Marco Bellochio ha realizado una excelente película con la historia recientemente documentada por dos periodistas italoamericanos de la primera amante de Mussolini, Ida Adler, y el hijo de ambos Benito Albino. Se trata de una obra de estética barroca, donde el director hábilmente mezcla reportaje y ficción y que cuenta con la gran interpretación que hace Giovanna Mezzogiorno de la protagonista Ida.
La historia de esta relación fue sistemáticamente negada y ocultada no solo por Mussolini, sino por todo su aparato político, ya que dañaba las aspiraciones del lider, primero, y luego, ya consolidado, la imagen que quería darse de éste: entregado por entero al bien de la patria, íntegro y abnegado padre de familia, ejemplo para todas las familias italianas. Ida, "La Austriaca", como se le llamaba (nacida cerca de Trieste, cuando aún era territorio de Austria), ayudó al futuro dictador en sus primeros pasos en la política, cuando éste era un activista sindicalista y, cuando fue expulsado del partido socialista, vendió cuanto tenía para financiar el nuevo periódico que fundara Mussolini, Il Popolo. Ambos tuvieron un hijo, Benito Albino, que fue reconocido por el padre, aunque después empleara toda la maquinaria del partido para negar, no solo la existencia de la relación amorosa (Ida siempre sostuvo que llegaron a casarse) sino que el muchacho fuera hijo suyo, llegando a separar al hijo de su madre y recluirlos a ambos en sendos manicomios, donde murieron.
Cinéfilos hay por aquí que podrán informar sobre las virtudes cinematográficas de la película, tarea para la que no me siento capacitado. Mi interés se centra en la sórdida historia que denuncia el film y que muestra una de las muchas zonas oscuras del fascismo: frente a las altisonantes palabras en defensa de la dignidad del pueblo y exaltadoras de las virtudes de un hombre nuevo, lo que subyace es un desprecio absoluto hacia el individuo, una negación total de los derechos individuales del hombre y de su dignidad.
La actual crisis económica que sume a Europa en la confusión, no es sino la manifestación de una evidencia: Europa ya no es un eje económico de primer orden, la actividad y la riqueza se está desplazando a otras zonas del mundo, señaladamente Asia, y es muy difícil que nuestro continente pueda mantener en el futuro el grado de bienestar que ha logrado. La generación que hoy tiene veinte o treinta años será la primera que, en muchos años, viva peor que sus padres. Las amplias clases medias europeas verán como sus componentes disminuyen, pues se irán convirtiendo en proletariado. Quizá Europa sepa superar sus nacionalismos y lograr una fuerte unidad económica, cosa no muy probable, aún así tendrá grandes dificultades para competir con potencias poco preocupadas por la igualdad y la solidaridad humana, al menos en el corto plazo. Pueden preverse convulsiones sociales que acompañen estas transformaciones y las clases medias se verán tentadas, como en el pasado, por voces de falsos profetas que les prometan devolverles al perdido paraiso. Voces xenófobas que culparán a los inmigrantes de los bajos salarios, que prometerán barrer la corrupción política, que se desharán violentamente de los opositores y tratarán de implantar regímenes neofascistas antidemocráticos y opresores. Hay que prepararse para evitar estas tentaciones, la superior cultura europea no le inmuniza de esta enfermedad, la Alemania de Hitler destacó por su alto nivel cultural y técnico, compatible con las mayores aberraciones morales.
Antonio Envid.
Muy interesante. De todos modos -si no me equivoco, y creo que no- lo que el periodo de Hitler pudo tener de cultura serían los restos de la República de Weimar, periodo de una enorme creatividad.
ResponderEliminarDesde luego, Servando, pero la Alemania de Hitler era una sociedad culta y a mí siempre me ha preocupado como pueden convivir una elevada cultura y la aberración moral. Es cierto que hubo multitud de resistentes y de alemanes que arriesgaron su vida y la perdieron por mostrar su oposición, pero no hubo un movimiento organizado, no hubo una reación civil. Sintomático fue el caso de Rommel. Sentenciado a muerte por su participación en el atentado contra Hitler, prefirió suicidarse y recibir funerales de estado como héroe, cuando su ajusticiamiento habría sido un revulsivo del pueblo alemán contra su lider.
