: imán de sus amores, (simula de nuevo el movimiento con las manos): ¡zis, zas, zis, zas!. ¿Quién osará negar que existe una severa competencia de carreristas en los zoospermos, que para dar cima al acto supremo de la fecundación, vuelan, ¡zis zas!, en denso enjambre hacia el óvulo?
SEÑOR: Y ¿la célula nerviosa...?
JOVEN: Sí señor, ¡la célula nerviosa! Esa, esa es la que más me interesa...
SEÑOR: ¡Y a mí caballero y a mí!: Su majestad la neurona (tendiéndole la mano): ¡Choque esos cinco! (se dan la mano).
JOVEN: La más noble casta del elemento orgánico, si señor: la célula nerviosa. Extendiendo sus brazos de gigante (imita con los suyos), a modo de los tentáculos de un pulpo, hasta las provincias fronterizas del mundo exterior, para vigilar las constantes asechanzas de las fuerzas físico-químicas;
SEÑOR: ¿Y el óvulo? ¿Qué me dice del óvulo, con su sencilla y severa arquitectura, guardando el secreto de las formas orgánicas, y cuyo protoplasma se asemeja a la nebulosa, donde bullen en germen mundos innumerables que se desprenderán en futuros anillos?
JOVEN: ¡Chapeau al óvulo! (ahora es él el que le tiende la mano al SEÑOR y este la estrecha entusiasmado). Y la geométrica arquitectura de la fibra muscular, especie de complicadísima pila de Volta, donde a semejanza de la locomotora el calor se transforma en fuerza mecánica...
SEÑOR: ¡Y la célula glandular! Que por sencilla manera fabrica los fermentos de la química viviente, consumiendo generosamente su propia vida en provecho de los demás elementos, sus hermanos, las células adiposas, modelo de economía doméstica, quienes en previsión de futuras escaseces reservan los alimentos sobrantes del festín de la vida para utilizarlos en las huelgas orgánicas y en los grandes conflictos nutritivos... ¡Apasionante!
JOVEN: ¡Apasionante!
SEÑOR: Y... (cambiando de tema, más serio) el ejercicio de la medicina, joven, ¿no le atrae el ejercicio de la medicina...?
JOVEN: Ni me gusta ni creo que sería capaz de hacerlo bien...
SEÑOR: Tampoco yo...
JOVEN: Pues coincidimos en todo....
Extraído de "CAJAL" (Servando Gotor)
Servando ¿te has pasado al teatro? Dicen que es un género extinguido, pero yo creo que se recuperará, aun que sea mediante clones.
ResponderEliminarQuerido Antonio, no es cosa nueva. Hace ya bastantes años que hice tres obrillas de teatro. Esta es parte de una sobre Cajal: meto en una casa a un joven, un niño y un señor. Al final los tres se dan cuenta que son uno mismo, en las diversas etapas de su vida: Cajal.
ResponderEliminarToda la obra acaba siendo el sueño de un espectador que está durmiendo en un palco y que está obsesionado con Cajal.
Me lo pasé bien y no me disgusta. Me apetece hacer otra de muy distinto tono.
En fin... El teatro me gusta, sí. ¡Me gusta todo!.
Un abrazo.
Chapeau! la mejor obra que he leido , quisiera conseguirla en formato Pdf! , la verdad como joven histologo que soy es una inspiracion la manera en la que esta escrita y el contenido que posee!
ResponderEliminarMuy agradecido, si remite un correo a Lecturas hispánicas, se le remitirá el pdf con toda seguridad:
Eliminareditores@lecturashispanicas.com
Gracias de nuevo.