Ayer quedé con Sandra en un centro comercial. Queríamos comprar dos sillas y una mesa para el jardín de su casa y, de paso, dar una vuelta por la ciudad. Ella dejó el coche allí y el resto de la tarde nos desplazamos con el mío. A Sandra le gustan los batidos de maracuyá pero no le gusta conducir. De regreso al centro comercial, vió a Charlie, su ex (el padre de su hija Sally) en un cruce a unos cuatro kilómetros del centro comercial. Sally tiene dos años y medio y ya empiezan a gustarle los batidos de maracuyá. Bueno, la verdad, no pensaba que Charlie iba justamente a ese centro comercial y que acabaría por ver el coche de Sandra. No era imaginable.
Al llegar al centro comercial, bajamos del coche y Sandra me dijo: está Charlie en su coche junto al mío. Vaya. Como Charlie es un típo peligroso y ancho como una puerta subimos de nuevo a mi coche para irnos cuando, de repente y casi al mismo tiempo, vino hacia nosotros increpándonos violentamente. En ocasiones como esta suelo recurrir a la ironía y estuve por preguntarle si le gustaban los batidos de maracuyá. Pero viéndolo de cerca compendrí que no era el momento. Así que cerré el coche por dentro y no pudo abrir la puerta.
Yo tenía que dar la vuelta y a él le dio tiempo para entrar en su coche. Lo llevábamos delante saliendo cuando de repente frenó en seco. Le pité, hice ademán de adelantarlo y él giró a la izquierda, me puse de nuevo a la derecha y él cruzo su coche cerrándome el paso. Bajó hacia nosotros y yo bajé un poco la ventanilla amenazándole con llamar a la policía. Finalmente puse la primera y me metí por la acera saliendo de aquella horrible encerrona.
Nos siguió un rato y por fin desapareció. Pero Charlie tenía localizado el coche de Sandra aparcado todavía en el centro comercial. Estuvimos en mi casa unas horas y luego, yendo al centro comercial, Sandra me dijo: Charlie estará esperandome junto a mi coche, seguro. No te preocupes -la tranqulicé-, te dejo en el centro con el mío, cojo un taxi y vuelvo con el tuyo (aunque no me gustan los batidos de maracuyá disfruto conduciendo).
Así lo hice. Al llegar al parking del centro comercial no parecía haber nada sospechoso. Pero luego, al salir, noté que otro vehículo me seguía. Hice un cambio brusco de carril y ... también él lo hizo. Confirmado: me seguían.
En una calle de tres carriles totalmente vacía, paré en el del medio, bajé la ventanilla y medio salí del coche en actitud desafiante. Yo pensaba para mis adentros que si él paraba también habría lío y que si le hablaba de los batidos de maracuyá sería peor. Pero no: cambió de carril y me adelantó.
Típo peligroso el tal Charlie.
¿Has leido las sanciones de la nueva Ley de seguridad vial?
ResponderEliminarAntonio
UNO.- ¿por el borde... -de la acera-?
ResponderEliminarDOS.- No, por el otro. Por el Director de Tráfico.
No. No he leido las sanciones. Y si lo hago me meto que quien irá a la cárcel incluso seré yo, que he sido malo. Pero tampoco las voy a leer. Vivo a 3.000 km. de España y no me afectan.
ResponderEliminarHe de aclarar que Nood es el pseudónimo de Pepe Arnau. Y que cree no gustarle la literatura porque ignora que todo lo que dice, todo lo que ve, todo lo que hace, todo él, es pura poesía. De hecho, este texto no es algo que haya escrito pretendiendo hacer úna narración, no. Este texto es un e-mail suyo, en el que cuenta -y lo cuenta así, incluso en primera persona- una anécdota que le ocurrió hace años a un amigo.
ResponderEliminarCuando le oyes hablar, o cuando lees un e-mail suyo, descubres toda la poesía que Pepe encierra, relativamente (es un decir) inconsciente. Y digo es un decir porque ama la belleza, aspira a disfrutarla y, además, es un romántico... ¿casual?, no: un romántico indavertido.
Además de todo eso, es -sobre todo- una gran persona y un gran y viejo amigo.
Nada, sólo era eso.
Lo de Nood es tal cual dice el Sr. Gotor. Escribe de fábula sin querer y sin pretenderlo. Aún guardo en la memoria un e-mail de Nood explicando el cultivo de la marihuana... ¡La repera! Lástima que esté perdido porque era para plantarlo aquí.
ResponderEliminarBesitos
La Conchaparis
¿Cómo que perdido...? Hasta publicado, al final de mi novela "La ciudad sin faro".
ResponderEliminarLo transcribo a continuación -dentro del contexto en que lo metí, toda la parrafada sobre la marihuana es un e-mail de Pepe, tal cual, copié y pegué, hasta el personaje está basado en él-:
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-Estoy plantando marihuana...
-¡Venga hombre! ¡Ja!
-Sí. En casa. Es una gozada. Hay que estar muy encima, hacer injertos, clonar... ¡Tremendo! Te explico: empecé con tres semillas. Las puse las tres en una maceta y cada dos horas las miraba. Ni de coña. No salía nada. Al cabo de unos cuatro días empezó a verse la punta de una, al día siguiente la otra. La tercera no llegó a salir nunca, no germinó. Las regaba cada día. Indagué. Sabía que había machos y hembras y que las buenas son las hembras, las macho no valen para nada, parece ser. Bueno, pues me salió una macho y una hembra. Y estaban juntas en la misma maceta. Leí que la macho mataba a la hembra y que había que amputarla inmediatamente. No lo dudé un segundo, me levanté de la silla con unas tijeras y le pegué un tijeretazo de raíz. Me quedé sólo con la hembra. Pero claro, la hembra sola no cría. Así que seguí investigando y me enteré que se podía clonar. Dicho y hecho. Cogí una rama de la planta, una rama que tiene entre cinco y ocho nudos, agarré un cútter, lo esterilicé con alcohol, corté la rama entre dos nudos en un ángulo de cuarenta y cinco grados y la planté con dos nudos en otra maceta. Y en esa fase estoy: esperando que la nueva suba como la madre. Porque además, al ser clonada, seguro que es hembra y si funciona cogeré otra rama de la madre y la plantaré en una nueva maceta... ¡hasta tener un vergel! Pero debo andar con cuidado. La madre no me la puede cascar aún porque quiero sacarle más hijas. O sea, que aguante.
Me moría de risa.
-Ay -le digo- transgredir por transgredir. Me encanta. La acción por la acción, como en aquella carta que me decías que te estabas coleccionando un montón de películas y que ibas a tener más que yo, ¿te acuerdas?
-¿Sabes cuántas tengo ahora? Más de tres mil.
-Estás loco. ¿Y cuántas has visto?
-Y eso que importa, ¡ja!
-No cambias, no has cambiado. No cambies.
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Ese "no cambies" va dirigido personalmente a él: no cambies.