martes, 1 de junio de 2010

¿SE EXTINGUEN LOS GORRIONES? (Antonio Envid)


Desde varios puntos nos llegan señales de alarma: se observa que la población de gorriones disminuye. Ya sabía yo, que aquellos gorriones de la merienda en la plaza, junto a los demás chicos, que se acercaban descarados, un saltito hacia la miguita, otro atrás, desconfiados, o aquellos que se reían de nosotros cuando nos veían armados del temible tirachinas y se echaban al vuelo un segundo antes de llegar el proyectil, habían sido abolidos con su tiempo, para mi desconsuelo, pero creía que otros chicos y otros gorriones habían tomado el relevo. Pero resulta que no. No hay en la plaza chicos que merienden y jueguen con otros a juegos imposibles. Se hallan ocupados en clases de enseñanzas suplementarias o enfrascados con su ordenador, inmersos en interminables chats. Tampoco hay viejecitos que maten el tiempo, en tanto él los mata, desmigando coscurros de pan para que los pícaros gorriones les alegren un poco la mañana. Están demasiado azacaneados en llevar y traer a sus nietos del colegio a las actividades suplementarias, para liberar durante el mayor tiempo posible a los padres de su presencia. Los escasos ratos de tiempo que les quedan libres los emplean, en sórdidos centros de la tercera edad, preguntándose, sin hallar respuesta, sobre el sombrío futuro de sus pensiones.

Hay quien dice que la causa de la disminución del número de gorriones hay que buscarla en la competencia que les hacen las palomas, los estorninos, las cotorras y otras especies, mayormente foráneas, que ocupan su territorio. Algunos encuentran la explicación en que ya no se riega a manta y escasean los charcos donde solían regodearse, pues hoy reparten avaramente el agua sistemas de goteo. Aquel pajarillo errante, que bebía el agua de los estanques y que jamás comió de la mano de Serrat, no sabemos en qué otros estanques y otras manos vagabundea. Pero yo creo que la causa se encuentra en la escasa atención que les prestamos en los últimos tiempos. Nos abandonan con la misma discreción con que nos han acompañado. Son como esa muchacha, no muy atractiva, de agradable presencia, que sólo es notada cuando se ausenta. La noticia me llena de inquietud. ¿Hay algo más desolador que una pequeña plaza en silencio, sin el griterío de los chiquillos y el piar de los gorriones?

Antonio Envid Miñana

3 comentarios:

  1. El níspero de mi jardín tiene unos inquilinos la mar de "salaos". Todas las tardes y a la misma hora, un gorrioncillo se asoma desde el canalón del tejado para comprobar que no hay monos en la costa; una vez inspeccionado el terreno, llama al otro y se tiran en plancha sobre el níspero para acomodarse entres sus hojas. Frondosamente instalados pasan allí la noche.
    El níspero también les agradece su presencia, pues está libre de hormigas y otras plagas.

    Azulenca

    ResponderEliminar
  2. Azulenca, muy bueno eso de que no haya "monos" en la costa. Me ha encantado.

    ResponderEliminar
  3. Querida Azulenca, tu comentario es un bello poema. Aparte de su utilitarismoi, no está reñido lo uno con lo otro. Bienvenido en estos tiempos tan prosaicos
    Antonio.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...