ResponderEliminarIndependiente del nivel cultural, cuando una sociedad inicia un ciclo de absoluta decadencia: pon en una mano de cualquiera una doctrina y en la otra un fusil y verás.
ResponderEliminarAzulenca
Al leer VINCERE, he tenido la sensación de formar parte de una opinión, generaliza o no, pero compartida por un grupo de personas
ResponderEliminarEl artículo -si es que se dice así- me trae a la mente dos ideas:
ResponderEliminar-La primera: No entiendo de qué sirve que un país se consolide como poetancia ecinómica mundial si es a costa de anular a sus integrantes. Porque, desde mi punto de vista, unos habitantes que no viven, sino que subsisten trabajando quince horas diarias, terminan adocenados, y no por vagancia o pereza mental, como sucede en muchos casos aquí, sino por agotamiento.
El opio del pueblo es ese trabajo que los anula por completo.
-La segunda: ayer ví una película que se titula "Los Falsificadores" -DVD-, se trata de una historia que se desarrolla en campos de concentración, aunque se supone que en dependencias especiales donde les trataban algo mejor.
Y, por mucho que el cine pretenda en ocasiones reflejar la realidad, nunca sucumbe a ella lo suficiente como pare reflejar el horror y fealdad que sí reflejan las imágenes tomadas directamente en los campos de concentración. Y me da miedo que al final, esta sociedad en la que hay gente que piensa que las cosas son como se ven en el cine, no alcance a comprender el horror monstruoso, la aberración absoluta, que supuso el holocausto.
La verdad es que pensé: no deberían hacer más películas sobre el holocausto si no es para reflejar en toda su crudeza lo que fue aquello.
-Bueno, y, una tercera cosa,: me sucede lo mismo con la Guerra Civil española. Las pelis españolas nos ofrecen una visión tan idílica -en general, digo-, tan romántica de lo que es una guerra, que también, les pediría a los señores directores que, a partir de ahora, a ser posible, o reflejen la realidad cruda que aquello fue, o simplemente,
dediquen sus esfuerzos a reflejar algún otro de los episodios históricos que abundan en nuestra historia, por otra parte tan varipintos y ricos, que todavía no comprendo cómo no lo hacen ya.
Bueno, me he explayado, y no se si viene a cuento.
Gracias por tu artículo y las reflexiones que nacen de su lectura.
Vladimira
A mi comunicante anónimo he de de decirle que estoy con él en cuanto a que los imperialismos no buscan la felicidad de sus pueblos (lo que aún tendría lógica, incluso a costa del sufrimiento de los demás) sino el mero imperio y muchas veces se sustentan sobre la esclavitud de sus subditos. Esto ha sido así desde la noche de la Historia.
ResponderEliminarAhora bien, las licencias artísticas de las películas presentando la guerra como actos épicos, llenos de gloria y actos heroicos, ocultando las miserias y lo subhumano de ellas, solo pueden combatirse con otras presentaciones artísticas, por ejemplo los grabados de nuestro paisano Paco Goya (no hay vez que contemple un facsimil del album de "los desatres", ya me gustaría tener uno original,que no me horrorice) Vasili Grossman o Irene Nemirovsky pueden ser un buen antídoto.
Debo ser yo el anónimo,
ResponderEliminary la verdad es que justo cuando iba andando por la calle, pensando en el artículo, me he acordado de Goya y de sus desastres.
Sí, pero ¿cuántos Goyas hay en el cine? -aparte los premios, digo-
Vladimira
Ah! tenemos fotografías de los horrores de la guerra, pero, es innegable que no llegan ni a la 0,1% de la población.
ResponderEliminarNo sucede lo mismo con el cine, en el que muchas veces, la realidad importa poco. Noestoy en contra, salvo en estos caoso que he mencionado.
Vdm
Estimada Vladimira lo de los goya en el cine es una buena ocurrencia. Como pedías consejo sobre lecturas, te recomiendo, si no lo has leído, "Suite Francesa" de Irene Nevirovsky, creo que es de Compactos Anagrama. Han editado algo de ella recientemente, pero no lo he leído. Un saludo.
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