Cuando llegue septiembre y el ya cercano otoño comience a vestir de oro las hojas de los árboles frente a mi terraza, tendré muchas cosas que hacer.
Cuando llegue septiembre, madrugaré, al amanecer, como hacía antes del verano y disfrutaré de los momentos inigualables de ver marchar la noche y llegar el nuevo día.
Cuando llegue septiembre, madrugaré, al amanecer, para vivir en paz y sosiego los primeros momentos de mi jornada. Quizás hoy no sea un final, pero podría ser el comienzo de algo.
Cuando llegue septiembre pondré macetas en mi terraza y en ellas plantaré rosales y geranios para compensarme de los que un día el frío y el calor me arrebataron.
Cuando llegue septiembre y los niños empiecen su nuevo año escolar, yo empezaré mi particular “curso”, con mis libros y cuadernos de siempre, buscando en ellos cosas nuevas que sigan llenando mi existencia de hombre jubilado.
Cuando llegue septiembre buscaré entre mis libros de siempre aquellos precisamente que un día me hicieron reír, me hicieron llorar o quizás hasta soñar, cuando tantos de ellos me hablaban de flores, de plantas, de nubes, de estrellas o de mares y océanos inmensos.
Cuando llegue septiembre seguiré dejando aún abiertas las ventanas de mi casa para que por ellas siga entrando el sol nuevo de cada mañana, el suave calor del mediodía y la nostalgia de un día que se va.
Cuando llegue septiembre y vea las altas nubes avanzar en su camino, me acordaré de mis días junto al mar en verano y de cómo pensaba yo que ellas podrían recogerse en algún oscuro lugar más allá del horizonte, cuando les llegara la noche.
Cuando llegue septiembre y sienta que los días de frío se van acercando, prepararé mis “cuarteles de invierno” y en ellos “hibernaré” activo y feliz hasta que llegue la próxima primavera.
Cuando llegue septiembre abriré el alma y el corazón a las voces e inquietudes de los míos y sentiré así que su mundo y el mío se habrán hecho más pequeños y habitables.
Cuando llegue septiembre levantaré mis ojos a Dios al amanecer y dedicaré una cálida oración por los seres que amé y me amaron, por los amigos que tuve la suerte de tener –todos ellos excelentes y que nunca merecí- y por todos los que estuvieron a mi lado y ya no están y que no me dejaron tropezar ni caer.
Cuando llegue septiembre y los días se presenten nublados y el horizonte se me pierda en el recuerdo de mis días difíciles, confesaré que, a pesar de todo siempre ha merecido la pena vivir y que desde ahora en adelante seguiré dejando que todo suceda tal y como Dios quiera.
Todo esto y más aún, pero sólo cuando llegue Septiembre.
De "El color de mi Cristal"
Hermoso, este: "Cuando llegue septiembre".
ResponderEliminarPropercio, Hölderlin...
Muchos están detrás de esta escritura hermosa
Septiembre será un mes maravilloso.
ResponderEliminares el sexto round, el final.
Ese en que el boxeador de la vida levantará victorioso el brazo.
Como siempre, Mariano Berdusán, magnífico.
Vladimira
una hermosa exaltación de la pereza y el verano
ResponderEliminarno hagas hoy lo que puedas dejar para mañana