AEM |
Salón de un vetusto palacio. Se oye un coro de niñas
en la calle
¿De qué te ríes, niña, de qué te ríes?
Que no es Alfonso XII, ni Alfonso XIII
Qué es nada menos, niña, que Alfonso Diez
………….
DUQUESA -¡Bartola!
DUQUESA -Anda, cierra
esa ventana, que tengo migraña. Y si antes de cerrarla se te cae una olla de
agua sobre esas niñas, mejor. Compararnos con los Borbones, esos advenedizos.
Cuando vino el primero, que era un segundón y lo mandó su abuelo aquí a matar
el hambre, nosotros ya estábamos emparentados con las principales casas
reinantes y los Austrias se honraban con llamarnos “primos”. No Digamos el
Alfonsito XII ese, que vino con una mano
delante y otra detrás, y al trece lo largaron… ¡vaya! no sigamos que me pongo
estupenda.
FÁMULA -Lo que mande la señora duquesa. (aparte) Es
más castiza.
De pronto aparece en
el salón un caballero antiguo. No se le ha visto entrar por ninguna puerta, ni
mucho menos por la ventana, que acaba de cerrarla Bartola, la mucama. Va tocado
con un sombrero montero adornado con una pluma de faisán. Calzas verdes y jubón
de gayos colores, hebillas de plata en los zapatos. Buen porte, cara maligna,
perilla en punta y bigotillo recortado. Hace una gentil reverencia a la
duquesa.
DUQUESA -¡Hola! Mefis
¡Cuánto tiempo sin venir por aquí a dar la lata!
MEFISTÓFELES -Señora
duquesa, usted me honra. Hace tiempo que le debo una visita, pero, ya sabe…
las ocupaciones…. Vengo a renovar el
contrato, ya ha vencido la prórroga.
DUQUESA -¿Ya ha
vencido? Pero, si fue hace poco que lo renovamos.
MEFISTÓFELES -¡Ay,
señora duquesa! para todos pasa el tiempo, menos para usted, que está como
siempre, igual de bella y rozagante.
DUQUESA -No me seas
zalamero Mefis, que algo te traes entre manos
MEFISTÓFELES -Lo único
que traigo entre manos es el contrato
DUQUESA -Pues bueno,
se renueva por otros treinta años y ya está
MEFISTÓFELES -¿Otros
treinta años más de vida? Señora duquesa, eso no puede ser, ya en la tercera
prórroga se lo advertí…
DUQUESA -Mefis, no te
hagas el estrecho. Te entrego mi alma a cambio.
MEFISTÓFELES -¿Su
alma, señora duquesa? Con el debido respeto, últimamente las almas se cotizan a
la baja. Con la crisis, no vea la cantidad de almas que me ofrecen. Por otra
parte, qué quiere que le diga, su alma, digamos, no es precisamente la de
Margarita, ya está un poco usada. ¿Algo más sustancioso a cambio, no puede
ofrecerme?.
DUQUESA -Bueno, uno de
mis doscientos títulos nobiliarios. Escoge el que quieras, menos el primero,
que se me rebrincaría mi antepasada la Cayetana.
MEFISTÓFELES -Mil
perdones, señora duquesa, pero es que los títulos nobiliarios hoy valen menos
que los títulos de la Bolsa, qué ya es decir.
DUQUESA -¿Y si nos
damos un achuchón y nos bailamos una rumbita? Y pelillos a la mar.
La duquesa lanza sus
zapatos al aire, agarra a Mefistófeles y se marcan una rumba como Dios (¿)
manda.
DUQUESA.- Alfonso,
cariño, pasa. Pasa y aprende, a ver si dejas de ser tan esaborio, hijo, que
parece que te desayunes con un palo de escoba.
ALFONSO.- ¡Pero, qué
castiza que eres, duquesa!
Antonio Envid.
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